lunes, 1 de agosto de 2011

Argentina y sus errores, a más de una semana del fin de la Copa América

Con la mente un poco más fría, pero con el mismo dolor que el minuto posterior a la eliminación, observar a lo lejos  las consecuencias de la Copa América puede clarificar algunas realidades, que hace una semana atrás pasaron desapercibidas. El fútbol, inigualable productor de revanchas, dejó tantas amarguras como enseñanzas patentes. Para no incurrir en los errores, vale la pena evidenciarlos.

Es lógico, recaer nuevamente en la palabra proyecto parece tedioso y carente de creatividad. Entonces, procurando no insistir, podría innovar el mensaje. Las categorías juveniles son, en todo proceso, un eslabón fundamental que marca a las claras la esencia de un programa. Intentar formar un equipo sin la cohesión entre primera división e inferiores es tan difícil como pedirle el máximo de su rendimiento a un motor que tiene sólo seis cilindros en funcionamiento. Mientras la selección mayor se dirimía entre un estilo que no aparecía y los tan necesarios resultados, un combinado nacional sub 17 mostraba el peor de los reflejos  en el mundial de la categoría. La Copa América plasmó ese déficit con números.

La crítica hacia el cuerpo técnico ya parece desgastada y prácticamente infructuosa. Sin embargo, examinar las acciones dirigenciales, sí denota un propósito productivo. Rápidamente, a pocos días de la eliminación del torneo, la desafectación de Sergio Batista se convirtió en un lógico primer paso. Luego, con el apuro característico e innecesario argentino, los dirigentes optaron por Alejandro Sabella. Más allá de los gustos, la decisión no se discute. Lo que sí es motivo de debate, es esa necesidad por la inmediatez, por evitar escuchar a varios entrenadores y sus proyectos y decidir presurosamente por la valía de un currículum. Éste detalle también se cobra en resultados.

A la larga, cuando los objetivos carecen de claridad, el destino te termina pasando factura. Para Batista, nunca estuvo nítido si dentro de las aspiraciones del seleccionado nacional estaba ganar la Copa América o formar una base de cara al Mundial. Por otra parte, el bamboleo entre lo que quería la gente y lo que pretendía el entrenador dejó en manifiesto a un conjunto con alto déficit de convicciones.
Por último, por más doloroso que suene, tomar el ejemplo de Uruguay es sinónimo de adelantos.  No se trata de jugar como Uruguay ni procurar calcar su método de entrenamiento,  la lección pasa por otro lado: inmenso espíritu colectivo, invaluable grado de identidad y una unión grupal suprema. Todo esto sumado a resultados provechosos en categorías juveniles (segundo en el Mundial Sub 17 y la clasificación a los Juegos Olímpicos),  merece observarse con respeto y copiar algunos detalles fundamentales.

Entonces, a más de una semana de la finalización de la Copa, todo parece más racional. Argentina fue un merecido eliminado, Uruguay fue un justo campeón y  el fútbol continúa dejando enseñanzas. La pelota pocas veces favorece injusticias. La localía y la camiseta brillante ya no son fundamentos para los goles. Pasa el tiempo y todo sigue indicando que el trabajo metódico es la única solución. 

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