Fin de semana de fútbol, de esperanzas, de aplausos. Inicio de semana gris, contradictorio, peligroso. Las dos caras de un equipo considerado por nombres y menospreciado en funcionamiento.
Viernes a la noche, día de estrenos. Se estrenó un entrenador, un 4-4-2, un nuevo proceso hacia un Mundial y, sobre todo, una atestada ilusión. Fue un inicio excitante: golear, ganar, gustar. Poca gente, mucha agua, un temeroso Chile. Todo nuevo, aunque haya parecido viejo y conocido. Fue un 4 a 1 encandilador. Como es costumbre, fascinados por el resultado y por algunos destellos de buen juego, los analistas del fútbol vieron todo color celeste, blanco y brilloso.
Continuidad de la jornada: martes agobiante en Puerto La Cruz. Calor y cambio de sistema. Un 3-2-3-2 (3-5-2) repleto de proyectos, pero carente de certezas. Errores conceptuales y el gol. La pelota parada, una de las virtudes manifiestas de los venezolanos. Luego las confusiones, en el estilo y en el sistema. Y lo de siempre. Los que hace cuatro días celebraban el inicio de una nueva era, hoy critican, se irritan y destrozan. Sin argumentos, aunque sobren.
¿Tanta diferencia existe entre un rival y otro? ¿Cuánto influye la localía? ¿Y el calor exasperante? Todos factores considerables, pero secundarios. El fútbol no es una ciencia exacta, pero siempre deja argumentos clarificadores. Chile y Venezuela no presentan grandes diferencias en cuanto a prestigio, pero sí en sus estilos de juego. Eso fue fundamental en la actuación argentina.
Frente a los trasandinos, Sabella plantó a un equipo velocista que manejó el contragolpe a la perfección, utilizó las tres calles de ataque y usufructuó del estilo chileno (jugar en cualquier sector y buscar siempre el protagonismo). Presión, intercepciones cercanas al arco de Bravo y eficacia. Los goles fueron los frutos de una propuesta correcta y, a la vista, de un error de Claudio Borghi: difícilmente se pueda conjugar eficazmente la idea de tres defensores y tres mediocampistas.
Los venezolanos, en cambio, fueron congruentes con la historia y salieron con el propósito de un repliegue total. Con dos puntas inteligentes que dejaban al descubierto a una línea de tres poco trabajada, que carecía de relevos y evidenciaba reiterados desajustes. Sin embargo, Argentina escaseó de todo tipo de recursos para mantener la posesión (movilidad, precisión en los pases, cultura del juego asociado) y un 1 a 0 barato ubicó a Venezuela por encima de los albicelestes en el marcador, por primera vez en la historia.
Del desenfreno a la decepción. Del amor al odio. De la virtud a la torpeza. La Argentina sube y baja, como una hamaca que nunca termina de estabilizarse. Como una planta que todavía se adapta a las fuertes correntadas. Como un seleccionado que aún no sabe a qué aspirar.
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