martes, 31 de mayo de 2011

Un líder esclavo de sus palabras

 “La confianza es el principal fundamento de un líder, y es lo que mantiene a una organización de manera homogénea”. John Maxwell es el dueño del relato. Desconocido en Argentina, el erudito estadounidense es una reconocida figura empresarial, promovedor de decenas de libros y cientos de cursos que abordan el liderazgo y sus principales pilares. “Las 21 leyes fundamentales del liderazgo”, así se llama uno de sus ejemplares esenciales, que condensa cualitativamente un racimo de libros acerca del tema.

Si hay un puesto que precisa de una capacidad de liderazgo rigurosa y superlativa, ése es el  de entrenador. La capacidad de contemplar el juego queda en un segundo plano, cuando la ineficiencia para manejar un grupo se pone en manifiesto.  Como si los escépticos todavía le dieran lugar a la duda, el puesto de director técnico de la Selección Argentina de Fútbol requiere una conducción suprema. Prestigiosas figuras, superávit de reconocimiento en disputa, implícito margen a ciertos intereses y 40 millones de maneras de ver el fútbol, requieren de una preparación  de sublimidad que transmita seguridad y encarrile a los insignes.

Allí está Sergio Batista, subordinado por un costo de popularidad que millones de fanáticos argentinos se encargan de administrar. El DT del seleccionado atravesó en las últimas semanas una notable alteración de sus conceptos.. Aseveró hasta el cansancio que Carlos Tevez no se encontraba dentro de sus prioridades para la Copa América. Una café de por medio con el jugador y una ratificación de ideales parecen haberle cambiado de opinión.

Es más que evidente que el delantero del Mancher City tiene la valía suficiente para ponerse la camiseta albiceleste. El título de la FA Cup, la clasificación a la Liga de Campeones,  su irrebatible capacidad goleadora (24 tantos en 42 partidos) y su absoluta identificación con el escudo nacional hacen de Tevez un irrefutable jugador con trascendencia de selección. El problema no radica en la calidad del atacante, sino en la contrariedad del entrenador.

A pesar del total respaldo de la gente hacia el ex delantero de Boca, tranquilamente el entrenador podía tener un punto de vista diferente. “No siempre juegan los mejores, sino los más adecuados”, sostuvo alguna vez un sabio de la materia. Tal vez en el modelo de juego de Batista, la presencia de Tevez no formaba parte de las prioridades. Otra versión indica que hubo sucesos del goleador que no cayeron bien en el cuerpo técnico, por eso la desafectación.

 Lo cierto es que, evidentemente, los problemas que se  le generaron a Batista fueron más fuertes que la propia salida del atacante. Más fuerte aún que la ley de la confianza que fundamenta  Maxwell en su libro.

 


                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                      

lunes, 30 de mayo de 2011

Destino final: éxito

“Éxito: resultado natural de la íntima satisfacción lograda al saber que usted hizo lo mejor que pudo para transformarse en lo mejor que usted es capaz de ser”. John Wooden fue un entrenador de básquetbol estadounidense, considerado el mejor en el entorno universitario. Sus diez campeonatos conseguidos en la NCAA (Asociación Nacional Atlética Colegial) y su sublime estilo de liderazgo lo posicionaron en la cumbre de la historia del deporte. Con vivencias superlativas y una capacidad que atrajo a millares de discípulos, Wooden creó una pirámide que personifica lo esencial para acceder al éxito. Parece una utopía reencarnar al pie de la letra los cimientos que definen a esta escalera a la cumbre. A 60 años de la creación del erudito estadounidense, hubo un equipo que logró resucitarla.

Retomar el análisis del modelo de juego del Barcelona sería poco original y un desafío a la creatividad que ya parece truncada ante tanta profundidad de un estilo que no necesita atributos. Por eso, la exhibición de once galácticos con una sencillez superior precisaba un análisis supremo  que justificara semejante arribo a la cumbre, excediendo a una manera de jugar que aúna los extremos de belleza.

