Era un martes tan intrascendente como la mayoría de los
martes en el barrio de Caballito. La rutina empapaba de tranquilidad el
entrenamiento de Ferro Carril Oeste. El silbato del profe, las duchas, el
bolsito y a casa a almorzar. Todo era normal hasta que el entrenador de aquel
entonces, Carlos Timoteo Griguol, decidió sembrar una semilla de curiosidad en
una de las jóvenes promesas del club: “Escuchame pibe, vos tenés pasta para
esto de ser director técnico. Entonces a partir de ahora, anotá todo lo que
veas, los ejercicios, los charlas, todo lo que te pueda servir para el futuro”.
Y aquel joven de 19 años le hizo caso: transitó su carrera de jugador
proyectando y aprendiendo de todo y de todos, con la obsesión de ser un gran
entrenador. El mejor. Aquel pibe era
Facundo Sava. Y hoy su libreta se muda a San Juan.
Los prejuicios nos someten a pensar mal. Porque la realidad
indica que Sava fue un delantero recio, un goleador por ráfagas, un jugador
argentino que no superaba la media. Entonces, allí aparecen los preconceptos,
porque un jugador mediocre aparentemente también será un entrenador mediocre.
Falso. A Facundo Sava le espera una maravillosa carrera como entrenador. Es una
certeza y no un pronóstico. Porque en el fútbol y en la vida hay pocas verdades
absolutas, aunque una de ellas es bien nítida: quien más se sacrifica y más se
prepara, obtendrá enormes resultados. Y allí reside su secreto. Cuando muchos
se conforman con el rótulo de buen jugador y el curso mezquino que se dicta en
Argentina, él prefirió la carrera de psicología social, los viajes a Europa
para observar el método de los mejores del mundo, los cursos de liderazgo y la
incansable búsqueda de la verdad.
Anotando lo bueno y lo malo, lo divertido, lo efectivo, lo
emotivo y lo innecesario según su visión. La libreta pasó por varios estadíos,
sumó apéndices, conoció a grandes líderes, algunos métodos exitosos, algunas
charlas técnicas insoportables y algunos trabajos físicos innecesarios.
Hace más de dos años, cuando su carrera transitaba por su última
etapa como jugador, accedió a una charla para más de 400 jóvenes estudiantes de
periodismo. Y sin demasiadas vueltas confesó: “mi sueño es ser el entrenador de
la selección argentina”. Una carcajada unánime invadió la sala Pablo Picasso
del Paseo La Plaza. Porque un paradigma somete las ideas de todos los amantes
del fútbol argentino. Aparentemente, se necesita un título de buen jugador para
poder llegar a ser buen entrenador.
Sava debuta este fin de semana en el banco de San Martín de
San Juan, un equipo en descenso directo y con aspiraciones limitadas. Falta cada
vez menos para que todos estos paradigmas dejen de existir. Porque el
sacrificio da sus frutos y el fútbol premia a quienes realmente lo entienden. Después
no digan que no les avisé.
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