Lisandro entendió enseguida que, ni la voz segura y cordial
del otro lado de la línea, ni el horario extraño de la llamada, podían formar
parte de una broma jocosa. Lisandro era, además de preceptor e incondicional al
trabajo, entrenador de fútbol. Primero los oídos, luego el corazón, más tarde
las retinas repletas de lágrimas y por último la razón, le avisaron a Lisandro
que la llamada provenía del estandarte de todas sus ideas y de la mayoría de
sus locuras. El joven de pueblo, el DT de un equipo amateur, el primer devoto
del estilo, en este momento está escuchando la voz de su sueño supremo del otro
lado del teléfono:
-¿Lisandro? Mucho gusto, le habla Marcelo Bielsa.
El silencio hace proseguir a Bielsa: - Recibí su carta
caballero, y me interesaría que se presentara en mi quinta de Máximo Paz a
estudiar, analizar y debatir sobre fútbol. El único problema es la inmediatez
de su respuesta. Lo requiero aquí desde mañana, a primera hora. ¿Podrá?”.
Un “sí” tartamudo finaliza la charla.
Unos cuantos otoños antes de este otoño, Lisandro se había
hecho discípulo de Marcelo Bielsa. Cuando las eliminatorias con Argentina
exhibían a un equipo vertical y con un estilo patente, cuando la eliminación
prematura en el Mundial 2002 sacudió al fútbol albiceleste, cuando la selección
chilena se reencontró con su dignidad seis años más tarde. Lisandro siempre fue
defensor acérrimo. Más allá de la adulación de algunos periodistas en los
momentos gloriosos, más allá de las críticas extremas en las derrotas
sorpresivas. La idolatría de Lisandro se basaba en el método y no en el
resultado. En valores y no en anécdotas. En principios que trascendían a un
gran entrenador.
Por eso la valía suprema del llamado, el llanto de los
momentos posteriores, la emoción de los familiares, la incertidumbre del futuro
inmediato y los sueños tan intactos como el día en que fueron gestados.
Eran las 8 de la mañana de un viernes, día posterior a la
invitación. Lisandro transpira. Transpira y no tiene tiempo para emociones.
Porque llega a una quinta en las afueras de Santa Fe, saluda a un par de asistentes
que solamente quitan la mirada de su computadora por puro respeto. Vuelven de
inmediato a lo suyo. Llega Bielsa. Le extiende la mano y le asigna tarea. Lisandro
tarda. Tarda porque son métodos avanzados a los que no está acostumbrado. Tarda
porque creyó que sabía mucho del método, hasta que le explicaron la manera en
que analizaban allí los partidos.
Pasan los días en Máximo Paz. Fuera de la quinta, el
periodismo habla de la llegada de Bielsa a un equipo español, más precisamente
al Athletic Bilbao. Dentro de la quinta, las conjeturas se vuelven hechos. Y
Bielsa no para un segundo de exigir. Ven 48 partidos enteros del equipo en la
última temporada, más de dos veces. Crean
planillas con los sistemas utilizados, con la cantidad de minutos por puesto de
cada jugador, con compactos de cada integrante del equipo, con un análisis
riguroso de las instalaciones, de cada miembro del cuerpo técnico con el que se
encontrarán en Bilbao. Se trabajan 12
horas por día. Lisandro tiene los ojos tan grandes como las convicciones.
Trabaja y trabaja. No piensa demasiado en lo que vendrá.
Se cumplen 7 días de su estadía en la quinta. La noticia
corre como pan caliente entre los trabajadores del lugar: el Athletic Bilbao
tiene nuevo entrenador. Lisandro regresa a su pueblo fascinado, tras una
experiencia trascendental en su vida, que puede funcionar como una llave hacia
el candado de su sueño máximo.
Al mes, decide ir a España, a trabajar ad honorem para
Bielsa y el equipo. No se hace nada fácil: Bielsa tiene una exagerada
admiración por la palabra exigir. Lisandro trabaja 16 horas diarias y no cobra
ni un centavo. Ocupa los ahorros de toda
una vida para subsistir. Son los ahorros que pagan el mejor de los sueños.
Cuando faltaba nada más que un día para emprender el vuelo
de regreso a la Argentina, una voz fuerte y convincente vocifera su nombre,
desde la oficina contigua al vestuario. Era la oficina de Marcelo Bielsa. Eran
un papel, una birome y el contrato que siempre soñó.
Mañana, el Athletic Bilbao de Bielsa puede consagrarse
campeón de la Europa League. Lisandro está dentro de ese cuerpo técnico
inconmensurable que tal vez pase a formar parte de la historia. Aunque no lo necesita. Porque Lisandro ya es un campeón. Ganó la mejor estrella de todas. La
de los sueños que se cumplen. La de un corazón tranquilo, de quien lucha y triunfa.
Muy bueno !!
ResponderEliminarEspectacular! Seguí así querido que tenes mucha pasta. Atrapa tus sueños con entrega y el corazón.
ResponderEliminar¡Excelente! Acabo de encontrar tu Blog buscando una frase de Bielsa y aproveché para leer tus publicaciones, ¡Te felicito! ¡Seguí así! Saludos desde Santiago del Estero.
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