Allí aparece John Wooden, un entrenador que medio siglo atrás pasaba en limpio los axiomas básicos que un equipo necesita para llegar al éxito máximo. No quedan dudas, el Barça de Guardiola logró acometer cada ladrillo que hace a la perfección de un grupo de trabajo.



 Pensar en cada uno de estos cimientos es resucitar el proyecto Barcelona. La aspiración de desbordar un nombre pasó a ser cotidiano. Suena imposible poder observar la obra maestra de Wooden y no imaginar aquella postal en Wembley de decenas de personas (psicólogos, jugadores, asistentes, entrenadores, médicos, etcétera) infundadas en un abrazo eterno con un mensaje evidente: “todos juntos lo logramos”. No fue una imagen insulsa, influenciada por un título tan importante que enmienda cualquier aspereza. En los momentos más difíciles, todos estuvieron allí.

“Había jugadores en mejores condiciones que yo”. El capitán del que posiblemente sea el mejor equipo de la historia, Charles Puyol, da otra cátedra de espíritu de equipo. Sin peros, sin objeciones, se suma a un engranaje perfecto de lealtad y cooperación y deja de lado cualquier ego implícito.

Por último, una demostración más del motor del modelo, Jósep Guardiola, quien cumple a rajatabla la definición del entrenador estadounidense de dar constantemente el máximo: “Jugando como en 2009 quizá no ganemos”. Terminante, inalterable a una cultura innata, el director técnico exhibe una ejemplar capacidad de progreso. Otra marca registrada de un equipo que, lejos de contemplar rivales, basa su modo de existir en la auto superación constante.

De pie señores, el FC Barcelona es campeón de Europa. Como si no hubiera sido suficiente con semejante estímulo a la vida, el capitán Puyol le sede la recepción de la copa a Eric Abidal, protagonista de una historia llena de obstáculos y discriminación.  El universo se arrodilla a sus pies. Wooden estaba en lo cierto: esa pirámide es el mejor camino hacia el éxito

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viernes, 27 de mayo de 2011

El mágico reencuentro con Wembley

El 20 de mayo de 1992, cuando el mundo se iniciaba en la revolucionaria era comunicacional, un Barcelona sólido pero muy distinto al contemporáneo arribaba a Wembley. El mismo sueño que hoy, ganar la Champions League, gravitaba entre los blaugranas. Allí estaban Jósep Guardiola y Andoni Zubizarreta, el número diez y el arquero y capitán respectivamente, entusiastas por un debate que se convirtió rápidamente en apuesta. Los pilares catalanes deliberaban fervientemente, en el entrenamiento previo al partido, acerca de cuántos escalones debían transitar en el camino a la entrega del trofeo. Todo un acertijo que lucharían por descifrar.
A 19 años y escasos días de aquella final de la Copa de Campeones disputada entre Barcelona y Sampdoria, Wembley se reencuentra con los españoles. Fueron casi dos décadas donde reinó la coherencia y triunfó un estilo. Cuando el fútbol y el capitalismo se vieron inmersos en un mismo destino, el Barça apuntó hacia otro camino, mucho más largo pero meritorio a la vez, y la hegemonía de una identidad sometió a cualquier individualidad a adaptarse o marcharse.  Discípulo de las grandes exhibiciones y con el disfraz de máximo favorito, así llega el conjunto catalán al santuario inglés. Devoto a una idiosincrasia que se convirtió en referencia mundial.
En la otra vereda, el Manchester United exhibe un sigiloso presente, apoyado por la espectacularidad de su rival. Posiblemente con el raro anonimato a su favor, el equipo de Álex Ferguson seguramente se asemejará más al esquema que planteó frente al Arsenal (con solamente el 28% de posesión, pero con una eficacia sublime), que el que  sucumbió al Shalke 04 (con más de 700 pases a destino que marcaron el camino en la serie). Con transiciones inmejorables que evidencian una determinante vía de ofensiva eficiente, el conjunto inglés tiene motivos suficientes para dar el zarpazo. En defensa, la excelencia del Barça obliga a negar el pase interior, intuir constantemente para intentar interceptar y tener los cimientos sólidos para variar continuamente el estilo defensivo (presión intensa, repliegue total, achiques certeros, etc.).
Son los mejores, de eso casi no hay dudas. Son los campeones recientes  de dos de las ligas más prestigiosas del mundo. Ambos prevalecen su estilo, por encima de la excentricidad de un encuentro y de la majestuosidad escénica. ¿Posesión vs contraataque? Es un duelo que se planteó durante toda la semana, pero que es tan incierto como el desenlace.
Mientras tanto, Guardiola y Zubizarreta vuelven a Wembley; ahora como entrenador y secretario deportivo. Ambos fueron gestores esenciales de esta revolución del fútbol promovida por el Barcelona. Fueron 32 los escalones que recorrieron aquel 20 de mayo del ‘92 para levantar la Copa de Campeones. Esta vez hubo remodelación del estadio. La oportunidad de volver a contarlos se convirtió en un sueño posible.

