martes, 26 de julio de 2011

La AFA y una realidad perfumada por inoperancias

Me encuentro en un bosque de árboles frondosos y espléndidos. A lo lejos, veo a un hombre procurando cortar uno de ellos con una sierra.
Me acerco e inicio el diálogo -Disculpe, ¿Qué está usted haciendo?-
-¿No lo ve?- responde ofuscado- ¡Intento cortar éste árbol!
- Lo noto muy cansado. Perdón, ¿cómo se llama?
-Llámeme Señor Asociación- vocifera el hombre fastidioso.
-Señor Asociación, ¿Hace cuánto está trabajando en éste árbol?
-Unas siete horas.
-¿Por qué no se detiene un instante a afilar la sierra?- Le pregunto-. Estoy seguro que, de esa manera, su trabajo sería mucho más eficaz.
-No tengo tiempo. Debo terminar de cortar éste árbol.

La fábula refleja a la perfección el presente de la Asociación del Fútbol Argentino. Una terquedad característica de un grupo de personas sumergido en el engorroso mundo de las conveniencias propias. Un mundo que, de la misma manera que un espejismo, crea una ilusión que termina siendo irreal. Ésa ilusión pasa por pensar que, acortando el camino y soslayando la honestidad, los beneficios personales a corto plazo serán infinitos. Posiblemente haya algunos, pero la gallina de los huevos de oro se morirá en el intento.

Un comunicado de la Asociación del Fútbol Argentino informaba anoche del proyecto para el próximo año de fusionar en un solo torneo la Primera división con el Nacional B. La impresión anticipada del 99 por ciento de los seguidores del fútbol argentino era: “los dirigentes buscan sus propios privilegios y no los que favorecen al fútbol en general”. Posiblemente ese 99 por ciento esté en lo cierto; los titulares de los clubes pretenden los que les favorece. Sin embargo,  no lo consiguen.

Alguna vez un gran entrenador manifestó: Si el pillo supiera lo conveniente que es ser leal, de puro pillo se volvería leal”. Es evidente, esta decisión, como tantas otras, favorece a un acotado grupo de dirigentes dentro de la asociación; pero sólo a corto plazo. La economía, determinante en ellos, será rentable al principio. Luego, caerá en el mismo precipicio que viene abatiendo hace varios años al seleccionado nacional. Del mismo modo que el fútbol local; se sabe, nivelar para abajo siempre fue sinónimo de perjuicios, en el deporte y en la vida.

La pelota sigue girando en el mundo del “Todo Pasa”. Pasan los entrenadores, los métodos contradictorios, los mentirosos proyectos a mediano plazo y un sinfín de decisiones ilógicas. Y el fútbol sigue, abatido por un seleccionado que olvidó el sentido de pertenencia y maltratado por la competencia local que continúa en un brusco proceso de deterioro.

 Hace aproximadamente un año, César Luís Menotti manifestó: “saquemos la pelota del escritorio, traigámosla nuevamente a las canchas”. Pasó mucho tiempo y nada cambió: la redonda continúa en el escritorio y los dirigentes siguen procurando cortar el árbol. Por ahora, no tienen tiempo para afilar la sierra, no son lo suficientemente pillos.


domingo, 17 de julio de 2011

La premisa de un cambio ideológico

Todo acabó. El fútbol fulminó la quimera de Argentina y le propinó un cachetazo de realidad. Se fue el sueño, se fue esa manía por ignorar una sucesión de errores. Se fue la fantasía de ver el éxito a la vuelta de la esquina;  estaba lejos, muy lejos. Quedó la verdad. Quedó un sinfín de equivocaciones estimuladas por el desconocimiento de los objetivos a corto y a largo plazo. Quedó un grupo de asiduos a la opinión demostrando la autenticidad de sus palabras: un par de resultados negativos cambió rotundamente sus argumentos con respecto a Argentina y con respecto a Sergio Batista.

