Ya pasaron 33 años. Una época de terror de la que existen tantas certezas como misterios latentes. Uno de ellos: Miguel Sánchez. Un joven atleta tucumano, que a los 17 años arribó a Buenos Aires, desde el interior, como millones, y está desaparecido, como miles. Sigiloso y soñador. Entrañable y cumplidor. El joven de 25 años vivía una vida plagada de proyectos. Atleta por naturaleza, cadete bancario por necesidad y poeta por osadía.
A dos días de haber arribado a la Argentina, tras haber disputado en Brasil la prestigiosa maratón de San Silvestre que recorre las calles de San Pablo, Miguel se acostó temprano, como todas las noches, dispuesto a madrugar nuevamente a la mañana siguiente. Sin embargo, el beso a su madre significó mucho más que unas buenas noches; representó un adiós. Cuando la tercera hora se adueñaba de aquel caluroso 8 de enero de 1978, un grupo de militares alteró la calma de la familia Sánchez, y sin preámbulo alguno se llevaron al joven atleta a punta de pistola.
Enigmática y cruel, la dictadura militar iniciada en 1976 se cobró a un único deportista federado. Miguel Sánchez era un atleta con proyección. Entrenado por Osvaldo Suárez, tres veces ganador de la carrera de San Silvestre, el joven insinuaba trascendencia. Elvira, su hermana, todavía lustra las decenas de trofeos y medallas de la vitrina, que alguna vez Miguel se encargó de rebasar.
Su madre, Cecila Santillán, recorrió lugares, golpeó puertas, se planteó interrogantes que lo lleven con el paradero de su hijo y hasta realizó la denuncia en el CONADEP. Sin embargo, en 1992, falleció; plagada de tristeza provocada por una ausencia que no tiene responsables y por un joven que esperó con vida hasta su último segundo.
La cronología sin fin tiene más de un inciso. En el 2000, el periodista italiano Valerio Piccioni, después de leer una nota en Clarín, arribó a la Argentina con sólidas intenciones de amparar la memoria. Tras investigar la historia por seis meses, publicó un libro llamado “La corsa di Miguel” (La carrera de Miguel). Como si eso fuera poco, inició un evento, que tuvo a Roma como primera escala, en donde se corrió una maratón en memoria del joven argentino, que también fue denominada “La carrera de Miguel”.
Hoy, tras diez años, centenares de corredores portan en el pecho el rostro risueño de Miguel Sánchez y el título de uno de sus poemas en la espalda. La semana próxima, la carrera realizada por el periodista italiano, hará escala en Quilmes; porque ya pasaron 33 años, pero Miguel Sánchez forma parte del recuerdo activo.
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