Guardiola y Zubizarreta, en la cumbre

martes, 24 de mayo de 2011

Un domingo de mayo como nunca antes visto

Hay quienes tienen la convincente teoría de que la cronología histórica avanza en forma de hélice o tirabuzón. Es decir, cada tanto, existen sucesos que vuelven a transitar sobre un mismo eje contextual. La atmósfera puede variar en cierta forma, también algunos complementos secundarios, pero el foco de la cuestión reincide una y otra vez sobre la misma esencia. Pasa en un país, en una sociedad y, algunas veces, también pasa en el propio fútbol.

El domingo fue, para el mundo que rodea a la pelota, un día repleto de nostalgia. A pesar de que el último día de la semana sea propicio para este tipo de sentimientos, esta vez había otros motivos en juego. El mismísimo fútbol, siniestro para algunos y misericordioso para otros, se encargó de invocar algunos fantasmas que para muchos ya habían quedado en el pasado. River y San Lorenzo fueron los protagonistas de este eje histórico, de esta crónica de un empate inoportuno, que otra vez puso a las fieras en llamas y volvió a cobrarse varias víctimas.

Nuevamente en el mes de mayo, de nuevo un empate que para unos es positivo y para otros el infierno mismo, otra vez en el Monumental, y una vez más un clima hostil que avasallaba desde las tribunas. En el otoño del 2008, los Millonarios definían la serie de octavos de final de Copa Libertadores, como local. 
Vencían 2 a 0 a un San Lorenzo desorientado, que con 9 jugadores orillaba la resignación. Repentinamente, en sólo cuatro minutos, cuando corrían los 24 del segundo tiempo y todo parecía sentenciado, apareció un delantero con traje de superhéroe y con dos goles fascinantes empató el partido y le dio la clasificación a los azulgrana. El Judas de aquel 7 de mayo fue Gonzalo Bergessio, autor de dos goles y promovedor de una jornada con tintes hazañosos.

Esta vez el contexto fue distinto, pero la esencia y las infinitas coincidencias revalidan la teoría del avance cronológico en forma de hélice. Como si el estadio, el mes, el resultado y el ambiente no fueran suficientes, River también se encontró inmerso ante la difícil situación, tanto en el 2008 como el último fin de semana, de venir de perder el superclásico.

 Con  Juan Pablo Carrizo como principal damnificado y con un equipo joven plagado de presiones, el conjunto de Núñez se encontró sofocado ante un marco problemático promovido por la difícil situación de los promedios.

Lleno de condimentos, un silencio atroz que personifica el martirio y cientos de gritos en repudio a un equipo que carece de buenos resultados y sufre las consecuencias. Así vive River este presente. Un  presente que para muchos se repite cada unos tantos años, en forma de tirabuzón, y, para otros se presenta de manera de línea de tiempo: los engorrosos promedios hacen agonizar al mundo River. Como nunca. 


