domingo, 6 de noviembre de 2011

La revolución avanza



Llovía como si la humanidad fuera a extinguirse.  Eran las condiciones de un lugar inhóspito, extraño, distinto. El mundo acontecía otras vivencias. Sin embargo, todo se resumía allí. Hablar de un todo es esencialmente hablar de un todo: ataque, defensa, tacsisismos, verticalidad, posesión, coberturas, basculaciones, técnica, fundamentos, entrega, mística, eficacia. Athletic Bilbao y Barcelona prometían un bastante y terminaron ofreciendo un todo. Ni más ni menos que un fútbol de la nueva era.

Ya lo había dicho Marcelo Bielsa cuando le preguntaron acerca de Guardiola: “su fútbol es contracultural”. Nada nuevo bajo el sol. El entrenador y el conjunto blaugrana marcaron una revolución en la pelota. Cambiaron la manera de pensar. Rompieron con los paradigmas más profundos del juego y descubrieron un espacio del mundo que nunca había tenido comensales. Su filosofía se fue impregnando y se convirtió en un ideal. Algo lejano a lo que hay que aspirar o, al menos,  sentirse identificado.

Sin embargo el destino ha querido que la historia se construya de a varios. Por eso existen los rivales. Por eso la vida los vuelve a dividir. Y ahí están los que intentan adaptarse a la revolución y el resto, los que quedan en el camino. Allí aparece el Real Madrid de Mourinho, su adaptación al sistema y su estilo ultra vertiginoso. Hoy la revolución dio un nuevo paso, de la mano de un Athletic tan chiflado como su entrenador.

Se sabe, el clásico Real Madrid-Barcelona reúne a los que posiblemente sean los mejores 22 jugadores del mundo. Por eso comparar al Bilbao con los madrileños sería un error conceptual. Por eso la actuación de los bilbaínos promueve el progreso. Porque se trata de jugadores de segundo nivel. Se trata de un equipo humilde, como tantos otros, que no se ha quedado con la idea masoquista de entregarle la pelota al equipo de Guardiola e implorar por un empate. Eran nombres desconocidos los del conjunto rallado, hasta que un loco un poco menos loco que sus ideas les aseguró que podían ser mejores que cualquiera, en juego y en resultados.

Para ese propósito demencial primero deberían interiorizar varios recursos. Fueron cuatro meses de trabajo casi inhumano. No fue fácil comprender que en este nuevo ciclo necesitarían perseguir la pared hasta el hartazgo, olvidarse de los repliegues y aumentar -hasta la perfección- la eficacia en los relevos. Tampoco fue sencillo promover el físico a un nivel superior, donde el futbolista y el atleta se encentren en la punta de la pirámide. Además, se necesitó de una velocidad nunca antes experimentada, una técnica suprema y un avance intelectual en la toma de decisiones.

Barcelona y Athletic exhibieron un juego atestado de fundamentos; tácticos y de los otros. Cuando la humanidad suponía imposible plantearle al Barça un estilo ofensivo, el Bilbao fue coherente con sus ideales y salió a hacerle frente a la utopía. Le jugó y le ganó por goleada.

Atrás quedó el gol sobre la hora de Messi, el 2 a 2 de las mil sensaciones y el fin del récord de Valdás.  Hoy pasó algo más que eso, la revolución avanzó. La lluvia, los sentimientos y los protagonistas mostraron algo nunca antes visto. Tal vez haya parecido algo de otro planeta. Pero fue, ni más ni menos, que el fútbol de la nueva era.

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