domingo, 17 de julio de 2011

La premisa de un cambio ideológico

Todo acabó. El fútbol fulminó la quimera de Argentina y le propinó un cachetazo de realidad. Se fue el sueño, se fue esa manía por ignorar una sucesión de errores. Se fue la fantasía de ver el éxito a la vuelta de la esquina;  estaba lejos, muy lejos. Quedó la verdad. Quedó un sinfín de equivocaciones estimuladas por el desconocimiento de los objetivos a corto y a largo plazo. Quedó un grupo de asiduos a la opinión demostrando la autenticidad de sus palabras: un par de resultados negativos cambió rotundamente sus argumentos con respecto a Argentina y con respecto a Sergio Batista.

“Aprenda inglés en cuatro meses y domínelo en seis”, asegura un slogan publicitario de un instituto de idiomas. La Selección Nacional procuró eso: un cursillo intensivo de un modelo de juego que sonaba utópico. Se sabe, un idioma tiene infinidad de particularidades, se necesita mucha más que un curso intensivo para poder dominarlo. Pero tal vez, sí se podía aprender, por lo menos los axiomas básicos.

Ayer, contra Uruguay, quedó demostrado que no existían siquiera los fundamentos del lenguaje: infinitas faltas de espalda, autonomía entre la defensa y el ataque y una evidente carencia de trabajo en la faz defensiva. Esto adherido a la libertad individual en el aspecto ofensivo, marcó  a las claras las carencias albicelestes para controlar el idioma.

También, en este momento de derrota,  donde para algunos todo se acentúa, se destaca una frase de Tony D’Amato (en el personaje de Al Pacino), en la película “Un domingo cualquiera”. El entrenador de un prestigioso equipo de fútbol americano les dijo a sus jugadores: “o nos morimos como individualidad, o nos salvamos como equipo”. Sí, es cierto, por momentos la Argentina pudo haberse salvado como individualidad. Hubo un instante donde el prestigio de algunos jugadores pudo salvar esa escases colectiva. Hasta, por momentos, existieron pasajes de juego asociado que ilusionaban a más de uno. Sin embargo, fue nada más que eso: una ilusión promovida por jugadores de primer nivel.

Entonces así, apremiados por un público que sólo reclamaba eficiencia, el conjunto argentino cayó por penales. Inmediatamente, un inmenso grupo de amantes de la opinión salió a la riña. “Messi se tiene que quedar en Europa”; “Tevez es un pecho frío”; “hay que poner a todos los que juegan en el torneo local”; “¡andate Batista!”. Ninguna opinión es subestimada, pero el término “trabajo metódico” continúa exento.

Se sabe, el éxito está lleno de padres, pero la derrota siempre fue huérfana. En este caso, Julio Grondona, el mayor acusado de los últimos 18 años de sequía. Alguna vez un gran entrenador dijo: “que esto sea el comienzo de un ciclo de victorias y no la continuación de una serie de fracasos”. Ése debe ser el mensaje para  los responsables de esta gestión.

Con o sin Batista, es evidente, el camino indicado es distinto al que se viene transitando. Comienza un nuevo ciclo. Ojalá se intente aprender un idioma desde la base, y no procurar realizar esos cursos intensivos que multiplican las carencias. Con trabajo, con racionalidad, todo vuelve a empezar.



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