miércoles, 18 de mayo de 2011

Las naturalidades que precisan objetarse

Su mirada atenta y curiosa no se perdía detalle alguno. Sus oídos, tan minuciosos como sus retinas, se regodeaban ante tantas grabaciones que su laboriosa exploración se encargaba de contribuirle. Roberto Santoro forma parte del cautivador mundo de la literatura nacional al que alguna vez hay que sumergirse antes de tirar la toalla. Entender la historia del fútbol argentino sin leer su obra “Literatura de la pelota”, es tan difícil como tener éxito frente al Barcelona teniendo un equipo largo y dilatado a la hora de defender. Su incansable búsqueda de la verdad fastidió a cierta gente durante la última dictadura militar y le otorgó al escritor el peor de los finales: fue secuestrado en 1977 y hasta el día de hoy continúa desaparecido. Pero, ¿qué pasaría si el rey de los curiosos se presentara en la actualidad y tuviera el interés de investigar sobre el presente del fútbol argentino? ¿De qué trataría su crónica?

En tiempos donde las acciones en el verde césped pasaron a un relegado segundo plano, el entorno del fútbol nacional se ve afectado por un clima insólito; la propia pelota también sufre las consecuencias. El domingo pasado se disputó un nuevo  y renombrado superclásico. El enfrentamiento entre Boca y River dejó infinitas deducciones en lo que va de la semana; y ninguna incluye directamente al juego en sí. Decisiones arbitrales, episodios extraños dentro del campo, suspicacia ante los movimientos de la gente en la tribuna y demás situaciones que rebasan al rectángulo de cal.

“Hay que tratar de sacar la pelota del escritorio y acercarla nuevamente a las canchas”,  ansió alguna vez César Luis Menotti. Como si la presencia de la esférica corriera peligro en las oficinas, el martes por la noche el Presidente de River Daniel Pasarella sucumbió ante el titular de la AFA Julio Grondona: “le pedí que renunciara”. Nuevamente el entorno del fútbol disfrazó de protagonista a un entredicho dirigencial que no hace más que perjudicar al deporte mismo. La pelea se mediatizó, se sumaron intérpretes y poner en tela de juicio al deporte más popular del mundo pasó a ser el primer objetivo.

La inyección de vigor que le dieron los medios y la engorrosa situación en los promedios por la que atraviesa el equipo de Núñez solamente ampliaron la repercusión de las polémicas. Un par de desaciertos de Patricio Lousteau en el superclásico prolongaron el perjuicio.

La convocatoria de Carlos Tevez a la selección, las contradicciones de identidad que sufre el equipo de Sergio Batista y la crisis futbolística nacional que se simboliza en las canchas todos los fines de semana quedan olvidadas frente a tal inmersión política.

Roberto Santoro lee el diario abrumado y retoma su incansable tarea de preguntar: “¿River y Huracan en peligro de descenso? ¿Qué pasó con la supremacía de los Millonarios y aquella memorable delantera del Globo del 73 (Houseman, Brindisi, Babington, Avallay y Larrosa)? ¿Promedios, qué es eso? ¿La selección hace 20 años que no gana un título? ¿Y qué pasó con los Carasucias de Lima?

El mítico escritor se encontraría ante el difícil cometido de desnaturalizar ciertas cosas que hace muchos años se convirtieron en habituales. La pelota reside en los escritorios, la Selección Argentina ya no tiene un estilo patente y el mundo que rodea a la esférica se disputa en una lucha cotidiana entre el negocio y el deporte en sí. Mientras tanto, me vuelvo a preguntar, de qué trataría la crónica de Santoro en el presente; nunca tendré la suerte de responderme. Aunque, seguramente,  se cuestionaría lo que ya se volvió natural.


lunes, 16 de mayo de 2011

El guionista que prolongó el mito por once años

Corría el 25 de octubre de 1997 y el fútbol despedía a un mito viviente; el mejor jugador de todos los tiempos colgaba definitivamente los botines. La escena de Diego Armando Maradona en su último partido como profesional ocupaba el papel protagónico del mundo entero. Y, en un segundo plano, Boca le ganaba a River por 2 a 1. Un anónimo número 9 platinado hacía un gol; el primero de una infinita historia.

