lunes, 11 de abril de 2011

Boca y un sinfín de detalles que pocos ven

"El problema es que vos lo estás mirando, y no lo podés ver”,  aseveraba alguna vez un erudito, demostrando que  en cuestiones elementales muchas veces el ser humano evade reglas esenciales del análisis, y cae en la argumentación inocente; ésa que tiene un disfraz de complejo, aunque en realidad rebasa de ingenuidad.

Boca Juniors se encuentra en el epicentro de una tormenta que parece no tener fin. La mayoría de los periodistas, rotundos y metódicos, insisten en que el sistema que utiliza Julio Falcioni es el principal culpable de la debacle. La racionalidad queda al margen. La carencia de lógica en el mensaje queda al descubierto, cuando se concluye en el absoluto de un sistema, dejando de lado el análisis de un sinfín de pormenores que intervienen en el estilo.

Boca no juega bien; es evidente. El 3-4-2-1 que plantea Falcioni es un mínimo detalle. Mucho menor aún el hecho de que, en la historia del equipo xeneize, la trilogía defensiva nunca haya triunfado. Los verdaderos puntos de cuestión se centran en la idea de juego que presenta. Confusa y anárquica, la metodología no descubre un excéntrico punto de inflexión. La defensa  presenta errores básicos que en cada jornada se traducen en goles rivales. El perturbado ataque no expresa un objetivo colectivo: ¿posesión? ¿juego aéreo? ¿contragolpe vertiginoso? Y el vacío de una intención común plasma en  números la carencia del tan necesitado juego de equipo.

Pero ante todos estos problemas, ¿A qué juega Boca? La abundancia de nombres no parece ser compatible con la militancia a un modelo homogéneo. Encontrar vías de circulación se presenta como un grave problema. Los carrileros pecan de recios. Los encargados de crear juego no filtran pases interiores. Los defensores exhiben gran incapacidad al momento de ejercer como continuadores en la posesión. El referente de área adolece de recursos en el juego preciso. La defensa y el ataque actúan como prácticas antagónicas y nunca en una misma escena. Las transiciones desbordan de lentitud. La ocupación racional de los espacios parece ignorarse. El uno contra uno es muy débil. Y, en un clima hostil, el conjunto de estrellas escasea de una identidad propia.

A pesar de los desaciertos colectivos, el Boca de Falcioni logró vencer a algunos rivales; y hasta se dio el lujo de estar a cinco puntos de la cima y aspirar a conseguirla. En un torneo donde la irregularidad funciona como denominador común y el buen juego como un electrocardiograma en marcha, Boca tuvo cierta eficacia. El prestigio de sus individualidades pudo disimular, por momentos, la falta de orden táctico del equipo. Y, con pinceladas de un artista postmoderno, Juan Román Riquelme le dio al conjunto boquense una cuota extra de oxígeno.

En este contexto, la farándula del fútbol critica el asunto, como si la cronología de un sistema podría determinar algo dentro del campo de juego. Los argumentos de un estilo sobrepasan a cualquier otro tipo de discusión.  Sin embargo, decenas de periodistas continúan en la senda del análisis ilógico. Y, asimismo, dejan en claro una única cuestión: aquel erudito tenía razón, el ambiente del fútbol está mirando el problema, pero sólo unos pocos se encargan de poder verlo.

1 comentario:

  1. Boca perdió la brújula hace rato. Desde la dirigencia hasta el último del plantel.

    Saludos.

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