“Aprenda inglés en cuatro meses y domínelo en seis”, asegura un slogan publicitario de un instituto de idiomas. La Selección Nacional procuró eso: un cursillo intensivo de un modelo de juego que sonaba utópico. Se sabe, un idioma tiene infinidad de particularidades, se necesita mucha más que un curso intensivo para poder dominarlo. Pero tal vez, sí se podía aprender, por lo menos los axiomas básicos.

Ayer, contra Uruguay, quedó demostrado que no existían siquiera los fundamentos del lenguaje: infinitas faltas de espalda, autonomía entre la defensa y el ataque y una evidente carencia de trabajo en la faz defensiva. Esto adherido a la libertad individual en el aspecto ofensivo, marcó  a las claras las carencias albicelestes para controlar el idioma.

También, en este momento de derrota,  donde para algunos todo se acentúa, se destaca una frase de Tony D’Amato (en el personaje de Al Pacino), en la película “Un domingo cualquiera”. El entrenador de un prestigioso equipo de fútbol americano les dijo a sus jugadores: “o nos morimos como individualidad, o nos salvamos como equipo”. Sí, es cierto, por momentos la Argentina pudo haberse salvado como individualidad. Hubo un instante donde el prestigio de algunos jugadores pudo salvar esa escases colectiva. Hasta, por momentos, existieron pasajes de juego asociado que ilusionaban a más de uno. Sin embargo, fue nada más que eso: una ilusión promovida por jugadores de primer nivel.

Entonces así, apremiados por un público que sólo reclamaba eficiencia, el conjunto argentino cayó por penales. Inmediatamente, un inmenso grupo de amantes de la opinión salió a la riña. “Messi se tiene que quedar en Europa”; “Tevez es un pecho frío”; “hay que poner a todos los que juegan en el torneo local”; “¡andate Batista!”. Ninguna opinión es subestimada, pero el término “trabajo metódico” continúa exento.

Se sabe, el éxito está lleno de padres, pero la derrota siempre fue huérfana. En este caso, Julio Grondona, el mayor acusado de los últimos 18 años de sequía. Alguna vez un gran entrenador dijo: “que esto sea el comienzo de un ciclo de victorias y no la continuación de una serie de fracasos”. Ése debe ser el mensaje para  los responsables de esta gestión.

Con o sin Batista, es evidente, el camino indicado es distinto al que se viene transitando. Comienza un nuevo ciclo. Ojalá se intente aprender un idioma desde la base, y no procurar realizar esos cursos intensivos que multiplican las carencias. Con trabajo, con racionalidad, todo vuelve a empezar.



viernes, 8 de julio de 2011

Marcelo Bielsa, ése loco que resalta entre el montón

Las definiciones de un “loco” son abundantes. La Real Academia Española presenta una multiplicidad de argumentaciones que se dirigen desde una persona “poco prudente” hasta un ser “que ha perdido la razón”. Es evidente, ninguno de estas consideraciones tienen concordancia con el modo de actuar de Marcelo Bielsa. Un sinfín de fundamentos distinguen la realidad de un entrenador devoto de sus ideales. El fútbol vuelve a fantasear, el Athletic Bilbao tiene entrenador, y es uno de esos locos que exceden a la propia definición.

“Josu, soy Marcelo”,  Bielsa al teléfono.  “¿Qué tal?” responde el flamante presidente del Bilbao, José Urrutia. La charla circula en un entorno de profundidad y análisis, como el ex seleccionador argentino acostumbra a proceder. Los minutos avanzan a la par del entusiasmo de Urrutia con los interrogantes de Bielsa: “¿Qué le parece Josu? ¿Aurtenetxe es más lateral o central?”. No hay dudas, Urrutia ingresa al gigantesco club que reconoce a Bielsa como un DT supremo, en todos los aspectos.

