viernes, 15 de abril de 2011

El Shalke 04, un candidato silencioso

Mientras la escena principal en el mundo futbolístico se posa en la semifinal de la Champions que disputarán Barcelona y Real Madrid, hay un equipo que sin alardear se infiltró en la mesa chica. La historia se hace a un lado, cuando la eficiencia de un sistema promueve los buenos resultados. El Shalke 04 de eso sabe, y mucho. Su casi nula cronología en la Liga de Campeones y su anónima aparición entre los mejores de Europa no fueron suficientes para acobardar a un equipo que, sin experiencia, plasmó un modelo de juego vigoroso y rentable.

Un prototipo eficiente desde el génesis suponía en los alemanes a un equipo con proyección. Sin embargo, se sabe de antemano que  los despiadados play offs de la UEFA Champions League suelen favorecer injusticias. Pero el Shalke siempre se mantuvo al margen. Sin problemas para clasificarse puntero en una zona de grupos compleja, con el Lyon y Benfica como principales candidatos. Con prudencia, despachó al poderoso Valencia en los octavos de final. Y, con dos actuaciones impecables, goleó al Inter de Milán en los cuartos, sucumbiendo ante todos los pronósticos, que aseguraban al equipo italiano entre los cuatro mejores.

Vertiginosidad, cautela en los momentos difíciles, total eficiencia en los relevos, algunos de los axiomas básicos que identifican al equipo alemán. El sistema no es vulnerable ante la supremacía de los grandes conjuntos europeos, tampoco frente a los estrepitosos escenarios que decoran las etapas finales de la Champions. Ya lo demostró con el Inter, el modelo de juego no se ve afectado por nada.

El Shalke se percibe, entre los cuatro equipos finalistas, como el más debilitado para la prensa mundial. Seguramente el prestigioso plantel del Real Madrid, la hegemonía en el modelo del Barça o la asidua presencia del Manchester en etapas decisivas funcionan como espejismo al momento de calificar  estilos de juego; y, frente a mayúsculos rivales,  el conjunto alemán se intuye endeble.

Posiblemente la exigua participación en la Liga de Campeones condene al Shalke a ser  rotulado de infiltrado en la mesa chica. Ni el experimentado Metzelder, el equilibrio de Papadopulus, la sublime verticalidad de Jurado y Farfán, ni el mito viviente de Raúl son suficientes para contrarrestar la excentricidad de los otros tres finalistas. Sin embargo, con una identidad patente basada en certezas y argumentada por un sistema eficiente,  el equipo alemán, sigiloso, va por la hazaña mayor.

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