martes, 29 de marzo de 2011

Las ideas que el equipo argentino precisa captar

          "Captaron la idea”, fue el mensaje principal de Sergio Batista en conferencia de prensa, tras el partido de su selección frente a Estados Unidos. El modelo de juego que el entrenador pretende es claro: “prevalecer un estilo similar al del Barcelona”.  Pero analizando el partido del sábado, ¿se reencarnó en algún momento el funcionamiento que tan bien maneja el equipo de Guardiola? Cuesta encontrarlo.
                Ricardo La Volpe, tan polémico como criticado, se refirió al modelo que Batista intenta imponer: “Argentina quiere jugar como el Barça. Se fijan mucho en el juego ofensivo, pero poco en los detalles. La presión, la recuperación inmediata, el equilibrio táctico. Por ahí debería pasar el foco principal de Batista”.
                Rotundo y sincero, La Volpe dejó en claro su postura; una postura que más allá de rozar la crítica, contiene varias certezas. Si bien es cierto que Argentina, en algún momento, cuando los habilidosos encargados de crear juego encontraban carriles de circulación, se asimilaba de cierta manera al juego del barça; también es verdad que el equipo careció de decenas de detalles sustanciales: los centrales como opción para la continuidad en la posesión, los laterales dejando un surco de tanta participación, la íntegra circulación a través del pase, la inminente presión tras la pérdida, el pressing constante en todos los sectores del campo, y varios pormenores más, difíciles de percibir, pero claves a la hora del funcionamiento.
                El rumano Stefan Kovacs, principal ayudante y sucesor de Rinus Michels en aquel Ajax que fue la génesis de la única gran revolución conceptual del fútbol mundial, dijo en 1972 antes de la final intercontinental frente a Independiente: "Los jugadores que más se adaptarían a lo que pretendemos serían los argentinos. Por su rigor táctico y profesionalismo, y sobre todo por su gran capacidad técnica”.  Lo que Kovacs no se encargó de remarcar, es que necesitó de una incipiente metodología de entrenamiento en los procesos de formación para llegar a aplicar ese modelo de juego tan valorado. Y es que las inferiores del Ajax estimuló la técnica para mejorar la precisión y así obtener tantas variantes a la hora del juego asociado; para lo que necesitó muchos años de trabajo. Al igual que al abordar el entrenamiento físico integral para ser intensos al momento de la presión en todos los sectores y al mejorar las transiciones.  De esta manera, instigó  un arduo desarrollo que tuvo su cumbre en un prototipo de juego criterioso y desconocido, que hoy tiene al Barcelona como principal heredero.
                Por estos motivos y varios más es que a muchos seguidores le genera rechazo que Sergio Batista afirme sin inconvenientes su similitud con el conjunto español. Y es ahí, cuando dice que juega como el barça, que no se entiende bien a qué se refiere cuando ratifica que sus jugadores “captaron la idea”.

lunes, 28 de marzo de 2011

El día que Mourinho se quedó sin reacción ante los periodistas

Los alaridos desde el arco manifestaban algo fuera de lo normal. Un 4-3-3 sumamente conocido ocupaba el campo auxiliar del Real Madrid. Del otro lado, un equipo descarado y repleto de motivación sucumbía en el terreno. Se trataba de un verdadero clásico madrileño: un equipo de periodistas que desafiaba a un combinado formado por el cuerpo técnico y los asistentes del Real Madrid, en donde el propio José Mourinho se puso el buzo y los guantes.
“¡Equilibrio, equilibrio!” se escuchaba desde el arco en un grito desesperado. Sí. Era Mou dando órdenes, como si el propio Xabi Alonso fuera el receptor y el derby español  el partido en cuestión. Sin embargo, el utilero del equipo atontado intentaba ocupar la mitad de la cancha, mientras recibía los mandatos de su arquero,  aunque poco parecía comprenderlos.
Mourinho demostró seguridad desde el comienzo bajo los tres palos. Salvó una clara pelota de gol y hasta se encargó de ejecutar con éxito un penal que derivó en el primer tanto del partido. Sin embargo, por momentos, era notoria la desprolijidad de su equipo en el fondo, por más raro que parezca esta situación en un conjunto que Mou se encarga de acondicionar.
Los periodistas aprovecharon los errores y lograron un 2 a 2 parcial con lógica sensación de conformidad. El clásico se acababa y los gritos del fondo cada vez se escuchaban con mayor ímpetu. Sin embargo, a poco del final, una pelota dividida cayó en el área de los asistentes del Real, el defensor no pudo despejar, el incipiente delantero fue a dividir la pelota, y José Mourinho cometió un error vital. Así, los periodistas se quedaron con la victoria, y lograron algo único: dejar sin reacción a un ganador nato y encima quitarle su invicto como local.

