jueves, 4 de agosto de 2011

Tres meses de locos que nada cambian

Me fui de vacaciones a una isla desértica por tres meses. Decidí desconectarme de todo, incluido del deporte más popular del mundo, no escuché, leí ni miré nada que tenga que ver con el fútbol. Hoy volví al país. En Ezeiza ya noté algo extraño. Me freno en un quiosco; “Vamos a volver” decía la tapa de un diario y la cara de Matías Almeyda ilustraba el textual. Sufro por dentro, en un segundo caigo en la realidad de los últimos meses. Leo otro apartado: “Julio, ¿no habrá llegado la hora?”. Eso sí que es una sorpresa para mí, los periodistas cuestionando abiertamente y sin temor al máximo exponente de la Asociación del Fútbol Argentino. Pregunto, me informo, me cuentan de un torneo fusionando la B Nacional y la A, un cambio rotundo programado en un par de horas y una revolución que dio marcha atrás al asunto. En fin, me cuentan que Grondona quedó mal parado. ¿Qué pasó en los últimos tres meses? ¿Qué cambió en el fútbol argentino?

Pasa un día y las noticias me acechan como una catarata de sorpresas. El primer análisis se lo lleva el torneo local que empieza mañana. Va a ser raro un Apertura sin superclásico. Si es difícil entender algunas cuestiones habiendo sido testigos, más difícil aún es intentar comprenderlas sin haber presenciado los hechos, casi una misión imposible. Lo cierto es que River, Gimnasia, Rosario Central y Huracán ya son parte de la segunda categoría y, por más que el nivel de la B Nacional siempre haya sido distinguido, la valía de equipos de renombre realza la competencia.

Pregunto sobre esa rara fusión de la que me hablaron. ¿La primera y la B, juntas? “Todo político, como siempre”, me contestan indignados. Analizo con la extraña ventaja de observarlo desde afuera; tres meses desconectado propagan ese beneficio. Llego a una conclusión que me pone contento: el principal propulsor de la pelota no es la economía, sino la gente. Quedó demostrado, los hinchas rigen al fútbol y no todo pasa para Don Julio Grondona; su pedestal se tambalea entre malas decisiones.

Lo de la selección ni lo consulto. Veía venir hace varios meses este oscuro final. Los entrenamientos y los discursos de Batista preveían un final así. La rápida elección de Alejandro Sabella tampoco es ninguna sorpresa. Tres meses en off me ayudaron a darme cuenta que acá todo es así: inmediato, erróneo y recurrente.

El fútbol argentino tiene la peculiar capacidad de transformar extravagancias en situaciones normales. Las malas decisiones siguen abriéndose paso. El fútbol sigue en ese ciclo dañino que amenaza con ser eterno. Ya nada sorprende, inclusive habiendo estado desenchufado del mundo durante tres meses de locos.

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