La charla continúa y el, por ese entonces, candidato a presidente del equipo español temblequea en el teléfono: “yo quería pedirle un favor, importantísimo, -dice Bielsa- ¿podría tomarme un par de días más para la decisión final?”. Urrutia respira aliviado. Comprende una nueva faceta del entrenador argentino y descarta una de las teorías del motivo de su apodo. A Marcelo no le dicen loco por “tener poco juicio, ser disparatado o imprudente”.

Fueron tres meses de análisis, para Bielsa no existen detalles librados al azar. Características de jugadores, sistemas, estilos, posibles incorporaciones. Infraestructura del club, ideología, estadísticas, inferiores y demás situaciones que se filtran en la cabeza de un loco. Es adicto a pensar, fanático de los planes y un buey al momento de trabajar.

Llegó la bendita videoconferencia, donde los escépticos se vieron rendidos ante la realidad de la promesa de Urrutia. Bielsa habló y sumó  adeptos al club de los que lo reconocen como un superlativo.  Sería mezquino y arbitrario elegir alguna de sus frases. Fue aliado de su análisis y se introdujo en un contexto en el que los propios hinchas del Athletic se vieron asombrados.   

Bielsa es sinónimo de prestigio a nivel mundial. “¿A qué se debe?”, profundiza la razón. Reconocido por su trabajo, por su inestimable amor por la tarea. Identificado por transitar el camino más largo, ése que no siempre garantiza los resultados pero nunca -sin excepciones- traiciona los principios. Uno de los pocos -si no es el único- que logró exceder esa cultura exitista nacional. La selección quedó eliminada en primera ronda de Corea-Japón 2002, sin embargo, el tiempo, gran médico y mejor juez, terminó sentenciando su categoría superior como entrenador, como líder y como ser humano.

En este contexto, hoy los diarios hacen referencia a un “entrenador de entrenadores” que regresa al ruedo. Elogios. Puros elogios para un DT que tiene una extensa carrera, algunos títulos y casi nula experiencia en Europa.

Entonces, Urrutia indaga: ¿Por qué el apodo de loco? “La única locura que le reconozco es el exceso de virtudes”, decretó Jorge Valdano.  La Real Academia Española -a la que Bielsa acude a diario- concluye la realidad: “un loco es un ser que excede a lo ordinario, a lo habitual”. El Athletic Bilbao será su próximo manicomio.


jueves, 7 de julio de 2011

Argentina-Colombia, los matices de una álgida noche

El empate por la segunda fecha de la Copa América entre Argentina y Colombia se atestó de diferencias. Mientras la adjetivación carece de recursos para argumentar este mal momento argentino, aquí un resumen de las referencias más notorias del partido.

-El sistema inicial es irrelevante: Colombia arrancó con un 4-4-2 y tuvo mayor profundidad que el 4-3-3 argentino. Entonces, los dibujos tácticos no determinan nada.
-La convicción de un equipo es sagrada: una de las diferencias más notorias fue la desigualdad de convencimiento entre un seleccionado y otro. Los colombianos sabían cómo, cuándo y dónde presionar; cómo, cuándo y dónde hacer posesión y cómo, cuándo y dónde revolearla. La Argentina se bamboleaba sin personalidad entre una idiosincrasia de ataque mediante el pase y una ligera intención de ataque directo. A su vez, sus delanteros salían a presionar totalmente aislados de los volantes, quienes optaban por el repliegue, y favorecían a la salida prolija rival. La convicción de un modelo también se trabaja.
-Ya no se gana más con un nombre. A pesar de ser la Selección Argentina y contar con algunas de las mejores estrellas a nivel mundial, el trabajo metódico y el funcionamiento como equipo decreta la diferencia dentro del campo de juego. Lo demás, es parte de un juego mediático con el que muchos se sienten identificados.
-“Las delanteras ganan partidos, las defensas campeonatos”. Es discutible si la frase popular que dedican gran parte de los fanáticos a argumentar resultados se relaciona o no con la realidad. Lo cierto es que, según lo que se vio ayer, la defensa colombiana fue más impetuosa que la propia delantera argentina. No ganó el partido, pero sí marcó la superioridad de un planteo táctico.
- Negar el pase interior y se acaban los recursos. El inteligente planteo colombiano demostró que, impidiéndole el pase interior filtrado, la Argentina se queda sin recursos. Los laterales no profundizan, los volantes carecen de movilidad y los delanteros pecan de individualistas, en un equipo con amplio déficit colectivo.
-No es conveniente innovar en pleno desarrollo. Casi siempre, las pruebas en medio de la competencia dejan saldos negativos. Tal es el caso de Javier Zanetti, jugó de lateral por izquierda, no rindió y se vio afectado por un perfil que dejaba en evidencia a su pierna menos hábil. El equipo padeció su nula participación ofensiva.