miércoles, 23 de marzo de 2011

Los 140 caracteres que vinculan a cualquiera

La tecnología ha llegado a un nivel impensado. Las redes sociales avanzan de manera colosal, y el twitter se ha transformado en la vedette del momento.  La posibilidad de tener contacto con el ídolo máximo pasó a formar parte de la cotidianeidad; y esa imagen idealista con la que siempre se vinculó a los deportistas se quedó en el siglo pasado.
                El twitter mueve multitudes, y los máximos reconocidos en el mundo del deporte forman parte de ella. Iniesta, Agüero, Fábregas y Forlán, yacen entre los más trascendentales. Sus 140 caracteres generalmente son noticia. Utilizan la red social como su principal medio de comunicación y logran de esta manera una memorable relación con sus fanáticos. Ellos, agradecidos, sólo responden con elogios.
                Emanuel Ginóbili se transformó en el último tiempo en la principal figura argentina del fenómeno social. La semana pasada, sin más preámbulo, consumó la petición que sus casi 500 mil seguidores venían demandando hace un largo tiempo: una twittcam; es decir una cámara en vivo en donde sus adeptos le podían formular preguntas online que el astro contestaba de manera inminente.
                Hace unos días, el Twitter se transformó nuevamente en noticia, por más habitual que suene la frase en la actualidad.  Juan Ignacio Chela hizo un encargo con exceso de originalidad: “che, cómo se le juega a Roger? Tiren tácticas”. En una fina línea que separa la humorada de la realidad, el tenista argentino hacía un pedido expreso a sus seguidores; tal vez esperando una respuesta con gracia, o bien buscando que algún seguidor le conceda la llave hacia el camino del éxito, contra el casi perfecto Roger Federer.
                La red social puede ser, por momentos, un arma de doble filo. Los conservadores suelen rechazarla. La información no siempre suele ser veraz. La clave del éxito parece estar en las fuentes que uno utiliza, las personas que uno se expone a seguir.
                De esta manera, el Twitter se convirtió en el método por excelencia de contactar a los ídolos. Ellos, entrañables y cordiales, hacen que la apariencia de un ser distante forme parte del siglo pasado.

