Hay tardes en donde la nostalgia se pone un traje angustiante y sale a invocar viejos sucesos del pasado. Seguramente aquellos días fueron más favorables que este presente con sabor amargo. Tal vez el viernes sea una de esas tardes, donde la memoria traiga recuerdos placenteros y la actualidad los convierta en viejos y ficticios. Quizá la Selección Argentina, ante Bolivia, recuerde aquellas jornadas memorables, donde las eliminatorias eran una circunstancia y, estos partidos, un simple trámite efímero.
Corría el mes de abril del 2001, se aproximaba otro sábado en el calendario y los planes seguían siendo los mismos: mirar fútbol y jugar al fútbol. El fin de semana ya se proyectaba y, como buen fanático de la pelota, el picado también. En eso suena el teléfono fijo, lejos estaban los celulares en aquel entonces. Del otro lado de la línea, un amigo inicia el diálogo: -“Juan, el sábado a las 16 jugamos al fútbol 5, en el club”. Ni siquiera esperó la respuesta. Pienso un segundo y replico: -“a esa hora juega la selección, contra Bolivia ¿no lo vamos a ver?”. Del otro lado se siente una sonrisa y la contestación inminente: -“Pero si es un trámite eso. Jugamos en el club y después vemos cuántos goles hizo el Bati”. Aquellos días quedaron lejos. Tan lejos como la crisis económica. Tan olvidados como las clasificaciones cómodas, en las que alguna vez Argentina fue soberano.
El viernes habrá una nueva jornada eliminatoria. El conjunto albiceleste enfrenta a Bolivia. La filosofía de Alejandro Sabella todavía no está demasiado clara. Frente a Venezuela y a Chile, los planteos fueron distintos, los sistemas también.
“Por supuesto, en la selección juegan los mejores”, asegura la mayoría y reafirma Sabella con hechos. Es discutible. Los mejores no siempre son los más adecuados. Los mejores no siempre se adaptan al estilo de un entrenador. Los mejores no siempre son los mejores.
Por ideas y por acontecimientos, el conjunto nacional se bambolea en la cuerda floja hace varios años. Porque la identidad cambia, cada un par de años, al unísono con los entrenadores. Porque los jugadores no cumplen procesos. Porque se valora el fin y no el desarrollo. Porque las políticas siguen siendo las mismas. Porque la cuerda se ensancha a la par de los resultados.
Algo pasó. Los últimos años han traído malos resultados y, sobre todo, malos procesos. Sin embargo, todos reclaman. Por historia, por tradición, tal vez reclamen con razón. La gente exige resultados. Que todo vuelva a ser un trámite, como antes. Para eso hay que empezar por el origen. Hay que reclamar un estilo.
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