Por esas casualidades de la vida, esos curiosos sucesos que cada tanto el destino se encarga de propinar, el mismo día que se retira el número 10 de la escuadra Xeneize, hace su primer gol en un superclásico Martín Palermo. Insólitas coincidencias que personifican dos vidas plagadas de extravagancias y asombros.

La cronología del mundo Boca se veía influenciada por un par de sucesos que perturbaban el clima azul y oro; ése día de 1997, la singularidad de dos alocados revolucionaba el Monumental. El más grande de todos los tiempos que se iba para siempre; y un flaco desgarbado, con cara de loco, llegaba de Estudiantes de La Plata con hambre de gloria pero sin mucho reconocimiento. La insólita coincidencia de, además, enfrentarse al eterno rival de Núñez hacían de la ocasión un escenario inmejorable: una célebre despedida para el mejor de la historia, y un origen sublime para un desconocido optimista del gol.

Entre un llanto que reunía lágrimas del recuerdo, tristeza de un final y emoción por otro mítico capítulo de vida, Martín Palermo festejó el último domingo un nuevo gol ante la escuadra riverplatense; el último en su prolongada cronología. La nostalgia se vistió una vez más de protagonista, cuando el número 9 miró al cielo y, entre millares de hinchas eufóricos que encarnaban con la ovación un eterno agradecimiento, se dio cuenta que todo estaba terminando. Las locuras, los récords, los festejos, los superclásicos, las copas, las lesiones,  los accidentes. A pesar de que todavía queden escasos partidos, la época como jugador lo topó con su episodio final. Como una obra que el destino se encargó de moldear, el Titán abrió su racha goleadora frente a River en su primer encuentro, también con un gol de cabeza, de la misma manera que 14 años después se encargó de estampar; sofocado por un final al que parece nunca querer arribar.

“Ya no puedo pedir nada más”, suspiraba el grandote con los ojos cristalinos tras su último gol en un superclásico. El mismo grandote que en 1997 arribaba ofuscado, entre el interés de Boca y  su disputa con los Barros Schelotto, quienes también llegaban al club con la misma contradicción. Sigiloso, fue obteniendo poco a poco la idolatría de la gente. “El optimista del gol”, lo llamó Carlos Bianchi. “Palermo, Palermo”; la melodía, perfecta y cotidiana, desciende de las gradas, y un sinfín de aplausos concluyen la conmovedora demostración de afecto.

La vida del Titán parece estar elaborada por el mejor cineasta. Decenas de sucesos históricos sellaron su carrera. Todo suscita la presencia de un goleador que quedará en la historia del fútbol argentino. Al igual que Maradona, podrá llevar su trayectoria a la pantalla grande. El último capítulo de Diego fue aquella memorable jornada de octubre en el Monumental. Palermo podría comenzar desde allí, y continuar con la historia de un mito viviente que nació en 1997.

viernes, 13 de mayo de 2011

Zanetti y la excelencia de la siembra y la cosecha

 Las noches de concentración muestran a un veterano que sobresale del resto por su constante algarabía. Sincero, cordial, espontaneo, amable. Todos los adjetivos detallan a la perfección a Javier Zanetti. Un jugador que hoy ingresa a un reducido grupo; el de unos pocos que tuvieron la suerte de llegar a los 1000 partidos como profesional. ¿Suerte? No. Disciplina dentro y fuera de la cancha, respeto, capacidad de liderazgo, persistente laboriosidad y cientos de detalles que, a largo plazo, suman mucho más que mil.

El difícil mundo del fútbol presenta mucho más de mil ambiciones que llevan a la debacle. La fama promulga ese camino oscuro y con fecha de vencimiento inmediata. Allí, con menos de 20 años, el Pupi Zanetti empezó a forjar los majestuosos mil partidos como profesional que más tarde lograría rebasar. ¿De qué manera se logra eso? Siendo simplemente un juvenil, el actual capitán del Inter se cuidaba como si fuera un veterano. El joven predecía que comiendo sano, durmiendo las horas suficientes y trabajando lo necesario haría la diferencia para entrar al acotado clan de los premiados por los diez centenares de encuentros.

