jueves, 17 de mayo de 2012

La Suerte


Ni en el Mundial 2002, cuando aquellas camisetas amarillas furiosas se poseyeron de un recurso extraño que les blindó el arco y los clasificó a los octavos de final del torneo, ni en esa noche funesta en el Morumbí que un endemoniado penal le impidió a Newell’s gritar por primera y única vez campeón de Copa Libertadores y torneo local con la misma voz, ni aquel día en Alemania en 2006 cuando los brasileros parecían estériles ante tanta movilidad de unos rojos anónimos,  que igualmente, y sin demasiada explicación, se quedaron sin Copa del Mundo y sin hazaña, en una ráfaga de minutos. Ni en todos estos días, ni en ningún otro, Marcelo Bielsa había nombrado a la palabra suerte. Esta vez sí.

Esta vez no existía la engorrosa situación de argumentar un resultado negativo minutos después de un partido, tampoco estaban presentes los periodistas maliciosos tratando de cosechar un título vital para sus redacciones y mucho menos los flashes que encandilan y que generan tensión en momentos de profundidad y de calma. Para Bielsa no existen los enojos, ni el famoso grabador que suelen instalarse los protagonistas para evitar cualquier repercusión polémica. Él habla desde la sinceridad, desde el arte de transmitir un mensaje fructífero y desde la sencillez de un sabio. Pero el objetivo de esta conferencia era bien distinto a las que suele dar el entrenador. Acá su rol era otro: estaba como invitado de su hermano Rafael en el cierre de campaña, para hablar sobre métodos de liderazgo y manejo de grupo. Una manera creativa de atraer personas influyentes de todo el país.

Y aquella tarde de otoño lluviosa en el Club El Quilla, en Santa Fe, estaba dejando un concepto tras otro. Las metáforas empapaban de interés a los oyentes y Bielsa no dejaba de dar referencias intensas: “en el individuo está la fortaleza de un equipo”, sostenía la idea y reflexionaba. Y cuando la pelota parecía ubicada en un relegado segundo plano, sucumbió: “Ahora les voy a leer lo que para mí es el fútbol: Éramos todos muy amigos, nos gustaba jugar juntos, intentábamos hacerlo lo mejor posible, atacar mucho y luego recuperarla con la ilusión de volver a atacar, y esperábamos la compañía de la suerte”. La cohesión es admirable. La amistad y la alegría de jugar juntos, se refiere a un grupo unido y a gusto.  El empeño de hacerlo lo mejor posible, procura transmitir el principal cometido de cualquier deportista: dar el máximo. Atacar mucho y recuperarla con la ilusión de volver a hacerlo, exhibe su infinita vocación ofensiva y una alusión casi inexistente a la fase defensiva. ¿Y la suerte? ¿En qué parte de su vida como entrenador, como jugador y como persona fue indispensable la suerte?

Oscurece en la tarde santafesina. El aroma a humedad que dejó la lluvia intensa atrae nostalgia. Nostalgia por un Newell’s que se quedó sin Copa en 1992, por doce pasos perversos. Nostalgia por una ráfaga de males que dejaron a un país sin mundial y a un rosarino con una nueva estima: la suerte.

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