Analistas, cesen. Nada más erróneo que una visión errónea para querer explicar un fútbol tan superlativo como mal visto. Porque la humanidad avanza en una era comunicacional que vincula a todo con todos, sin embargo en el mundo de la pelota parece haber una división bien pronunciada: ellos y nosotros, un charco inmenso en el medio y un sinfín de diferencias que no serían tales si así no lo pensáramos. Y es que entre América y Europa existen diferencias, está claro. Pero no por ese sinfín de excusas que intentan imponernos.
Mi ilusión se ha convertido por un buen rato en realidad. Porque hace mucho que la vengo palpitando pero nunca imaginé que iba a salir tal cual lo personificaba mi cerebro. Porque yo sabía que la U de Chile tenía un equipo fuera de serie. La primera vez que lo observé ya le noté algo distinto; algo “europeo”, como le llaman ellos, los analistas que todos los días evito en la televisión. Porque el equipo chileno demostró algo a lo que no acostumbramos, contradiciendo a los millares que sostienen hasta el hartazgo que “en Sudamérica no se puede jugar como allá”.
Y vaya si los chilenos han despedazado esa teoría. Porque con un argumento distinto, extraño, salieron a hacerle frente a los paradigmas históricos: “el fútbol sudamericano es trabado y lento”; “la final de una copa se gana metiendo”; “acá es imposible hacer un juego de posesión como en España”. Este grupo de anónimos chilenos ha ido por un camino desconocido, y le ha sacado agua a las piedras, por más que millares de personas hayan sentenciado una y mil veces que dentro de las rocas sólo se encuentra más roca.
Me sigo preguntando por esas diferencias tan marcadas entre un continente y el otro. Plata, recursos, capacidad, cultura, todo suma. Y en este momento se me viene a la mente una anécdota tan descriptiva como PRECISA: Hace poco charlé con un entrenador, esos diferentes, a “la europea”, como le llaman algunos. Él volvía de un curso de fútbol en Buenos Aires bastante reconocido. “¿Y? ¿Cómo estuvo la capacitación?”, le consulto. Me hace una mueca que me ayuda a percibir varias sensaciones y luego continúa:
-Te voy a contar lo que me pasó uno de los días- me dice y prosigue -fuimos al entrenamiento del Boca, el puntero y, sin dudas, el mejor en la actualidad. Esperaba ver algo descomunal, fuera de serie. Y finalmente fue más de lo mismo: reducidos, pasadas y remates de media distancia. Así de crudo. Cuando terminó el entrenamiento le levanté la mano al coordinador del curso (una persona muy reconocida en el medio) y le pregunté con el mayor respeto posible: “¿Esto es entrenar fuerte para usted”? Y me respondió sin dudarlo: “acá entrenamos así, es lo más fuerte que se puede en nuestro medio”.
Y ahí encontré la respuesta a todas mis preguntas. En Sudamérica no conocen -o no quieren conocer- una realidad distinta a la del otro lado del charco. Esa realidad que Jorge Sampaoli le hizo conocer a la U de Chile. Una realidad que los terminó haciendo diferentes al resto. Diferentes y mejores, simplemente con trabajo. Trabajo de verdad.