Me encuentro en un bosque de árboles frondosos y espléndidos. A lo lejos, veo a un hombre procurando cortar uno de ellos con una sierra.
Me acerco e inicio el diálogo -Disculpe, ¿Qué está usted haciendo?-
-¿No lo ve?- responde ofuscado- ¡Intento cortar éste árbol!
- Lo noto muy cansado. Perdón, ¿cómo se llama?
-Llámeme Señor Asociación- vocifera el hombre fastidioso.
-Señor Asociación, ¿Hace cuánto está trabajando en éste árbol?
-Unas siete horas.
-¿Por qué no se detiene un instante a afilar la sierra?- Le pregunto-. Estoy seguro que, de esa manera, su trabajo sería mucho más eficaz.
-No tengo tiempo. Debo terminar de cortar éste árbol.
La fábula refleja a la perfección el presente de la Asociación del Fútbol Argentino. Una terquedad característica de un grupo de personas sumergido en el engorroso mundo de las conveniencias propias. Un mundo que, de la misma manera que un espejismo, crea una ilusión que termina siendo irreal. Ésa ilusión pasa por pensar que, acortando el camino y soslayando la honestidad, los beneficios personales a corto plazo serán infinitos. Posiblemente haya algunos, pero la gallina de los huevos de oro se morirá en el intento.
Un comunicado de la Asociación del Fútbol Argentino informaba anoche del proyecto para el próximo año de fusionar en un solo torneo la Primera división con el Nacional B. La impresión anticipada del 99 por ciento de los seguidores del fútbol argentino era: “los dirigentes buscan sus propios privilegios y no los que favorecen al fútbol en general”. Posiblemente ese 99 por ciento esté en lo cierto; los titulares de los clubes pretenden los que les favorece. Sin embargo, no lo consiguen.
Alguna vez un gran entrenador manifestó: “Si el pillo supiera lo conveniente que es ser leal, de puro pillo se volvería leal”. Es evidente, esta decisión, como tantas otras, favorece a un acotado grupo de dirigentes dentro de la asociación; pero sólo a corto plazo. La economía, determinante en ellos, será rentable al principio. Luego, caerá en el mismo precipicio que viene abatiendo hace varios años al seleccionado nacional. Del mismo modo que el fútbol local; se sabe, nivelar para abajo siempre fue sinónimo de perjuicios, en el deporte y en la vida.
La pelota sigue girando en el mundo del “Todo Pasa”. Pasan los entrenadores, los métodos contradictorios, los mentirosos proyectos a mediano plazo y un sinfín de decisiones ilógicas. Y el fútbol sigue, abatido por un seleccionado que olvidó el sentido de pertenencia y maltratado por la competencia local que continúa en un brusco proceso de deterioro.
Hace aproximadamente un año, César Luís Menotti manifestó: “saquemos la pelota del escritorio, traigámosla nuevamente a las canchas”. Pasó mucho tiempo y nada cambió: la redonda continúa en el escritorio y los dirigentes siguen procurando cortar el árbol. Por ahora, no tienen tiempo para afilar la sierra, no son lo suficientemente pillos.
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