La patrona protesta porque alguien picoteó de la olla del
locro que quedó del fin de semana. La garúa resuena en el techo del bar de la
esquina. La opinión también. Es lunes,
otra vez, y el silencio se va quedando sin amigos, porque en los cafés se
machacan una y otra vez con las mismas ideas. La lista de la selección
argentina deteriora el ánimo de unos cuantos. Los boquenses invitan otra ronda
de cortados con una sonrisa que se percibe desde el lugar más lejano en el mundo.
Las medias lunas saladas no evolucionan el estado de ánimo de los comensales.
La promoción descompone a unos cuantos, los promedios originan algún que otro
atracón y a los amantes del buen juego no les queda más que saturar la angustia
oral con masitas, porque de fútbol, poco y nada.
El presente de Newell’s acompaña a los más tempraneros.
Retobado y rotundo, un hombre sin pelos habla de un glacial en los pechos
rojinegros que les provocó el barullo contra San Lorenzo. Otro hombre, un poco
más desmejorado en su rostro y un poco más mejorado en su léxico, le replica
mencionando la escasez del plantel, el
mérito de Martino y la valía de estar bien arriba en el campeonato. Ni un
camión repleto de edulcorante librará a los rosarinos de semejante amargura.
Las explicaciones que se tejen, con café de por medio, tampoco.
Riquelme deleita con su fútbol y en el bar de los lunes
cesan las discusiones. No hay nada para contradecir, ante tanto despliegue.
Hasta que alguien nombra a Sabella y la no co,,nvocatoria del diez de Boca. El
barullo se despierta de su siesta. Y la opinión los divide en dos: los que
creen que deben jugar los mejores y los que consideran que deben jugar los más
adecuados. El encargado chista con timidez y las voces parecen multiplicarse.
Para algunos, Riquelme es un excelente jugador, pero no condice con la
propuesta de juego que pretende transmitir Sabella. El resto le encuentra menos
ciencia al asunto: si Román es el mejor de Argentina, tiene que jugar, y punto.
Llega un burlón conocido y su primer dardo molesto va
dirigido a un bielsista ferviente. Lo saluda al apodo de fracasado y con una
sonrisa le pregunta al mozo si hay café vasco. Luego se pone serio y asume que
es una lástima lo de Bielsa. Y, ya en la mesa de siempre, sueña con el
entrenador rosarino de vuelta en el banco de la selección.
Hay aroma a salsa en el bar de los lunes. Es el olor de otra
mañana que se acaba. Antes, alguien lee la tapa de un diario masivo: “Tragedia,
otra vez”. Todos discuten la situación del hincha de Lanús fallecido. Y en un
rincón del bar alguien prefiere callarse. Calla, porque alguna vez le enseñaron
que solamente deben ser utilizadas las palabras que valen más que un silencio.
Y, mientras el resto prefiere seguir narrando mentiras que dicen verdades, él
calla. Porque otra muerte sacuda al fútbol y ya se dijo todo en el bar de los
lunes. Se dijo todo y no se hizo nada.
Muy buena la publicacion con un final muy duro para todos. Muy buenas la publicaciones anteriores. Un saludo y sigue adelante. Anibal
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