martes, 22 de marzo de 2011

Todos quieren ser el barça, sin aplicar su fórmula letal

          “En un año y medio River será el Barcelona”, sentenció Matías Almeyda ante la prensa. Contundente, sincero y categórico.  El capitán de River reflejó una ilusión con sabor a utopía. Hace un tiempo atrás, Sergio Batista, asimismo garantizó que la selección argentina iba a desempeñarse de la misma manera que el equipo español. Es muy valorable en ambos la búsqueda de una identidad, pero dentro de ese ánimo esperanzador, se le pasaron por alto un par de detalles innatos del equipo catalán, que lo ubican entre los mejores de la historia.
                Más allá de lo que conmueve cada exhibición de fútbol del conjunto español, hay varias circunstancias esenciales a las que algunos  aluden sin temor. Y es que el Barcelona no sólo es el equipo que mejor ataca, sino también el que mejor se defiende; y no necesariamente con la posesión de la pelota.
                Tras cada pérdida de la escuadra dirigida por Pep Guardiola, la presión es inminente. Es decir, por más lejos del arco defendido por Víctor Valdez que se haya malogrado un  ataque,  los de camiseta azul y roja se convierten en obreros, y la reconquista del balón se consuma en pocos segundos.   
                  En escasas ocasiones los rivales logran rebasar esa primera línea de presión, pero por si acaso, es allí cuando los tres baluartes del fondo (generalmente Piqué, Puyol y Abidal) se disfrazan de recios por un período fugaz, para así devolverle al equipo su mejor faceta: la posesión.
                Con la tenencia de la pelota el barça se luce. Todos juegan. Nadie se reduce simplemente a defender. La movilidad estremece. Los laterales en cuestión de segundos se convierten en atacantes decisivos. Y hasta el mismo número 1, el de los guantes y el buzo, está obligado a participar en el ataque.
                En un ciclo atestado de éxitos, el Barcelona de Guardiola se rebosó de aspirantes a discípulos. Escasos de fundamentos, Almeyda y Batista incluyeron en  esa lista a sus respectivos equipos.  Más allá de la convicción, River y la selección tienen otras urgencias.  Jugar como el Barça sería bárbaro; pero lograr aplicar los fundamentos que determinan ése modelo de juego sería el mejor comienzo. 

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