Nunca terminan de aprender. No hay título de Harvard ni cursos supremos que le aseguren algún éxito. Se pueden pasar la vida conociendo el rubro y algún día, tal vez, se den cuenta que en realidad no saben nada. Están repletos de crisis promovidas por el ambiente. Su única verdad es, simplemente, darlo todo. Y sus más grandes sueños posiblemente no dependan de ellos mismos. Quizás sea hora de definir parámetros. Tal vez sea momento de estudiar a un entrenador. Su ejercicio, su arte, su manera de ser y no ser eficiente.
Seguramente un entrenador posea tantas definiciones como personas se detengan a pensarlo. Porque a la magnitud de la palabra posiblemente se le pasen por alto un par de conceptos trascendentales. Líder, analista, psicólogo, estadista, mentor, estudioso, metódico, dinámico, resolutivo, efectivo, carismático, creíble. Y, tal vez, con esa cascada de consideraciones no sea suficiente. Acaso la mayoría concluya en que todo se basa en los resultados. Resultados en el juego y en el marcador. Es una idea tan establecida como incompleta.
¿Acaso Mourinho no es el mejor porque saca agua de las piedras y gana títulos a su antojo? Quizá, a la hora de una contratación, pensar en Mourinho es una tentación opulenta para cualquier dirigente. Sin embargo, hay una cuestión a la que muy pocos le asignan interés. Porque es algo importante, pero no urgente. Es la posibilidad de dejar un legado.
Es una herencia. Una marca registrada que quedará impregnada al menos mientras esa generación continúe vigente. Ése es el concepto de un entrenador supremo. Quien supera a su propio equipo, a su propio cuerpo técnico y perfuma con sabiduría a todo un club para que la cadena crezca de manera diaria. Y, a veces, logra extenderse a una nación.
Cuando Marcelo Bielsa llegó a Chile, el presidente de la ANFP (Asociación Nacional de Fútbol Profesional) de ese entonces, Harold Mayne-Nicholls, le dejó en claro los objetivos que tenía en mente: “Los resultados, el juego, son cuestiones secundarias. Para nosotros lo más importante es que pueda dejar un legado. Algo a qué aferrarnos el día de mañana.” Y así fue que el DT rosarino, desde su posición de seleccionador, logró modificar varias verdades implantadas en lo más profundo de la mentalidad chilena.
Seguramente el día que Jósep Guardiola se retire del FC Barcelona, el estilo y la manera de actuar del club seguirá siendo la misma. Porque, más allá de lo que opinen los orgullosos, el mejor proyecto es el que prescinde de cualquier nombre. Y el mejor entrenador es aquel que deja un legado.
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