Atila fue un gran líder, tal vez el mejor. Ni Ayer, ni hoy,
ni mañana, quizás nunca sabremos quién ha sido el mejor en qué cosa. Todo se
corresponde con los objetivos planteados. La humanidad difícilmente distinga a “un
mejor”. Sin embargo, Atila, en lo que hacía, era verdaderamente el mejor. Fue
el último y más poderoso caudillo de los Hunos, una de las tribus más
importantes de la historia. Fue un líder absolutamente influyente. Su mayor
capacidad era la eficacia: lo que se prometía como objetivo, lo terminaba
logrando, tarde o temprano. El problema de Atila era la manera de llegar a esos
objetivos. Tenía muchos enemigos porque sus métodos eran algo provocadores.
Pero no dejaban de ser los más eficientes de la época. Como Mourinho. Como su
Real Madrid campeón de la liga española. Como la esencia de un líder tan
perfecto y tan reprobado como Atila.
Ni tan aceptado, ni tan estético, ni tan cautivador, el
juego del Real Madrid de Mourinho pasaba por otro lado. Fue tan revolucionario
como las posesiones infinitas del Barcelona, aunque la gente lo perciba de otra
manera. Fue lo más eficiente que existió sobre la geografía futbolística terrestre.
Fue, seguramente, una colección de aciertos que concluyeron en la liga más
elevada del planeta: la española.
Dicen que para neutralizar un gran modelo de juego (como el
del Barcelona) existen tres caminos posibles: mantener tu estilo más allá de la
superioridad rival, tratar de imitar el estilo rival o improvisar una manera
nueva que evite el desastre. Mourinho encontró un cuarto camino, aún más eficaz
que los tres anteriores: planificó un estilo nuevo y mejorado, que le atrajo
enormes resultados frente al Barça y frente a grandes equipos europeos.
Encontró un balance perfecto entre velocidad y ejecución, entre repliegues y presiones
y entre coberturas y desorden. El resultado fue una especie de revolución. Un
fútbol pocas veces visto. Con recursos nuevos y desconocidos.
Sin embargo, la opinión popular entrega un rechazo tras
otro. Son los rasgos de un equipo tan perfecto como fanfarrón. Son aquellos de
camiseta brillante, con los que nunca nadie se siente identificado. Son los
poderosos, los adinerados. Son los que, desde el inicio de la humanidad, generan malestar. A pesar de todo, el fútbol
puede entregar una injusticia tras otra, pero finalmente termina triunfando la
verdad. Y la verdad hoy es que este equipo fue el más eficiente. El que mejor
interpretó el modelo de juego que prevaleció. El que menos errores cometió.
Mourinho gana. Otra vez gana. Su método siempre gana. Y en
su figura circula la imagen de Atila: eficiente, líder, vencedor. Y rechazado.
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