martes, 13 de diciembre de 2011

¿Yo o el equipo?

Allí se eleva la bandera de la sospecha, cada vez más alta y radiante. Y es que en Argentina parecen haber motivos para sospechar. Porque el fútbol, entre otras cosas, se ha convertido en una colección de galardones que se conectan con la noche. Sí sí, se entendió perfectamente. Hablar del fútbol y de la noche no tiene ninguna relación con ese picado de los jueves que empieza a eso de las nueve y termina con la última carcajada de ese grupo de amigos eternos. Lejos de eso, aquí la noche tiene un sinfín de compañeros fieles. Y entre ellos se encuentran muchos futbolistas sometidos por los encantos del alcohol y las mujeres. Sin embargo, siempre es mejor remarcar las fortalezas que profundizar en las fallas. Por eso vale la pena volver a hablar del Barcelona. De sus encantos y de sus anomalías. De un estilo que rebasa al propio fútbol y se extiende a la vida.

“No soy policía, a las 10 de la noche estoy durmiendo y no tengo ganas de controlar a mis futbolistas. Por eso prefiero que estén en casa con sus familias y no en un hotel, encerados, sin nada que hacer”.  Guardiola habla y el mundo queda desconcertado. Y es que realmente es un contracultural. ¿Por qué aquí se concentra con dos días de anticipación al partido y en el Barcelona prefieren que cada cual duerma donde se le dé la gana? ¿Es por eso que son los mejores?

Ya lo dije el excelso Phil Jackson: “Los buenos equipos acaban por ser grandes equipos cuando sus integrantes confían los unos en los otros lo suficiente para renunciar al ‘yo’ por el ‘nosotros’”. Y es así de sencillo. El Barcelona ha creado el proyecto perfecto. Eso se consigue cuando la estructura vale más que cualquiera de sus piezas. Cuando nadie es imprescindible. Ni el propio entrenador, ni el mejor jugador del mundo. Todos entienden que los objetivos del grupo favorecen a las individualidades. Entonces, viven por y para el grupo. Tienen un sentido de pertenencia supremo y se rehúsan a defraudarlo.

Mientras tanto aquí, del otro lado del charco, los beneficios personales le ganan por goleada a los grupos. Aunque pocos tienen la capacidad de entender que los grupos alimentan más que cualquiera a los beneficios personales. 

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