Está claro. Los adjetivos no alcanzan para fundamentar este presente martirizador. Sin embargo, los verbos esclarecen muchas cosas.

miércoles, 6 de julio de 2011

Chile, entre el proyecto de ayer y de hoy

Se sabe, un equipo se siente conforme en la medida de que lo planificado se plasme dentro del campo. La primera fecha de la Copa América ya es historia y un claro denominador común simboliza la jornada: equipos con carencias de identidad y evidentes actuaciones sometidas al rival de turno. Les pasó a los equipos de mayor y menor jerarquía. Todos, sustituyendo lo programado por el apremio del momento. Dice un dicho popular que siempre existe la excepción a la regla, en este caso: Chile. Una sumatoria de fundamentos coloca al equipo  de Claudio Borghi en el primer plano americano, por más que el impacto de algún mal resultado contradiga la cuestión.

La esencia de un proyecto es determinante en la obtención de resultados, por más reiterativo que suene. Chile se suma a la lista de innumerables ejemplos que validan esta afirmación.

“Es sustancial la homogeneidad entre dirigentes, cuerpo técnico y jugadores para un programa serio, duradero y fructífero”.  Matías Manna, dueño del prestigioso Blog Paradigma Guardiola, manifestó este argumento, anoche, en Fox Sports. El joven analista de fútbol hizo un paralelismo entre la realidad de las selecciones que disputan la Copa América y el Barcelona del que tan cómodo se siente examinando. Coherente, ratificó la concordancia que requiere la suma de las partes,  a la que Chile demuestra hace varios años no estar exento.

El convencimiento de un modelo de juego característico es otra de los soportes vitales de una gestión virtuosa. Había dudas con el arribo de Borghi, pero un par de amistosos y el primer encuentro oficial denotaron la continuidad por una misma senda metódica. Un estilo claro, con la tenencia de la pelota como premisa y un dibujo táctico muy similar al del último mundial.

Hace seis meses, el temor militaba entre los trasandinos. El fin del  período Bielsa, propulsor de un proceso que marcó la historia de los chilenos, abría la incertidumbre. Se acababa el mandato de Harold Mayne-Nicholls y la continuidad de un camino coherente y productivo era toda una incógnita.

Hoy, a 132 días de la iniciación de Borghi, las dudas cesan un poco. Se percibe racionalidad, la continuación de un proyecto y los resultados en el juego comienzan a manifestarse. Sin embargo, se advierte una ligera desconfianza: no se sabe si el programa continúa por un camino productivo o simplemente es el envión de lo que dejó la era Marcelo Bielsa.


lunes, 4 de julio de 2011

En los zapatos de Batista, para cambiar el chip

Es cierto, cuatro días es poco tiempo. La Argentina mostró demasiados desajustes, el viernes, frente a Bolivia, como para pretender presentar un proceder totalmente antagónico e ilusionante. Las pretensiones no pasan por desmerecer la valía de un proyecto; sabemos, son los que determinan el destino de un equipo. Sin embargo, siempre hay oportunidades de cambios, inclusive con las presiones con las cuales convive el equipo de Sergio Batista.