martes, 22 de marzo de 2011

Miguel Sánchez, maratón del recuerdo

                Ya pasaron 33 años. Una época de terror de la que existen tantas certezas como misterios latentes. Uno de ellos: Miguel Sánchez. Un joven atleta tucumano, que a los 17 años arribó a Buenos Aires, desde el interior, como millones, y está desaparecido, como miles. Sigiloso y soñador. Entrañable y cumplidor. El joven de 25 años vivía una vida plagada de proyectos. Atleta por naturaleza, cadete bancario por necesidad y poeta por osadía.
                 A dos días de haber arribado a la Argentina, tras haber disputado en Brasil la prestigiosa maratón de San Silvestre que recorre las calles de San Pablo,  Miguel se acostó temprano, como todas las noches, dispuesto a madrugar nuevamente a la mañana siguiente.  Sin embargo, el beso a su madre significó mucho más que unas buenas noches; representó un adiós. Cuando la tercera hora se adueñaba de aquel caluroso 8 de enero de 1978, un grupo de militares alteró la calma de la familia Sánchez, y sin preámbulo alguno se llevaron al joven atleta a punta de pistola.
                 Enigmática y cruel, la dictadura militar iniciada en 1976 se cobró a un único deportista federado. Miguel Sánchez era un atleta con proyección. Entrenado por Osvaldo Suárez, tres veces ganador de la carrera de San Silvestre, el joven insinuaba trascendencia. Elvira, su hermana, todavía lustra las decenas de trofeos y medallas de la vitrina, que alguna vez Miguel se encargó de rebasar.
                Su madre, Cecila Santillán, recorrió lugares, golpeó puertas, se planteó interrogantes que lo lleven con el paradero de su hijo y hasta realizó la denuncia en el CONADEP. Sin embargo, en 1992, falleció; plagada de tristeza provocada por una ausencia que no tiene responsables y por un joven que esperó con vida hasta su último segundo.
                La cronología sin fin tiene más de un inciso. En el 2000, el periodista italiano Valerio Piccioni, después de leer una nota en Clarín, arribó a la Argentina con sólidas intenciones de amparar la memoria. Tras investigar la historia por seis meses, publicó un libro llamado “La corsa di Miguel” (La carrera de Miguel). Como si eso fuera poco, inició un evento, que tuvo a Roma como primera escala, en donde se corrió una maratón en memoria del joven argentino, que también fue denominada “La carrera de Miguel”.
                Hoy, tras diez años, centenares de corredores portan en el pecho el rostro risueño de Miguel Sánchez y el título de uno de sus poemas en la espalda. La semana próxima, la carrera realizada por el periodista italiano, hará escala en Quilmes; porque ya pasaron 33 años, pero Miguel Sánchez forma parte del recuerdo activo.

Mourinho y sus números seducen a cualquiera

               “El Real Madrid de Mourinho no juega lindo…”. Una opinión rotunda y generalizada que habita entre los fanáticos españoles, propios y ajenos a la escuadra merengue. Categóricos e indiscutibles, los hinchas reclaman un estilo vistoso. Mou, por su parte, alega con números: cien por ciento de efectividad como local, tras siete años nuevamente en cuartos de final de una Champions League y una capacidad goleadora escalofriante.
                Las jornadas en el Santiago Bernabeu ya no se viven igual desde que José Mourinho se hizo cargo del equipo. Los 22 partidos jugados en su casa le dieron al conjunto madrileño una chapa de invencible que Mou empezó a gestar en el Porto, allá por el 2002. Y es que desde el 23 de febrero de aquel año, el entrenador no pierde en casa. Chelsea, Inter y ahora el Real se convirtieron en piezas fundamentales donde el DT aplicó su fórmula letal. Mientras tanto sus equipos continúan por la senda de la victoria, y ya son 150 los partidos que el entrenador acumula sin perder como anfitrión.
                Recto, de mirada inexpugnable y voz impetuosa, Mourinho sabe que el Santiago Bernabeu se convirtió en un fuerte. Los objetivos son claros. Mantener la valla invicta parece ser el principal, y lo viene cumpliendo casi a la perfección; su equipo tiene un promedio de menos de un gol por partido. El otro propósito esencial: la efectividad en el arco rival; también lo ejecuta a la excelencia. Un aproximado de tres goles por partido, le conceden al Real Madrid una campaña como local que acaricia la utopía.
                Frío y distante, con impulsos de arrogante que generan molestia, Mou se planteó la UEFA Champions League  como principal desafío, y hasta ahora se dirige por buen camino.  El conjunto merengue necesitó 56 partidos, 99 goles, 74 jugadores, 10 entrenadores, 5 presidentes y 2562 días para volver a meterse entre los 8 mejores de la máxima competición europea;   de la mano de José Mourinho lo logró.
                Los números estremecen. Los resultados abalan. Y los fanáticos, terminantes como nadie, completan la frase: “el Real Madrid de Mourinho no juega lindo, pero es sinónimo de eficacia”.
                

