miércoles, 18 de mayo de 2011

Las naturalidades que precisan objetarse

Su mirada atenta y curiosa no se perdía detalle alguno. Sus oídos, tan minuciosos como sus retinas, se regodeaban ante tantas grabaciones que su laboriosa exploración se encargaba de contribuirle. Roberto Santoro forma parte del cautivador mundo de la literatura nacional al que alguna vez hay que sumergirse antes de tirar la toalla. Entender la historia del fútbol argentino sin leer su obra “Literatura de la pelota”, es tan difícil como tener éxito frente al Barcelona teniendo un equipo largo y dilatado a la hora de defender. Su incansable búsqueda de la verdad fastidió a cierta gente durante la última dictadura militar y le otorgó al escritor el peor de los finales: fue secuestrado en 1977 y hasta el día de hoy continúa desaparecido. Pero, ¿qué pasaría si el rey de los curiosos se presentara en la actualidad y tuviera el interés de investigar sobre el presente del fútbol argentino? ¿De qué trataría su crónica?

En tiempos donde las acciones en el verde césped pasaron a un relegado segundo plano, el entorno del fútbol nacional se ve afectado por un clima insólito; la propia pelota también sufre las consecuencias. El domingo pasado se disputó un nuevo  y renombrado superclásico. El enfrentamiento entre Boca y River dejó infinitas deducciones en lo que va de la semana; y ninguna incluye directamente al juego en sí. Decisiones arbitrales, episodios extraños dentro del campo, suspicacia ante los movimientos de la gente en la tribuna y demás situaciones que rebasan al rectángulo de cal.

“Hay que tratar de sacar la pelota del escritorio y acercarla nuevamente a las canchas”,  ansió alguna vez César Luis Menotti. Como si la presencia de la esférica corriera peligro en las oficinas, el martes por la noche el Presidente de River Daniel Pasarella sucumbió ante el titular de la AFA Julio Grondona: “le pedí que renunciara”. Nuevamente el entorno del fútbol disfrazó de protagonista a un entredicho dirigencial que no hace más que perjudicar al deporte mismo. La pelea se mediatizó, se sumaron intérpretes y poner en tela de juicio al deporte más popular del mundo pasó a ser el primer objetivo.

La inyección de vigor que le dieron los medios y la engorrosa situación en los promedios por la que atraviesa el equipo de Núñez solamente ampliaron la repercusión de las polémicas. Un par de desaciertos de Patricio Lousteau en el superclásico prolongaron el perjuicio.

La convocatoria de Carlos Tevez a la selección, las contradicciones de identidad que sufre el equipo de Sergio Batista y la crisis futbolística nacional que se simboliza en las canchas todos los fines de semana quedan olvidadas frente a tal inmersión política.

Roberto Santoro lee el diario abrumado y retoma su incansable tarea de preguntar: “¿River y Huracan en peligro de descenso? ¿Qué pasó con la supremacía de los Millonarios y aquella memorable delantera del Globo del 73 (Houseman, Brindisi, Babington, Avallay y Larrosa)? ¿Promedios, qué es eso? ¿La selección hace 20 años que no gana un título? ¿Y qué pasó con los Carasucias de Lima?

El mítico escritor se encontraría ante el difícil cometido de desnaturalizar ciertas cosas que hace muchos años se convirtieron en habituales. La pelota reside en los escritorios, la Selección Argentina ya no tiene un estilo patente y el mundo que rodea a la esférica se disputa en una lucha cotidiana entre el negocio y el deporte en sí. Mientras tanto, me vuelvo a preguntar, de qué trataría la crónica de Santoro en el presente; nunca tendré la suerte de responderme. Aunque, seguramente,  se cuestionaría lo que ya se volvió natural.


1 comentario:

  1. Está muy buena. Igual creo que en Huracán, Babington era el 10 y Roque Avallay el 9.

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