Miramos a una Argentina fría, mísera, vacía. Miramos a un equipo de estrellas y reiteramos sus fracasos hasta el hartazgo. Miramos y la oscuridad de un equipo repleto de carencias no nos deja ver. Miramos y no vemos que no es una cuestión de voluntades. El árbol nos priva de ver el bosque y la pasión no nos deja ver el fútbol.
Hay una fábula añeja que personifica varias cuestiones de este presente opaco:
Supongamos que me encuentro en un bosque y me topo con una persona que está cortando un árbol con una sierra.
Lo observo un segundo e inicio el diálogo: -¿Qué está usted haciendo?
Me contesta ofuscado: -¿No lo ve? Intento cortar este árbol.
Continúo: -Se ve muy cansado, ¿hace cuánto tiempo que está con este árbol?
-Unas cinco horas- Me mira y prosigue con su tarea.
-¿Y por qué no se detiene un segundo a afilar la sierra?- le consulto.
-No tengo tiempo, debo terminar de cortar el árbol.
Cuanto más pasa el tiempo, más intenciones de cortar el árbol tenemos y menos nos detenemos a afilar la sierra. Porque esa es una cuestión importante, pero no urgente. Porque invertir en las juveniles “no es una cuestión prioritaria”. Porque lo que en realidad se necesita son resultados, entonces, sólo nos enfocamos en eso. Ésa es la cuestión. Allí están las energías. Así estamos.
Mientras tanto, como una mueca del destino, en lo que más enfoque hacemos -los resultados- menos efectos tenemos. Mientras tanto, “los jugadores no sienten la camiseta”. Claro, para ellos debe ser beneficioso venir a jugar a la Argentina. Viajes, cambio horario, presiones, más entrenamiento, más problemas. Sí, debe ser beneficioso.
Y nadie habla de la falta de estilos. Reclaman eficacia, individualidad, sacrificio. Alientan a Clemente porque nos representa, repudian a Demichelis porque “sobra”. Y todo eso provoca todo esto. Cuatro entrenadores en cuatro años. Centenares de identidades en cuatro años. Millares de jugadores en cuatro años. La misma política de siempre.
Y la sierra desafilada sigue intentando cortar ese árbol frondoso. Antes las eliminatorias eran una rama sencilla, hoy son un tronco de los más robustos. Mientras tanto miramos y protestamos. Miramos y no somos capaces de ver, que la sierra se debe afilar periódicamente. Hoy más que nunca.
No hay comentarios:
Publicar un comentario