lunes, 16 de mayo de 2011

El guionista que prolongó el mito por once años

Corría el 25 de octubre de 1997 y el fútbol despedía a un mito viviente; el mejor jugador de todos los tiempos colgaba definitivamente los botines. La escena de Diego Armando Maradona en su último partido como profesional ocupaba el papel protagónico del mundo entero. Y, en un segundo plano, Boca le ganaba a River por 2 a 1. Un anónimo número 9 platinado hacía un gol; el primero de una infinita historia.

Por esas casualidades de la vida, esos curiosos sucesos que cada tanto el destino se encarga de propinar, el mismo día que se retira el número 10 de la escuadra Xeneize, hace su primer gol en un superclásico Martín Palermo. Insólitas coincidencias que personifican dos vidas plagadas de extravagancias y asombros.

La cronología del mundo Boca se veía influenciada por un par de sucesos que perturbaban el clima azul y oro; ése día de 1997, la singularidad de dos alocados revolucionaba el Monumental. El más grande de todos los tiempos que se iba para siempre; y un flaco desgarbado, con cara de loco, llegaba de Estudiantes de La Plata con hambre de gloria pero sin mucho reconocimiento. La insólita coincidencia de, además, enfrentarse al eterno rival de Núñez hacían de la ocasión un escenario inmejorable: una célebre despedida para el mejor de la historia, y un origen sublime para un desconocido optimista del gol.

Entre un llanto que reunía lágrimas del recuerdo, tristeza de un final y emoción por otro mítico capítulo de vida, Martín Palermo festejó el último domingo un nuevo gol ante la escuadra riverplatense; el último en su prolongada cronología. La nostalgia se vistió una vez más de protagonista, cuando el número 9 miró al cielo y, entre millares de hinchas eufóricos que encarnaban con la ovación un eterno agradecimiento, se dio cuenta que todo estaba terminando. Las locuras, los récords, los festejos, los superclásicos, las copas, las lesiones,  los accidentes. A pesar de que todavía queden escasos partidos, la época como jugador lo topó con su episodio final. Como una obra que el destino se encargó de moldear, el Titán abrió su racha goleadora frente a River en su primer encuentro, también con un gol de cabeza, de la misma manera que 14 años después se encargó de estampar; sofocado por un final al que parece nunca querer arribar.

“Ya no puedo pedir nada más”, suspiraba el grandote con los ojos cristalinos tras su último gol en un superclásico. El mismo grandote que en 1997 arribaba ofuscado, entre el interés de Boca y  su disputa con los Barros Schelotto, quienes también llegaban al club con la misma contradicción. Sigiloso, fue obteniendo poco a poco la idolatría de la gente. “El optimista del gol”, lo llamó Carlos Bianchi. “Palermo, Palermo”; la melodía, perfecta y cotidiana, desciende de las gradas, y un sinfín de aplausos concluyen la conmovedora demostración de afecto.

La vida del Titán parece estar elaborada por el mejor cineasta. Decenas de sucesos históricos sellaron su carrera. Todo suscita la presencia de un goleador que quedará en la historia del fútbol argentino. Al igual que Maradona, podrá llevar su trayectoria a la pantalla grande. El último capítulo de Diego fue aquella memorable jornada de octubre en el Monumental. Palermo podría comenzar desde allí, y continuar con la historia de un mito viviente que nació en 1997.

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