Es cierto, cuatro días es poco tiempo. La Argentina mostró demasiados desajustes, el viernes, frente a Bolivia, como para pretender presentar un proceder totalmente antagónico e ilusionante. Las pretensiones no pasan por desmerecer la valía de un proyecto; sabemos, son los que determinan el destino de un equipo. Sin embargo, siempre hay oportunidades de cambios, inclusive con las presiones con las cuales convive el equipo de Sergio Batista.
Cambiar la mentalidad: eficiente primer paso. Lograr transformar lo negativo en potencial es parte de una modificación rotunda con interesantes aspiraciones. Modificar el eje contextual, buscando jugar con autodeterminación; distinto a informalidad. Entender la presión de los hinchas como una realidad que abarca a los últimos 18 años; no es un problema de hoy. Comprender el empate ante Bolivia como el fin de una etapa, y no como el inicio de un período de derrotas. Entablar el futuro inmediato en busca de objetivos precisos que lleven, primero, a la consagración de un equipo, antes de pensar en copas y coronaciones.
Luego, analizar lo que pasó, impulsar las virtudes y aplacar los errores. Parece difícil llevarlo a la práctica. Se necesita de una gran concentración que exceda al propio entrenamiento dentro del campo. Mantenerse alerta, sobre todo cuando la influencia de videos y análisis pueden contribuir en la mejoría del equipo.
Después sí, arremeter de lleno en lo táctico, ya no hay tiempo para los procesos. Si la idea sigue siendo el 4-3-3, es determinante trabajar intensivamente en los laterales. Lograr que agredan cada vez que vayan al ataque. Eliminar la intrascendencia. Además, es esencial ocuparse de la agresividad de los dos centrales. Firmeza ante los ataques directos rivales y racionalidad al momento de formar parte de la elaboración del ataque, como continuidad de la posesión.
En el medio campo, también hace falta disminuir desaciertos. Es vital, más contra rivales de segundo nivel que apelan constantemente al juego aéreo, estar atentos a la segunda pelota. Ésa que viene luego de un rechazo del propio equipo y recomponen la posesión. El Barcelona es experto en adueñarse de la segunda pelota; sus volantes, más allá de la tenencia, son maestros en este aspecto.
En cuanto a la ofensiva, los conceptos son muy claros. El equipo abunda en la horizontalidad, a pesar de tener al jugador más vertical del mundo. Allí pasa a ser fundamental quitarle presión a Lionel Messi, citarlo lo menos posible. Ahondar en lo colectivo y mitigar la discusión sobre los nombres, a pesar de que la prensa se encargue constantemente de revivirla.
Batista utiliza los reflejos y manifiesta un cambio para el próximo encuentro frente a Colombia: Pablo Zabaleta desde el arranque, Javier Zanetti por izquierda y afuera el joven Marcos Rojo.
Orden, rapidez en las transiciones y verticalidad. Por allí los principales motivos de cambio dentro del rectángulo para el segundo encuentro. Es cierto, son muchos más los ajustes que se deben hacer. Igualmente, cuatro días es mucho tiempo; sólo hace falta cambiar el chip.
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