jueves, 8 de septiembre de 2011

La misma disputa de siempre, con un final diferente



Partido eterno. Ganan ellos, los poderosos, hace ya unos cuantos años. Tienen bien clara su identidad: “ganar como sea”. Apretadas, conveniencias, muertes, todo sirve si al final de la jornada vuelven a salir victoriosos, como siempre. Del otro lado, está el fútbol, en este caso, habitué de las derrotas. Sin embargo, a veces la vida se apiada de los menos poderosos y le concede esa victoria que vale más que las mil decepciones.

Pasa el tiempo y las barras bravas continúan en la primera plana del diario deportivo. Le ganan al juego por goleada. Lo vencen y lo dejan debilitado. Porque esto lo perjudica. Esa mano negra de la que todos hablan pero muy pocos conocen su nombre y apellido, tiene total influencia dentro de la cancha. Influye en los entrenadores, los que siguen y los que se van. Influyen las presiones hacia los jugadores, siempre, sin excepciones, carente de toda lógica. Y también influye en la esencia del juego, que a veces renuncia a sus ideales y demuestra incongruencias graves que, siempre, benefician a quien tiene más poder.  

Ayer, el partido continuó en cancha de Independiente. El fútbol parecía volver a ser vapuleado por un conjunto de enérgicos muchachos escasos de ética. Como la semana pasada, el mes pasado y el año pasado, otra vez ellos como máximos protagonistas. Otra vez el  juego en un relegado segundo plano y sufriendo, claramente, serios deterioros. Pero no.

Ayer el estadio de Avellaneda fue escenario de una tradicional trama de película de acción: cuando “el bueno” parece acabado, se presente un segundo súper héroe dispuesto a luchar hasta el final por una causa honesta. Hace poco un reconocido entrenador recién iniciado garantizó: “la revolución empieza por el hincha común”. Le hicieron caso. Ése súper héroe anónimo es el verdadero hincha. El que no tiene conveniencias. El que se enoja cuando no se siente identificado con su equipo o cuando sus dirigentes perjudican a sus colores.

Independiente 2 – San Martin de San Juan 1. No ganó el fútbol, pero hubo un tercer personaje dispuesto a oficiar de salvador. Lo logró. Ayer ganó la gente, ganó el hincha común.


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