Talleres (RE), Banfield, Inter y la selección argentina. “Yo quiero tener un millón de amigos”, dice Roberto Carlos en su letra, Zanetti sin dudas que lo logró. La misma constancia de siempre, el respeto infranqueable hacia sus pares y, nuevamente, una disciplina que genera idolatría. Mil alegrías apoyadas en 19 años de carrera, decenas de goles y cuantiosos campeonatos; algunas penurias fundadas por dolorosas ausencias en los dos últimos mundiales o por resultados adversos que siempre dejan un gusto amargo.  

Un estilo patente que evidencia su dedicación también adentro del campo. El surco por la banda derecha se convirtió en una loable costumbre. “El tractorcito” lo bautizaron sus compañeros. Su constante dinamismo en el verde césped no permite otro sobrenombre. Mil relevos, mil ajustes, mil ofensivas y de vez en cuando algún gol.

La Fundación Pupi le puso el broche de oro a una carrera que todavía le quedan varios giros. El contrato hasta el 2013 con el Inter y la confirmación para la próxima Copa América lo pronostican: todavía hay Zanetti para rato. El mil, simplemente una pausa para ratificar a un capitán de la vida. Felicitaciones Pupi, tu siembra durante casi dos décadas fue estupenda; tu cosecha será inter,minable. 

martes, 10 de mayo de 2011

El Manchester y una misión que parece posible


En tiempos donde el mundo del fútbol atesora a un equipo de ensueños, el Manchester United de Alex Ferguson se enfrenta a un Barcelona inexpugnable por la consagración del mejor equipo del fútbol europeo. La ilusión es inevitable. La copa de la Liga de Campeones se ve a la vuelta de la esquina; sin embargo enfrentarse al equipo de Guardiola parece misión imposible ¿Hay manera de vencerlo sin modificar el estilo propio? Los diablos rojos certifican razones suficientes. Wembley espera deseoso.

El modelo de juego del Manchester United parece evidente. Los carriles de circulación se ven alimentados por la técnica prodigiosa de todos sus hombres. Con una inteligencia admirable, el equipo inglés sabe claramente cuándo estimular la vertiginosidad en el ataque y cuándo limitarse simplemente a hacer posesión. Tiene los recursos para ambas situaciones. La laboriosidad de Ferguson explota todas estas virtudes ofensivas.

Sin embargo, más allá del gran funcionamiento, el equipo de Guardiola ha demostrado en incontables ocasiones su predominio ante estilos de juego bien acondicionados, como el de la escuadra roja. Entonces, ¿De qué manera puede el Manchester United imponerse ante la excelencia española? La máxima ambición pasa por dominar con el modelo patente del equipo  por encima del método rival. Con el Barcelona parece una utopía. La única fórmula aparenta estar robándole la tenencia de la pelota. Sí, ya sé, nuevamente misión imposible. Constante movilidad, precisión perfecta, pases filtrados, ocupación racional de los espacios, axiomas determinantes para lograr con el cometido.

Una de los grandes principios del barça con la posesión pasa por saturar en el juego interior, para luego romper esquemas con puñales por las bandas, que casi siempre terminan en peligrosas situaciones de gol. Todo lo contrario a lo que hace el resto de los equipos, que utilizan el eje de cancha como un rápido proceso de transición y no como una ardua producción de ofensivas. Por eso, el conjunto español aleja a todas las defensas del libreto original: ser compactos y cerrados. Parece una locura, pero lo que en todos los equipos es un concepto básico, contra el Barcelona pasa a ser pecado. Ya que al tener una defensa cerrada, los alfiles por las bandas (delanteros, volantes o laterales) terminan haciéndose un verdadero picnic. Por más que los mediocampistas o los propios hombres del ataque colaboren en defensa, la superioridad de los catalanes siempre termina prevaleciendo si la defensa continúa cerrada. Por eso, en defensa, no hay más opción que evitar el pase interior y ejercer una presión prudente. Sí, otra vez, misión imposible.

