jueves, 25 de agosto de 2011

Independiente cayó abatido pero con algo en los pies


“¡Ganemos, sea como sea ganemos!”. Las paredes del túnel previos a ese rectángulo de cal, refugio de celebridades, hacen eco de una terminología casi sistemática. Por inercia,  el referente requiere una y otra vez algo que parece convincente, pero que, analizándolo, carece de fundamentos. Se trata de salir a vencer. “Esto es una final”, asegura, dejando en claro que acá se juega de otra manera o, por lo menos, procurando exhibir la presencia de un condimento extra. ¿Acaso jugar una final excluye a un equipo de continuar con lo que se venía realizando hasta acá? ¿En algún lugar de la estratósfera alguien sabrá qué abarca ese “sea como sea”?

Anoche, Independiente disputó la final de la Recopa frente al Inter de Porto Alegre, en Brasil. El fútbol, a veces injusto, ostenta su máxima expresión emotiva en una final. Sin embargo, aunque parezca imposible, se puede jugar un encuentro con alto grado emocional y no renunciar a la identidad del equipo. Independiente perdió otra copa, la segunda en un mismo mes. Pero no renunció a su esencia. Fue fiel a su manera de ser. Jugó a lo mismo que en algún momento lo consagró campeón sudamericano. Y, tal vez por suerte o por mera decisión del destino, salió subcampeón porque unos centímetros de diferencia entre la zurda potente de Maxi Velázquez y el poste concluyeron la cuestión. No pudo ser.

Entre morir con las botas puestas y vivir, muchos prefieren vivir. ¿A qué precio? Parece prácticamente imposible nivelar un argumento en la balanza de los resultados. Seguramente, gran parte de los fanáticos del fútbol prefiera los resultados. “Estoy tranquilo”, aseguró Antonio Mohamed tras la derrota de anoche. De eso se trata. Se puede ganar a cualquier precio, se puede vencer renunciando a los ideales. El problema será cuando la pelota pegue en el palo y salga afuera. Allí la conciencia exigirá una explicación, porque se abandonó lo que se venía pretendiendo.

Es probable que anoche las paredes del túnel del Estadio Gigante da Beira Río hayan resonado, por enésima vez, ante la popular frase pre partido: “ganemos sea como sea”. Fue sólo por inercia. Porque en la cancha, Independiente no ejerció el “sea como sea”. Fue coherente con su esencia. Fue genuino, la pelota se fue por pocos centímetros, no levantó la Copa pero terminó tranquilo. Porque cuando  de morir se trata, lo único satisfactorio es hacerlo con las botas puestas.

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