No, no y no. El fútbol no nos ha llevado hasta aquí. Hasta
este cúmulo de arrogancia que hoy nos atrae sólo problemas. Porque eso de creer
que somos y que tenemos lo mejor es para puro disgusto. Basta con cruzar la
frontera para comprender el rechazo que genera esta soberbia generalizada. Y,
tal vez sí, el fútbol nos pueda salvar. O mejor dicho una porción del fútbol nos
pueda salvar. O quizá el fútbol en su máximo sentido nos salve. Porque Lionel
Messi es eso: fútbol en su máximo sentido; de estética, de arte, de eficacia.
Y, por sobre todas las cosas y como antagonismo de un país egocéntrico, de humildad.
Nunca un gesto. Nunca una palabra de más que lo arruine
todo. Messi ostenta una imagen de austeridad, a pesar de ser la persona con
mayor riqueza dentro del verde césped. Y afuera, cuando el tumulto de los
flashes podrían encandilarlo, sigue siendo Leo, quien tranquilamente pasaría
por estudiante de psicología de cuarto año, si no fuera por el cardumen de
gente que gira a su alrededor.
Y cuánto bien nos hace que el mejor de todos se mantenga con
este perfil. Es una prueba de fuego para aquellos altaneros que creen que el
poder de su orgullo los llevó a donde están. Y no comprenden que sin ese
orgullo, hasta sus propias capacidades se multiplicarían. Si el pillo supiera
de las ventajas de ser humilde, de puro pillo se volvería humilde. Porque allí
se sitúa Messi y aprende de todos. De los que están a su favor y los que no.
Si no fuera por esos regates a una velocidad inhumana, o por
esos pases filtrados e indescifrables, o por esa definición infalible, Messi
también sería un distinto. Porque para este fútbol, un distinto es alguien que no le protesta a
los árbitros, alguien que sacrifica una amarilla del rival por un par de
segundos más con ese objeto preciado al que tanto venera, alguien que resigna la confrontación con el
contrario por seguir dando el máximo en el juego y evita cualquier otra
cuestión que estén exentas de ello. Todo eso no solamente lo vuelve un
distinto, también lo hace el mejor. Porque por más sencillo que parezca, estas
cuestiones inciden enormemente en el rendimiento.
Y tal vez estas palabras se puedan volver anónimas y
olvidadas, como tantas otras. Pero, también, como tantas otras cosas anónimas y
olvidadas, es necesario realizarlas igual. Porque un empresario, un carpintero
o un taxista pueden salir inspirados. Solamente humildad y enfoque en el
verdadero objetivo. Y quizás Messi y el fútbol nos salven de seguir equivocando
el camino.
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