Cambiar la mentalidad: eficiente primer paso. Lograr transformar lo negativo en potencial es parte de una modificación rotunda con interesantes aspiraciones. Modificar el eje contextual, buscando jugar con autodeterminación; distinto a informalidad. Entender la presión de los hinchas como una realidad que abarca a los últimos 18 años; no es un problema de hoy. Comprender el empate ante Bolivia como el fin de una etapa, y no como el inicio de un período de derrotas. Entablar el futuro inmediato en busca de objetivos precisos que lleven, primero, a la consagración de un equipo, antes de pensar en copas y coronaciones.

Luego, analizar lo que pasó, impulsar las virtudes y aplacar los errores. Parece difícil llevarlo a la práctica. Se necesita de una gran concentración que exceda al propio entrenamiento dentro del campo. Mantenerse alerta, sobre todo cuando la influencia de videos y análisis pueden contribuir en la mejoría del equipo.

Después sí, arremeter de lleno en lo táctico, ya no hay tiempo para los procesos. Si la idea sigue siendo el 4-3-3, es determinante trabajar intensivamente en los laterales. Lograr que agredan cada vez que vayan al ataque. Eliminar la intrascendencia.  Además, es esencial ocuparse de la agresividad de los dos centrales. Firmeza ante los ataques directos rivales y racionalidad al momento de formar parte de la elaboración del ataque, como continuidad de la posesión.

En el medio campo, también hace falta disminuir desaciertos.  Es vital, más contra rivales de segundo nivel que apelan constantemente al juego aéreo,  estar atentos a la segunda pelota. Ésa que viene luego de un rechazo del propio equipo y recomponen la posesión. El Barcelona es experto en adueñarse de la segunda pelota; sus volantes, más allá de la tenencia, son maestros en este aspecto.

En cuanto a la ofensiva, los conceptos son muy claros. El equipo abunda en la horizontalidad, a pesar de tener al jugador más vertical del mundo. Allí pasa a ser fundamental quitarle presión a Lionel Messi, citarlo lo menos posible. Ahondar en lo colectivo y mitigar la discusión sobre los nombres, a pesar de que la prensa se encargue constantemente de revivirla.

Batista utiliza los reflejos y manifiesta un cambio para el próximo encuentro frente a Colombia: Pablo Zabaleta desde el arranque, Javier Zanetti por izquierda y afuera el joven Marcos Rojo.

Orden, rapidez en las transiciones y verticalidad. Por allí los principales motivos de cambio dentro del rectángulo para el segundo encuentro. Es cierto, son muchos más los ajustes que se deben hacer. Igualmente, cuatro días es mucho tiempo; sólo hace falta cambiar el chip.




Argentina y un mundo de contradicciones que bambolean la realidad

“No harán muy grandes cosas los vacilantes que dudan de la seguridad”, aseguró Thomas Eliot. Acotados los momentos, a lo largo de su cronología, en los que Sergio Batista logró exceder la frase del poeta inglés. Su paso por la selección se destaca por una total discordancia entre sus palabras y sus hechos. El equipo tiene una inmensa demanda de juego, sin embargo la oferta dentro del campo es irrisoria. Así lo demostró en el debut del viernes con Bolivia; la subestimación, la carencia de ideas y las contradicciones marcaron el camino de un conjunto que asegura estar yendo por la gloria máxima, aunque parece tener el mapa equivocado.

Desmarques de ruptura, precisión, pases filtrados, transiciones rápidas, repliegues oportunos. Algunos de los ítems que determinan una victoria frente a Bolivia, por más que el subconsciente afirme una y otra vez que con la calidad de jugadores alcanza. Grave error. El rival fue superior y con un planteo táctico sublime estuvo a muy poco de conseguir la victoria.

