martes, 6 de marzo de 2012

Crónica del día D



Aquel acontecimiento había representado algo nunca visto. Una especie de valor. Algo que daba sentido de pertenencia para con la ciudad. Esa ciudad: Concordia, propietaria de centenares de miles de historias desconocidas y una historia aún más desconocida que las demás. Porque así lo querían sus habitantes. Era un secreto. No importaba ser mujer o varón, de clase alta o baja, había que vivir literalmente dentro de un frasco para no conocer aquello. Los habitantes de la ciudad lo conocían todos. Sin embargo, bastaba con salir un par de kilómetros para comprender la valía del secreto. Era un hermetismo absoluto. Nadie mencionaba siquiera una palabra. Era todo cuestión de tiempo.

Por momentos era difícil hablar de fútbol con gente de otras ciudades. En el interior, es muy habitual alardear con los jugadores coterráneos que terminan triunfando en primera división.  Pero cuando nos preguntaban a nosotros, los de Concordia, debíamos camuflar la situación explicando que en nuestra ciudad vivía el El Gringo José Berta (ídolo de Boca en la década del 80), quien, por cierto, había nacido en Corrientes, pero vivía hace muchos años acá. También recalcábamos a Bruno Urribarri como una promesa a punto de explotar. Sin embargo, en realidad, era todo una historia pensada y ejecutada para que nunca se pase por la cabeza sacar a relucir el secreto. Nadie necesitaba vanagloriarse con algo que, años más o años menos, pasaría a estar en boca de todos. Y eso sí que iba a hacer patrimonio concordiense.

El tema se puso difícil, cuando hace unos años, un equipo concordiense llegó a las etapas finales del Argentino B con un 4-4-1-1 prácticamente invencible. Y es que ese único delantero era, exactamente, el secreto. Y por más que inventábamos una y mil historias para que no se corriera el rumor de un barrilete cósmico concordiense, no hubo más remedio: debimos pasar a compartir la confidencia con Paraná. Todo quedaba en la provincia, pero sabíamos que se estaba acercando el día D.

El viernes pasado, en una cena familiar, alguien dijo que el domingo podría ser el gran día. Me imaginé de qué se trataba y solamente me empeñé en esperar. Como cada último día de la semana, aquella jornada la tomé como una más: asado y cancha. Sin embargo no fue una más. En el medio del partido, con unas 35 personas en la tribuna, un señor con la radio adherida a su hombro derecho festejó efusivamente un gol. Era raro, ese día solamente había partido en esa cancha. “Debe ser un hincha de un equipo de primera divisón que se le habrá ocurrido venir a la cancha y escuchar a su cuadro por radio”, pensé. No me animaba a pensar lo otro. Hasta que suena mi celular y veo la característica de Buenos Aires; muy raro. Atiendo. Es Mariano, un amante del torneo argentino que no deja pasar un partido. No me deja siquiera saludarlo: -­Che Juan, escuchame, estoy mirando Colón-Unión y hay un crack que juega para los Tatengues que  dicen que es de Concordia ¿Puede ser?

Por fin sonreí. Era el día D. El día en que a Diego Jara lo empezó a conocer el país. Todo es cuestión de tiempo.

1 comentario:

  1. buen comentario JP, lo percibo como vos decis, aun siendo hincha de Colon y que tuve que sufrirlo el fin de semana pasado. Lastima que tenga una edad avanzada y se diera a conocer al futbol, para mi gusto, tarde. Es un goleador innato y tiene lo que debe tener.

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