Todos quieren ser el barça, sin aplicar su fórmula letal

          “En un año y medio River será el Barcelona”, sentenció Matías Almeyda ante la prensa. Contundente, sincero y categórico.  El capitán de River reflejó una ilusión con sabor a utopía. Hace un tiempo atrás, Sergio Batista, asimismo garantizó que la selección argentina iba a desempeñarse de la misma manera que el equipo español. Es muy valorable en ambos la búsqueda de una identidad, pero dentro de ese ánimo esperanzador, se le pasaron por alto un par de detalles innatos del equipo catalán, que lo ubican entre los mejores de la historia.
                Más allá de lo que conmueve cada exhibición de fútbol del conjunto español, hay varias circunstancias esenciales a las que algunos  aluden sin temor. Y es que el Barcelona no sólo es el equipo que mejor ataca, sino también el que mejor se defiende; y no necesariamente con la posesión de la pelota.
                Tras cada pérdida de la escuadra dirigida por Pep Guardiola, la presión es inminente. Es decir, por más lejos del arco defendido por Víctor Valdez que se haya malogrado un  ataque,  los de camiseta azul y roja se convierten en obreros, y la reconquista del balón se consuma en pocos segundos.   
                  En escasas ocasiones los rivales logran rebasar esa primera línea de presión, pero por si acaso, es allí cuando los tres baluartes del fondo (generalmente Piqué, Puyol y Abidal) se disfrazan de recios por un período fugaz, para así devolverle al equipo su mejor faceta: la posesión.
                Con la tenencia de la pelota el barça se luce. Todos juegan. Nadie se reduce simplemente a defender. La movilidad estremece. Los laterales en cuestión de segundos se convierten en atacantes decisivos. Y hasta el mismo número 1, el de los guantes y el buzo, está obligado a participar en el ataque.
                En un ciclo atestado de éxitos, el Barcelona de Guardiola se rebosó de aspirantes a discípulos. Escasos de fundamentos, Almeyda y Batista incluyeron en  esa lista a sus respectivos equipos.  Más allá de la convicción, River y la selección tienen otras urgencias.  Jugar como el Barça sería bárbaro; pero lograr aplicar los fundamentos que determinan ése modelo de juego sería el mejor comienzo. 

Bertoni y su emocionante capítulo en el Mundial ‘78

La frenética suela grisácea acorraló la Tango blanca contra el piso y, en un par de milésimas, decretó un fragmento esencial de la historia del fútbol mundial.   Cuando el minuto 26 del tiempo extra se adueñaba del cronómetro del italiano Sergio Gonella, Daniel Bertoni se disfrazó de magistrado, y en dos movimientos, sentenció el 3 a 1 con sabor a definitivo, que le dio a la Argentina de Menotti, el primer título mundial de su historia. 
                La precisión del número cuatro del conjunto nacional hizo vibrar a las 71000 personas que se encontraban aquella jornada fría de domingo en el estadio Monumental. Cuando el derechazo concluyente se adueñó de la red, Bertoni salió disparado hacia el banderín derecho del córner, festejando, al unísono con las millones de almas que tuvieron el infortunio de no poder asistir al coliseo de Núñez, en la memorable tarde de invierno, donde el potente delantero del Sevilla de España por aquel entonces, entraba en un capítulo clave de la cronología nacional.
                Hoy, el protagonista principal que decretó el 3 a 1 definitivo en la final del Mundial disputado en Argentina en 1978, cumple 56 años. Proveniente de Bahía Blanca e ídolo de Independiente, Daniel Bertoni, tras atenazar y estremecer la Tango número 7 de vivos negros,  intervino en la historia grande del fútbol mundial.