La opinión emerge. Los argumentos parecen sobrar. Todos discuten. El total de los analistas cree estar en lo cierto. La disputa es clara, ¿la Selección Argentina jugó un buen segundo tiempo? Las respuestas son muchas y diversas. La realidad es una sola, aunque se mire de mil maneras.
Dicen que los paradigmas definen nuestra manera de ver el mundo. Se puede discutir durante horas, se puede revalorizar una y otra vez el vigor de un argumento. Sin embargo, hay una cuestión mucho más poderosa que definen estas controversias: los ojos con los que vemos el mundo. ¿Ve la imagen de aquí abajo? ¿Qué ve? ¿Una mujer? ¿Cuántos años tiene? ¿Qué lleva puesto?
Por supuesto, la imagen varía según el ojo del observador. Para algunos es una joven dama de clase alta y para otros es una decrépita anciana de escasos recursos. De allí debe originarse el debate de la selección nacional; sabiendo que lo que para unos es jugar bien, para otros es un mero resultado positivo.
Por eso la resonancia del encuentro frente a Colombia en los medios de comunicación reabre el eterno debate: ¿Qué es jugar bien? ¿Acaso un extremo repliegue defensivo ejecutado a la perfección no forma parte del buen juego? ¿Y un equipo intenso y eficaz pero carente de posesión no entra en ese rubro?
Tal vez, para algunos, la única verdad sean los números. Por eso consideran que Argentina hizo un buen segundo tiempo. En realidad, no hubo juego asociado, ni intensidad, ni un buen repliegue defensivo. Sin embargo el equipo hizo dos goles y no le convirtieron ninguno. Tal vez la eficacia se la única gran verdad.
La discusión es tan inmensa como la cantidad de individuos que la piensan. La historia influye, la cultura también. Mientras unos exigen una victoria recalcando una y otra vez que los albicelestes nunca se conformaron con un empate, otros ven la igualdad con ojos de prosperidad.
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