lunes, 12 de marzo de 2012

Lunes de otros tiempos

El inicio de la semana es un hecho. Los relojes despiadados marcan el amanecer de otro lunes doloroso. El cielo, sin embargo, delinea con su oscuridad la nostálgica sensación de que el fin de semana continúa, al menos, hasta que los primeros destellos de sol estropeen la ilusión. Por algún motivo, nadie quiere darle fin a esa jornada dominguera. Será, quizá, que así también se acaba el fútbol. O lo que queda de ello.

La anomalía domina la escena. Generalmente, el mal tiempo viene acompañado de mala cara, a pesar de que el refrán demande lo contrario. Pero hoy no. Hoy hubo semblantes relajados, como si el día de descanso hubiera alcanzado para saciar sus almas sedientas de ocio. Claramente, Boca e Independiente fueron responsables directo de tanto entusiasmo concedido.

Importó poco, realmente poco, que en dos goles Xeneizes ninguna camiseta roja esté atenta a la segunda pelota; menos aún, que un Orión excelso se haya anticipado a dar el paso que lo condenó en el tiro libre; ni tampoco que la fatiga haya sido la causa infalible para que Schiavi fallara en el tiempo y la distancia de la pelota que terminó colmando de gloria al olvidado Ernesto Tecla Farías.

El fútbol evoca a los errores cuando no hay ningún espectáculo que los supere. Sin embargo, esta vez, hubieron goles, en cantidad, que asediaron a cualquier intento de crítica. Independiente y Boca parecieron divorciados de su pasado inmediato. Para desconsuelos de unos y satisfacciones de otros, no hubo defensa inexpugnable, ni invictos eternos, ni cansadores 90 minutos de descoordinaciones. Hubo, solamente, goles.

Rutinario aroma a café expreso en el bar de los lunes. Un viejo posa su mirada en el diario deportivo de la jornada y sonríe. Un joven un poco menos distraído que el resto de los jóvenes le consulta si su felicidad se vincula a una buena actuación en el inicio del Gran DT. Las arrugas del anciano vuelven a arquearse con otra sonrisa extrema, y enseguida contesta: -“No, pibe. Es que este 5 a 4 me trae recuerdos. Muchos recuerdos”. El joven escucha y sueña. Sueña con los Bochini, los Bertoni, los Lorenzo y los Rojas que nunca tuvo la posibilidad de ver. Sueña con el fútbol ofensivo de aquel entonces. Sueña con un juego sin miedo al fracaso. Sueña con un lunes como este, con rayos y sin sol, pero repletos de sonrisas futboleras.

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