martes, 31 de mayo de 2011

Un líder esclavo de sus palabras

 “La confianza es el principal fundamento de un líder, y es lo que mantiene a una organización de manera homogénea”. John Maxwell es el dueño del relato. Desconocido en Argentina, el erudito estadounidense es una reconocida figura empresarial, promovedor de decenas de libros y cientos de cursos que abordan el liderazgo y sus principales pilares. “Las 21 leyes fundamentales del liderazgo”, así se llama uno de sus ejemplares esenciales, que condensa cualitativamente un racimo de libros acerca del tema.

Si hay un puesto que precisa de una capacidad de liderazgo rigurosa y superlativa, ése es el  de entrenador. La capacidad de contemplar el juego queda en un segundo plano, cuando la ineficiencia para manejar un grupo se pone en manifiesto.  Como si los escépticos todavía le dieran lugar a la duda, el puesto de director técnico de la Selección Argentina de Fútbol requiere una conducción suprema. Prestigiosas figuras, superávit de reconocimiento en disputa, implícito margen a ciertos intereses y 40 millones de maneras de ver el fútbol, requieren de una preparación  de sublimidad que transmita seguridad y encarrile a los insignes.

Allí está Sergio Batista, subordinado por un costo de popularidad que millones de fanáticos argentinos se encargan de administrar. El DT del seleccionado atravesó en las últimas semanas una notable alteración de sus conceptos.. Aseveró hasta el cansancio que Carlos Tevez no se encontraba dentro de sus prioridades para la Copa América. Una café de por medio con el jugador y una ratificación de ideales parecen haberle cambiado de opinión.

Es más que evidente que el delantero del Mancher City tiene la valía suficiente para ponerse la camiseta albiceleste. El título de la FA Cup, la clasificación a la Liga de Campeones,  su irrebatible capacidad goleadora (24 tantos en 42 partidos) y su absoluta identificación con el escudo nacional hacen de Tevez un irrefutable jugador con trascendencia de selección. El problema no radica en la calidad del atacante, sino en la contrariedad del entrenador.

A pesar del total respaldo de la gente hacia el ex delantero de Boca, tranquilamente el entrenador podía tener un punto de vista diferente. “No siempre juegan los mejores, sino los más adecuados”, sostuvo alguna vez un sabio de la materia. Tal vez en el modelo de juego de Batista, la presencia de Tevez no formaba parte de las prioridades. Otra versión indica que hubo sucesos del goleador que no cayeron bien en el cuerpo técnico, por eso la desafectación.

 Lo cierto es que, evidentemente, los problemas que se  le generaron a Batista fueron más fuertes que la propia salida del atacante. Más fuerte aún que la ley de la confianza que fundamenta  Maxwell en su libro.

 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

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