martes, 18 de octubre de 2011

Algún día, fútbol…


Posiblemente todo pase. Posiblemente algún día la pelota se escape del escritorio y retorne al lugar que nunca debió abandonar. O tal vez mejor aún: la política y el fútbol construyan paredes infranqueables, las mismas que seguramente hubiera edificado la historia, si algún día hubiera juntado a Messi y a Maradona un mismo escenario, en un mismo segundo y por una misma causa. Pero la vida es malévola y el deporte, entre otras cosas, una colección de decepciones. Entonces, por ahora y solamente por ahora, el fútbol sigue siendo un albergue de corrupciones y, el juego, el dueño de todos los perjuicios. 

Si el mal fuera una célula y los investigadores reclamaran por un núcleo, seguramente mucha gente diría que son los dirigentes. Y si la investigación profundizara, posiblemente todos acaben en una misma conclusión: Julio Grondona. En tiempos donde las campañas en su contra pasaron a ser moneda corriente, el presidente de la Asociación del Fútbol Argentino atraviesa un período de temblores, posiblemente el más testarudo de los últimos 31 años.

Rumores, chicanas y pruebas. Un afán muy evidente por desterrarlo de la AFA. Denuncias e investigaciones. Contrapruebas. En el medio, una nueva elección de presidente para la máxima entidad del fútbol argentino. Un defectuoso intento de revolución. Y ¡bum!, otra explosión, cuando parecía que la inmunidad volvía a estar de su lado, apareció un video, una cámara oculta, que aumenta el desenfreno y multiplica la desconfianza. La grabación no incrimina, pero vuelve a exigir la intervención de la justicia. Quizá quienes filmaron hayan actuado por resentimiento, es probable.

“Cumplió su ciclo”, se escudan los “anti Grondona”. Si el fútbol marchara por el camino del progreso, ¿alguien se animaría a asegurar que 31 años al frente de una institución es dañino? No hay por qué. Entonces, lo que cumplió su ciclo es una manera de actuar, que viene caracterizando a la mayoría de los dirigentes del fútbol nacional hace unos cuantos años.

Flamea la bandera de la sospecha, cada vez más alta y visible. En pocas horas la AFA eligirá presidente, aunque todo parece indicar que en realidad reelegirá. Mientras la política avanza por un camino oscuro y nebuloso, el fútbol sufre. Y sufre. Y sufre. Sufre por un mal que parece nunca pasar.




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