lunes, 24 de octubre de 2011

El equipo alejado de las sorpresas



Estas cosas pasan, una vez cada muchos años, pasan. Todos miran con admiración, no entienden cómo, esa camiseta opaca y sin brillo, apabulla al poder  y lo destiñe de realidad. No comprenden que a veces lo devaluado puede superar al imperialismo, que alguna vez los sueños le ganan a lo manifiesto y la coherencia a la especulación. No son conscientes de que el fútbol se mide en poder, pero se valora en la esencia del juego. Estas cosas pasan y la denominan sorpresas, por más que exista un club como el Levante de España que se encargue todos los días de desmentir esa sentencia.

Hace casi seis semanas, el mundo hacía referencia a un duopolio descomunal que amenazaba con arrasarlo todo. Barcelona y Real Madrid, dueños de una coraza inquebrantable,  se dirimían en un imperialismo que nutría a la pelota de un sinfín de recursos que la obligaban a pertenecer a ese sistema particular. Ese sistema, para bien o para mal, no admitía terceros. Ese sistema promovía la exclusividad, pero también brindaba una colección de placeres diarios. Parecía difícil derrocarlo o, más aún, poder ingresar a ese círculo vicioso que tantas satisfacciones compartía.

El Levante rompió, entre otras cosas, esa coraza hegemónica. El Levante traicionó 102 años de historia y se colocó como líder de la liga española, en soledad, por primera vez en su dilatada existencia. Ese equipo humilde, de colores desconocidos y jugadores anónimos (tal vez en España no, en el resto del mundo sí), se entrometió en la mesa chica. La mesa que mantiene a los mismos dos comensales, a los blancos y a los blaugranas, repartiéndose campeonatos y subcampeonatos hace siete años.

En ocho fechas disputadas, ocho como invictos. En ocho fechas disputadas, seis victorias y tan sólo dos empates. En ocho fechas disputadas,  catorce goles a favor, tres en contra, eficacia, vertiginosidad y contención. Son los números del Levante, un líder sólido, cauto y discreto.

“Salir campeones no es nuestro objetivo”, asevera hasta el artazgo Juan Ignacio Martínez. También desconocido, uno más  entre tantos, el entrenador del  Levante se colocó en esta temporada por primera vez el buzo de director técnico de un equipo de primera división. “Lo primero que hice cuando llegué al banco del equipo fue ponerme a las órdenes de los jugadores, no molestar”. Como un hombre humilde que no se reconoce como quien en realidad es (el DT del conjunto puntero de la liga española), como un gran líder que pondera el equipo por sobre su propia figura, Martínez forma parte de una cultura sencilla pero adiestrada.

El torneo en el viejo continente inicia su novena fecha. La humildad se mantiene en lo más alto de la tabla. El Levante se regodea entre los frutos del trabajo metódico, en la plenitud que retribuye transitar el camino más largo. Estas cosas pasan y se dan una vez cada tantos años. Son menos previsibles que las propias sorpresas de las que todo el mundo habla.

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