martes, 3 de mayo de 2011

Una maquinita llamada Vélez Sarsfield

Las frías tardes otoñales del fútbol argentino presentan un matiz evidente. Son 19 equipos que, urgidos por la necesidad de los resultados, intentan fallidamente jugar un fútbol vistoso y eficaz, pero se ven damnificados por la lógica irregularidad que de manera insólita se presenta todos los fines de semana en alguna cancha del fútbol local. Ante tantas crueles certezas, hay un equipo que excede a la cruda realidad. El Vélez de Ricardo Gareca unifica a la perfección eficiencia con buen fútbol.

Un combo que parece estupendo. La eficiencia se manifiesta claramente en las circunstancias actuales por las que atraviesa el equipo de Liniers. Único puntero en el torneo local, mostrando partido a partido solidez y excelencia. Férreo en la Copa Libertadores; de menor a mayor, sacando chapa de candidato en los encuentros claves, el conjunto de Gareca se encuentra en una inmejorable posición con un 3-0 frente a Liga de Quito con sensación de sentencia.

El buen fútbol parece un trámite para el equipo de Liniers. La importancia de los resultados, los colosales escenarios y el prestigio de los rivales no parecen ser impedimentos para afectar a un modelo de juego plagado de variantes. Vélez supo encontrar a la perfección una relación ideal entre vertiginosidad y posesión. Tiene los jugadores más adecuados para adaptarse a ambos estilos. Además, logró un admirable equilibrio defensivo que, sumado a la efectividad de sus delanteros, parece una fórmula letal.

En tiempos donde la Argentina carece de buen fútbol, ¿Por dónde pasa el éxito velezano? ¿Acaso Gareca encontró los jugadores más oportunos? ¿O bien el proyecto a largo plazo al que apostó Vélez es una siembra de cosecha ilimitada? Todo parece  indicar que los riesgos que corrió el club de Liniers al mantener por tanto tiempo a un mismo entrenador es determinante en el éxito presente.

Las frías tardes otoñales pasan desapercibidas cuando el equipo velezano da pinceladas de estética sublime en el verde césped. Un sueño con indicios alucinógenos se esparce por Liniers: la posibilidad de la doble corona (Copa Libertadores y Torneo Clausura) empieza a ser una ambición. El destino sentenciará la cuestión; mientras tanto, la maquinita de Ricardo Gareca, que a principio de año parecía quedarse sin combustible,  continúa a paso firme.
  

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