Lo cierto es que el partido -la Copa en realidad-para Argentina, empezó en desventaja desde el momento que el líder (Batista) comenzó a poner en juego su confianza en el grupo. Carlos Tevez hizo méritos suficientes para estar en el equipo, posiblemente sea uno de los mejores jugadores del país. Pero si el modelo de juego que requiere el entrenador no se adecúa a las infinitas habilidades del delantero, es totalmente legítimo que no lo tenga en cuenta, por más que la identificación del jugador con el pueblo genere tantas satisfacciones. Entonces, allí, donde confiar en los ideales sobrevalua el camino, falló Batista.  La aceptación del pueblo fue más fuerte y hoy padece las consecuencias.

Los problemas visibles arribaron al equipo albiceleste, el mismo día que el primer partido oficial golpeó la puerta. Allí estaba el equipo argentino, plagado de estrellas mundiales que tapan la realidad: para llegar al éxito se necesita de un largo proceso y muchas horas de trabajo en el camino. No alcanza con imitar otro estilo. No alcanza teniendo a los mejores, ni explicándoles, una y otra vez, la manera de jugar que se desea. No existen las fórmulas salvadoras, sólo hay que apostar al entrenamiento metódico.


Los emparches son tan conocidos como la carencia de identidad. En los fracasos todo se acentúa, es evidente. También es evidente el racimo de ineptitudes que se sucedieron en los últimos años en el seleccionado nacional.

“Todo pasa”. Sobresale la frase popular en un anillo de Julio Grondona, presidente de la Asociación del Fútbol Argentino. Es discutible. No sé si algún día pasará la serie de malas gestiones, tampoco pareciera pasar tan fácil una repentina eliminación de una Copa América como local. Ojalá todo pase, inclusive la frase que Thomas Eliot implantó. Ojalá algún día los vacilantes que duden de la seguridad hagan grandes cosas.


viernes, 1 de julio de 2011

Fútbol ejemplo: la realidad del otro lado del charco

¿Por qué? Nos lo preguntamos todo el tiempo. ¿Por qué es tan grande el matiz entre el fútbol argentino y el europeo? ¿Dónde nace el problema? Lo primero que el subconsciente argumenta: “las diferencias económicas son abismales y el éxodo de jugadores es insostenible”. Cierto.  Pero, ¿a qué se deben eses diferencias económicas? ¿Es simplemente el famoso imperialismo que se adueña de todo? Error. Aquí un ejemplo claro de la desemejanza de gestiones del otro lado del océano.

España vive, en este último tiempo, una recia disputa entre la incoherencia y la lógica. Como en todos lados, la contaminación acecha con adueñarse de las entidades. Pero allí, cuando la locomotora del “todo pasa” amenaza con incrementarse, aparecen  líderes sensatos que marcan el camino de un fútbol que continúa en alzas.

En los últimos días, hubieron siete clubes españoles, de la segunda división, que adeudaban dinero a sus jugadores. Razonable, la Asociación de Futbolistas Españoles (entidad que rige en la segunda categoría) colocó una fecha límite para abonar el monto, advirtiendo de duras represalias si continuaba el pasivo. La fecha estipulada fue nada más que una circunstancia, para los equipos que no cumplieron con el tiempo y sufrieron la objetividad de una manera de actuar que refleja sus resultados dentro del campo. Alicante, Castellón, Cultural y Deportiva Leonesa, Polideportivo Ejido, Palencia, Rayo Vallecano B y Universidad de Las Palmas descendieron a la tercera división por deberles una importante suma de dinero a sus jugadores.

Cuántas diferencias y sólo un océano de por medio. Cuánta formación hay que tener para rechazar los emparchados y entender, con tanta facilidad, los beneficios de arrancar el problema de raíz.

Allí está la Argentina, maltratada ante un juego corrompido por los que nunca se calzaron los cortos. Sí, es cierto, existen cientos de otros problemas que todos los días acechan contra el fútbol y contra la propia nación. Pero hay un eje contextual que los de arriba proponen. Tal es el caso de los españoles, que apalearon la peste con coherencia. Y también es el caso de los argentinos, que multiplican la inoperancia con malas desiciones. Entonces, la próxima vez que nos preguntemos por qué, observemos del otro lado del charco. Allí seguramente estará la respuesta.