lunes, 21 de noviembre de 2011

La explicación de los milagros



“¡Milagro! el Athletic vence en Mestalla tras 18 años”. El desenfreno del periodista partidario traspasaba la emisora radial. Perforaba también los oídos del puñado de seguidores fieles que acompañaban al equipo a través de su voz; de sus expresiones conmovedoras que resonaban en lo más profundo de los corazones bilbaínos. Porque nada es casualidad, ni siquiera las palabras del relator, que determinó hacer referencia a un milagro.


Seguramente ese narrador empedernido no haya conocido la primera charla entre Marcelo Bielsa y sus jugadores. Donde los atentos oídos de unos muchachos sorprendidos contemplaban a  un loco que les aseguraba hasta el hartazgo que no había motivos para perder en ninguna cancha. Asentían con la cabeza, pero no con el corazón. Como los millares de hinchas del Athletic que no se animaban a creer. Como toda España y como los entusiastas del fútbol en el mundo entero. Todos acorralados por una catarata de paradigmas que amenaza con ser eterna: intentar ganar de local y empatar de visitante; defenderse con los equipos poderosos y, si los planetas están alineados, conseguir un empate.

Pero ese loco les habló de otra cosa. Como Newton y la manzana; como Pascal y la calculadora; como Gutenberg y la imprenta. Era algo alocado, utópico y hasta ridículo. Les aseguró que pelearían por todas las copas que disputen. Les afirmó que estarían a la altura de las circunstancias y que no habría rival invencible. Que solamente necesitaba tiempo.

Y así, con el tiempo como único indispensable, Bielsa fue cumpliendo con su palabra. Primero arribó un juego ofensivo que los bilbaínos no contemplaban hacía varios años. Luego, vino ese equipo excelso, que frecuentaba en un nivel supremo desde el anonimato de sus jugadores. Y, finalmente, la disputa de la posesión al mejor equipo del mundo, colocándolo al borde del precipicio, aunque el destino -o Messi- no hayan querido empujarlo a un abismo digno.

Sin embargo, como bien interpreta José Ingenieros en su obra maestra “El hombre mediocre”, "Lo que ayer fue ideal contra una rutina, será mañana rutina, a su vez, contra otro ideal". Por eso el buen juego pasó a ser parte de la rutina para el Athletic. Ya no se considera un ideal intentar atacar en territorios ajenos.

No obstante, los imposibles parecen seguir persiguiendo al conjunto bilbaíno. Como el relator, que tras el 2 a 1 de ayer, después de una racha negativa de casi dos décadas, inyectó su discurso con el rótulo de milagro. Aunque Bielsa repita una y otra vez que no existen. Y que eso se llama trabajo.

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