La tía Elvira se considera apolítica. Asegura que la política no sirve para nada, que son todos unos estafadores y que no le interesa en absoluto lo que suceda en ese ámbito detestable. Posiblemente la tía no tenga la capacidad suficiente para entender que ella no es apolítica sino apartidaría. Que la política es una cuestión que nos pertenece a todos y que no debería funcionar como una mala palabra. Por más que el pasado desapruebe cualquier intento de amparo, la política y el deporte pueden funcionar como aliados. Aunque la historia repruebe el argumento y el presente siga dando muestras de una cuestión olvidada.
En estos días, varios clubes de primera división elegirán a sus futuros presidentes. La situación se repite: un conjunto de astutas personalidades bien trajeadas que garantizan algo nuevo y distinto. Mientras tanto, los millares de socios prestan atención y se inclinan por el discurso que se percibe más honesto.
¿Qué debería tener un presidente ideal para un club argentino? Es evidente, por más que se creen varios espejismos, aquí siempre terminan reinando los resultados. Por eso, un líder ideal debería conjugar la inteligencia de invertir en lo que a nadie le importa (inferiores, educación, entrenadores juveniles, infraestructura, pensión) y, al mismo tiempo, contar con la fortuna de que al equipo de primera se le estén dando los resultados deseados. De esa manera el presente traerá satisfacciones y en el futuro se podrán cosechar los frutos de un trabajo eficiente y duradero.
Mientras la pasión continúe soslayando a la razón, el fútbol seguirá exigiendo efectos. Y las causas seguirán relegadas, hasta que el cortoplacismo sea interrumpido por una política contracultural. Una manera diferente de ver las cosas, donde se acaben los parches y dominen las planificaciones. Pero, nuevamente, mientras no haya resultados no habrá calma. Y mientras no haya calma no se podrá dejarle de prestar atención a los parches.
En esta realidad estereotipada, Boca, Racing, Independiente y Banfield eligen presidente en los próximos días. Con distintas realidades, los líderes políticos luchan por una misma causa: gobernar sus clubes e intentar sacarlos adelante, en un presente argentino tan crítico como su fútbol. Aunque, tal vez, ellos también estén concentrando sus energías en el lugar equivocado. Tal vez deban pensar cómo hacer que el deporte vuelva a ser aliado de la política. Y que la tía Elvira vuelva a confiar en ellos.