El Manchester de Alex Ferguson tiene las armas necesarias para coronarse en el templo inglés. Una solidez defensiva admirable, tremenda efectividad goleadora, copiosa experiencia en partidos decisivos y un funcionamiento que, hasta hoy, no tuvo disputa. El 28 de mayo se acerca. El favorito es indiscutible. Pero, para los diablos rojos, no parece haber misión imposible.


viernes, 6 de mayo de 2011

A la meca del fútbol con un estilo patente

Salir jugando desde el fondo pudo haber sido en algún momento una fatalidad que lleve al destierro de Wembley.
La cultura del juego asociado es mucho más que un estilo eficiente para el Barcelona de Guardiola. Los carriles de juego no se aceitan simplemente de mitad de cancha en adelante. No importa el rival, las condiciones, ni el resultado; defensores y arquero tienen la obligación de ser parte de la progresión mediante pases. En el encuentro frente al Real Madrid quedó más que claro.

Un 2 a 0 a favor en el global que no exigía correr riesgos. Una lluvia torrencial que parecía perjudicar al mejor sistema del mundo. Una polémica semifinal de Champions que simbolizaba la gloria máxima. Ahí estaban los de azul y rojo, refutando en el verde césped el famoso mito que garantiza que con lluvia no se puede jugar bien. Arriesgando, como de costumbre, logró forjar una jugada que personificó el arte conceptual.

En un contexto victorioso, y en condiciones inhóspitas, el clan Guardiola demostró una vez más su cultura heterodoxa. El gol que Pedro se encargó de decretar  fue un tejido invisible que los defensores y el propio arquero se ocuparon de hilar. Riesgosos y osados la primera línea del barça también tiene la personalidad de progreso mediante el pase arraigada en la esencia.

 Todos juegan, todos marcan, todos corren. La sincronía se asemeja a la perfección. Cuando todo parecía uniforme, el Real Madrid sorprendió con el 1 a 1. La gestación del gol devino del juego audaz que presentan los catalanes; una vez más el Barcelona comenzó a entrelazar esa red impalpable de pases filtrados y descompresiones; otra vez la emprendió muy cerca de su arco, pero en esta ocasión uno de los pases falló y la eficacia merengue sentenció el empate. Por un pequeño lapso pudo haber un temor por desaprovechar el acceso a la final de la Copa de Campeones en Wembley, Inglaterra.

Nunca hubo un titubeo. A pesar de que los merengues se pusieran a dos goles del pase a la final, el Barcelona siguió exhibiendo su eterna formación. Lluvia, rival y resultado no fueron impedimentos para renunciar a un concepto patente. El estilo siempre se mantuvo. La suspicacia ante el error parece mala palabra en el diccionario catalán. Allí está la fórmula. Devoción a un modelo de juego de ensueños. No alterar la ideología a pesar de un error. Y, sin excepciones, salir jugando desde el fondo, la única forma de llegar a la meca del fútbol: Wembley.

Gestación del gol de Barcelona desde el origen

Error en el pase y gol del Real Madrid

martes, 3 de mayo de 2011

Una maquinita llamada Vélez Sarsfield

Las frías tardes otoñales del fútbol argentino presentan un matiz evidente. Son 19 equipos que, urgidos por la necesidad de los resultados, intentan fallidamente jugar un fútbol vistoso y eficaz, pero se ven damnificados por la lógica irregularidad que de manera insólita se presenta todos los fines de semana en alguna cancha del fútbol local. Ante tantas crueles certezas, hay un equipo que excede a la cruda realidad. El Vélez de Ricardo Gareca unifica a la perfección eficiencia con buen fútbol.

Un combo que parece estupendo. La eficiencia se manifiesta claramente en las circunstancias actuales por las que atraviesa el equipo de Liniers. Único puntero en el torneo local, mostrando partido a partido solidez y excelencia. Férreo en la Copa Libertadores; de menor a mayor, sacando chapa de candidato en los encuentros claves, el conjunto de Gareca se encuentra en una inmejorable posición con un 3-0 frente a Liga de Quito con sensación de sentencia.

