Lunes funesto, otra vez. La patrona protesta por esa garúa monótona que no le permite colgar la ropa que quedó del fin de semana. El viejo reprocha desde su oxidado sillón en la vereda que “fútbol era el de antes”. Los mocosos malcriados, que regresan con sus blancos guardapolvos ya un poco magullados del picado del recreo, le hacen una mueca de burla y continúan organizando el fulbito de la siesta. El mediodía más otoñal del año reclama sus primeros rayos de sol, pero la naturaleza contesta con otro nubarrón oscuro. La pelota parece dormida en los laureles de los recuerdos. El presente trasciende entre el descenso de los impensados y la nostalgia de lo que algún día fue. Eso que algún día fue y que el optimismo ratifica que también algún día volverá a ser. Para eso se trabaja en La Candela: para volver a ser.
Ni la pista de atletismo de 800 metros, ni las cuatro canchas en perfecto estado, ni la de césped sintético, ni el gimnasio, no los consultorios, ni la arena para los arqueros. Nada asegura que las consecuencias del proceso sean fructíferas. Todo eso es parte de la mejor infraestructura que se consigue en Argentina para un entrenamiento de élite. Todo eso se llama La Candela, un predio de primera categoría mundial, que hoy vuelve a albergar a las inferiores de Boca Juniors.
Nada te garantiza resultados, pero algunos métodos te acercan a ellos más que otros. Por eso las capacitaciones de los entrenadores de Boca en España provocan una efímera ilusión. Y la idea de la institución boquense de que las inferiores sean una sucesión de procesos coherentes que concluyan en primera división extiende el optimismo.
En la última década, varios entrenadores y coordinadores de inferiores de Argentina han ido a capacitarse al continente europeo en búsqueda de respuestas a la falta de resultados a mediano plazo. Las instituciones enviaban a sus empleados y estos venían con ideas renovadoras y productivas que aparentemente traerían grandes resultados. Sin embargo, cada uno la interpretaba a su manera y, entonces, todos regresaban a trabajar con métodos similares pero no congruentes entre ellos.
Si hubiera una palabra que defina a los mejores proyectos de la historia, debería ser sinergía. Esto es, exactamente, cuando el todo es mayor que la suma de las partes. Cuando se suman una determinada cantidad de personas por un objetivo común se obtienen resultados inconmensurables. Boca debió firmar un convenio con el Barcelona para entender este legado; para dejar la teoría del “sálvese quien pueda” y prevalecer en el período de formación una idea global y uniforme.
Hay un libro del escritor estadounidense Stephen Covey denominado “La 3era alternativa” que desarrolla con profundidad el sentido de la sinergía. Entre tantas maneras de explicar el concepto, se toma de un ejemplo físico para dejarlo claro:
Uno más uno es igual a dos… excepto en una situación sinérgica. Por ejemplo, una máquina capaz de ejercer una fuerza de 42.000 kg/m2 sobre una barra de acero, la romperá. Una barra de cromo del mismo tamaño se romperá con una presión de 49.000 kg/m2. Y una de níquel se romperá a los 56.000 kg/m2. Si lo sumamos, son 147.000 kg/m2.Por lo tanto, si fabricáramos una barra con una aleación de hierro, de cromo y de níquel, tendría que soportar 147.000 kg/m2.
No. Equivocado. Si mezclamos los tres componentes la barra soportará 211.000 kg/m2. De eso se trata la sinergía, de adiciones ilimitadas.
Y de eso también se trata La Candela: de trabajar de manera homogénea, de lograr resultados ilimitados. Y, tal vez, de descubrir un fútbol que nunca fue.
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