Los alaridos desde el arco manifestaban algo fuera de lo normal. Un 4-3-3 sumamente conocido ocupaba el campo auxiliar del Real Madrid. Del otro lado, un equipo descarado y repleto de motivación sucumbía en el terreno. Se trataba de un verdadero clásico madrileño: un equipo de periodistas que desafiaba a un combinado formado por el cuerpo técnico y los asistentes del Real Madrid, en donde el propio José Mourinho se puso el buzo y los guantes.
“¡Equilibrio, equilibrio!” se escuchaba desde el arco en un grito desesperado. Sí. Era Mou dando órdenes, como si el propio Xabi Alonso fuera el receptor y el derby español el partido en cuestión. Sin embargo, el utilero del equipo atontado intentaba ocupar la mitad de la cancha, mientras recibía los mandatos de su arquero, aunque poco parecía comprenderlos.
Mourinho demostró seguridad desde el comienzo bajo los tres palos. Salvó una clara pelota de gol y hasta se encargó de ejecutar con éxito un penal que derivó en el primer tanto del partido. Sin embargo, por momentos, era notoria la desprolijidad de su equipo en el fondo, por más raro que parezca esta situación en un conjunto que Mou se encarga de acondicionar.
Los periodistas aprovecharon los errores y lograron un 2 a 2 parcial con lógica sensación de conformidad. El clásico se acababa y los gritos del fondo cada vez se escuchaban con mayor ímpetu. Sin embargo, a poco del final, una pelota dividida cayó en el área de los asistentes del Real, el defensor no pudo despejar, el incipiente delantero fue a dividir la pelota, y José Mourinho cometió un error vital. Así, los periodistas se quedaron con la victoria, y lograron algo único: dejar sin reacción a un ganador nato y encima quitarle su invicto como local.
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