jueves, 26 de abril de 2012

Una tarde con el tío Pascual


El tío Pascual siempre fue un necio, no es ninguna novedad. Reticente a los estudiosos, devoto de los hechos y eterno analista sin fundamentos. Pascual es Pascual, porque su pequeño mundillo lo deja ser. Lo deja opinar, hablar por hablar. El fútbol es su pasión y la crítica es su ancho de espadas. “Equipo que gana no se critica”, dice, mientras evoca uno por uno a los técnicos perdedores. Pascual habla de Bielsa. Habla y se enoja “porque el fútbol no es ninguna ciencia”. Hoy, por esa colección de casualidades que de vez en cuando la vida se encarga de propinar, tuve que ver Athletic Bilbao - Sporting Lisboa con Pascual. Trataré de relatar lo acontecido.

Salen los equipos a la cancha. Le hablo de que tácticamente el Sporting Lisboa es excepcional. Sólido en defensa, aprovecha los laterales, se repliega con facilidad y utiliza los extremos como nadie. El tío Pascual me pide que “no ponga excusas para defender a Bielsa, a este Lisboa no lo conoce nadie”. Asiento con el silencio. Le comento de los logros del Athletic desde la llegada de Bielsa: revolucionó España. Juega en todas las canchas como un equipo de primera categoría. Aumentó la capacidad de un plantel al que verdaderamente lo conocían muy pocos. Hay seis jugadores que hasta el año pasado eran suplentes y hoy son pretendidos por Real Madrid, Inter, Milan, Chelsea y Mánchester City”. Pascual me calla. Le gusta escuchar el comentario del de la tele.

Empieza el partido. Sacan del medio los de rojo y blanco y realizan una posesión de 2 minutos 14 segundos. El Bilbao es una máquina de atacar. Pascual me pregunta “si siempre este equipo, el Sporting Lisboa, se cualga del travesaño”. Le digo que es mérito del Athletic. Le hablo de los desmarques de ruptura. De que Bielsa llega a un club y entrena la pared como si fueran nenes de diez años: paredes horizontales, verticales, falsas paredes, rectas, obtusas, largas, cortas. Por segunda vez en la tarde solicita mi silencio. No le gusta eso del trabajo en la semana. “El que es bueno juega bien igual, más allá de todo”, dice y sigue mirando.

Ataca y ataca el Athletic y luego de una asociación fructífera y una descarga llega al primer gol. Ni me inmuto por miedo a Pascual. Él atina a preguntarme si ese Llorente es el mismo que fue a Sudáfrica. Afirmo con la cabeza y le explico que en el último tiempo antes de la llegada de Bielsa estaba bajo de confianza. Que nadie podía rentabilizar sus capacidades. Le pido que lo siga un ratito. Cómo hace diagonales, cómo descarga, cómo se lleva las marcas y cómo ayuda en defensa. A todo esto, el Lisboa empata. Pascual me mira y sonríe. Le explico que “a este equipo español siempre le cuesta la segunda pelota defensiva. Es un error…”. Me interrumpe con una chistada violenta. Obedezco.

Todo marcha igual. El Athletic se adueña de la posesión y el Sporting molesta de contra. Lo veo más metido que nunca a Pascual. Me comenta que “parecen más rápidos los jugadores que acá en Argentina”. Le explico de que allá se entrenan las transiciones en la semana, se busca la mayor precisión en el menor tiempo y se considera a la intensidad como una marca registrada de un gran equipo. Ahora parece interesarle todo esto.

El tiempo se acaba y todo indica un alargue. El Athletic pierde una decena de ocasiones. Pascual me repite una frase añeja y certera: “los goles no se merecen, se hacen”. Los bilbaínos no renuncian nunca al ataque y siempre de manera organizada y nítida. Pelota cruzada y gol de Llorente. Sonrío. Sonríe.

El Athletic a la final. Carcajada de Pascual. - ¿Ahora estás contento, tío? Sos un oportunista que festeja un simple resultado- Lo ataco. Se defiende: -Es la primera vez que no me preocupa haberme equivocado. Este equipo me devolvió las ganas de ver fútbol, más allá de que ganó.

Una copa para Bielsa sería una reivindicación ante los resultadistas. Ante Pascual ya no. 

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