El buen fútbol parece un trámite para el equipo de Liniers. La importancia de los resultados, los colosales escenarios y el prestigio de los rivales no parecen ser impedimentos para afectar a un modelo de juego plagado de variantes. Vélez supo encontrar a la perfección una relación ideal entre vertiginosidad y posesión. Tiene los jugadores más adecuados para adaptarse a ambos estilos. Además, logró un admirable equilibrio defensivo que, sumado a la efectividad de sus delanteros, parece una fórmula letal.

En tiempos donde la Argentina carece de buen fútbol, ¿Por dónde pasa el éxito velezano? ¿Acaso Gareca encontró los jugadores más oportunos? ¿O bien el proyecto a largo plazo al que apostó Vélez es una siembra de cosecha ilimitada? Todo parece  indicar que los riesgos que corrió el club de Liniers al mantener por tanto tiempo a un mismo entrenador es determinante en el éxito presente.

Las frías tardes otoñales pasan desapercibidas cuando el equipo velezano da pinceladas de estética sublime en el verde césped. Un sueño con indicios alucinógenos se esparce por Liniers: la posibilidad de la doble corona (Copa Libertadores y Torneo Clausura) empieza a ser una ambición. El destino sentenciará la cuestión; mientras tanto, la maquinita de Ricardo Gareca, que a principio de año parecía quedarse sin combustible,  continúa a paso firme.
  

lunes, 2 de mayo de 2011

El fútbol, una excusa entre el chupete y la fama

"La vida por el fútbol”. Concepto recurrente que muchos fanáticos emplean, simbolizando su persistente lucha por triunfar en lo que aman. Incansables. Estoicos en una lucha que tiene como anhelo principal llegar a primera división.  Confundidos por la influencia paternal y por la refulgencia de los flashes, pequeños talentos emprenden un camino repleto de sueños sin ninguna certeza futura, pero con varias posibilidades de tropiezo; la algarabía del éxito frente al suplicio del fracaso.
                                       
Nikon Jevtic es un joven serbio nacido en 1993. Su niñez no trasciende bajo los parámetros normales de un jardín de infantes, un cumpleaños repleto de amigos o una piyamada grupal. Su corta e intensa biografía estuvo acotada a una única y fascinante pasión: la pelota. Su hermano Néstor, dos décadas mayor que él, advirtió desde muy chiquito sus cualidades en el fútbol. Y, con tan sólo 4 años, lo inició en la vehemencia de agobiantes entrenamientos diarios con el único objetivo de trascender como crack en las grandes ligas europeas.

El chico fue creciendo, entre la cruda realidad de no conocer un aula y la incesante pasión que estimulaba periódicamente con su hermano. Con menos de diez años, ya había formado parte de la cantera del Arsenal de Inglaterra, el West Ham, Austria de Viena, el Stuttgart alemán y el Valencia de España. Su biografía siempre tuvo un entorno mediático.

El joven reencarnó día a día una laboriosidad propia de un adulto responsable. No solamente se encargaba de progresar técnicamente con la pelota bajo el mando de su hermano, también entrenaba con su equipo y, en los tiempos libres, estudiaba inglés, alemán y serbocroata con su hermana Milly.

Con una técnica prodigiosa y una pegada sublime, Nikon siguió dando que hablar. A los 13 años firmó un contrato opulento con el Shalcke 04, para decepción de Bayern Munich y PSV Eindoven, quienes también se disputaban la contratación del menor.

Toda su vida marcha bajo la realidad ambigua que limita el derecho de los niños ¿Era consiente a los 4 años de la difícil decisión de no ir a la escuela? Su historia está repleta de estas situaciones: decisiones que los mayores se encargaron de tomar por él, de las cuales hoy el joven está totalmente agradecido.

En este contexto, Nikon Jevtic, actualmente con 17 años, defiende los colores de la sub 18 del FK Austria Wien. Dicen algunos eruditos que el éxito pasa por la íntima satisfacción lograda al saber que se hizo lo mejor que se pudo, es decir por dar el máximo. Tal vez para este joven el éxito pase por otro lado; pero hay dos cosas de las cuales debe estar seguro: dio el máximo desde que nació, y, más allá de todo, dio la vida por el fútbol.