miércoles, 31 de agosto de 2011

El duopolio más fructífero que pueda existir



Monótono, uniforme, imperialista. La pelota gira y gira, encantada por el concierto de pases del Barcelona y seducida por el vértigo propuesto por el Real Madrid. El 11 a 0, repartido entre los seis goles del conjunto merengue y los cinco de los catalanes en la primera fecha de la liga, estimuló la polémica. Está claro, el fútbol mundial atraviesa un duopolio propio de dos potencias casi inquebrantables. ¿Tanta supremacía  desigual perjudica al deporte más popular del mundo?    

Si alguien tuviera la bola de cristal seguramente hoy podríamos hablar de certezas. Pero no. El mundo, entre otras cosas, está hecho de varios supuestos. Entre ellos, qué pasará el día de mañana si continúan estos dos camicaces adueñándose del único objeto que siempre perteneció a todos. Lo protegen muy bien, por cierto.

Olvidémonos que existe un mañana. Estamos ante la presencia de dos equipos históricos. Sí, son parte del presente, pero también ya son parte de la historia. Deleitémonos ante un Barcelona utópico que evoca como nadie lo más preciado del espíritu amateur. Gocemos de un Madrid deslumbrante, que cada día expone con fundamentos que las velocidades en el juego han cambiado. De eso se trata, apreciar la revolución como tal. Porque como todo cambio transformador, viene adjunto con millares de discípulos que intentan aferrarse a los progresos. Aunque parezca una quimera querer tener el estilo barcelonista o la agresividad de los Merengues, hay infinitos casos de conjuntos que han interiorizado ciertos recursos; con éxito.

Por eso, disfrutémoslo: analicemos sus imposibles, intentemos emular sus recursos por más que sepamos las absolutas diferencias. Sufrámoslo: padezcamos ser hinchas de un equipo que todos  los fines de semana acaba un partido con menos del 20 por ciento de los pases concretados. No los comparemos.

“O cambia o matamos el fútbol”, manifestó el presidente del Sevilla José María Del Nido. No señor Del Nido. Morirá la disputa, morirán los hinchas del resto de los equipos que cada vez perderán más adeptos y hasta morirá ese ensañamiento porque algún día el mejor pierda. Será monótono, uniforme e imperialista, pero mientras estos dos equipos sigan existiendo, el fútbol nunca morirá.



martes, 30 de agosto de 2011

La docencia, el nuevo oficio de Pep y sus muchachos



Aprender, de eso se trata su existencia. Por más copas, por más partidos, por más fama que se le adjudique, el Barcelona aprende algo nuevo todos los días. Dicen que mantenerse insaciable de gloria ante tantos títulos es una de las misiones más difíciles para un entrenador. Guardiola objeta todos los días ese aforismo. En cada partido, por más diferencia que exista entre los blaugrana y el resto, el Barça aprende algo nuevo. Ayer, en el inicio de una nueva temporada española en la que la supremacía monopólica se pone cada vez más en manifiesto, el conjunto catalán volvió a sorprender. Cada vez que una temporada comienza, aseguramos que, tarde o temprano, toda hegemonía llega a su fin. Allí está el Barcelona, para contradecir otra sentencia histórica con fútbol. Y, sobre todo, para enseñarnos todos los días algo nuevo; algo nunca antes visto.

Ayer, en su debut liguero, el conjunto dirigido por Pep Guardiola  volvió a ser protagonista de esos detalles que hoy parecen intrascendentes, pero que, en un par de décadas, serán motivos de míticos relatos. No, no se trata de vencer por 5 a 0 al Villarreal, uno de los grandes equipos del fútbol español. Tampoco tiene que ver con el récord de Messi (superó los 100 goles en el Camp Nou, con sólo 23 años) ni la continuidad del imperio. Se trata de un movimiento táctico, que deja atónitos a cualquier analista de fútbol.

Guardiola, extraordinario generador de estímulos,  no contaba con varios de sus estandartes para el encuentro de ayer (Adriano, Piqué, Puyol, Dani Álves, Maxwell).  Una vez más, fue contra todas las teorías y cambió el sistema táctico en cuestión de horas: pasó del 4-3-3 al 3-4-3. Como si fuera una novedad, el sistema parecía interiorizado de hace años. No tuvo errores. Ni siquiera teniendo en cuenta que dos de los tres defensores -Mascherano y Busquets- son volantes por naturaleza.

Sin embargo, la plasticidad no sorprende tanto como el estilo. Nunca, ni el Barcelona de Cruyff que en los años 90 se apoderó de la pelota (jugando con línea de 3), ni el resto de los dream teams que trascendieron a lo largo de la historia, pudieron cambiar de sistema y seguir mostrando la misma identidad. Los hombres de Pep acabaron con otro imposible.

Los sistemas pocas veces fueron motivo de discusión. “Se discuten los jugadores”, manifiestan algunos viejos conocedores. Sin embargo, es más que evidente que entre el 4-3-3 y el 3-4-3 existen claras diferencias. El recurso más visible del Barça, la posesión, podría haber sido perjudicado por el nuevo sistema que obliga, o por lo menos eso dice la teoría, a la verticalidad.

“Si no tengo defensores pondré más atacantes”, dijo el insaciable Guardiola. Entonces así, con dos volantes oficiando de defensores, con Xavi, Inesta, Fábregas y Thiago ocupando ese nuevo centro campo con cuatro  “atacantes”y con la trilogía ofensiva de siempre, aunque con este nuevo sistema hubiera sido lógico observarlos con otro proceder. Pero no.

El Barça todos los días aprende algo nuevo. Esta vez, cambió el dibujo y mantuvo la identidad. “Más que un club”, garantiza su lema. Es evidente, Guardiola pudo cumplir con las expectativas del hacedor de la frase. El FC Barcelona no es sólo un club. Es una banda de amigos, es una institución que excede a cualquier nombre, es el mejor equipo de la historia. Y, ahora, también es un grupo de personas amantes de la docencia, que aprende y, sobre todo, enseña todos los días algo nuevo. Algo nunca antes visto.



lunes, 29 de agosto de 2011

Boca y Falcioni negocian con la realidad del fútbol argentino


Si el juego fuera tan exigido como ese ensañamiento por terminar en el resultado arriba del otro, seguramente, el fútbol daría un infinito salto de calidad. No soñemos. A veces, combatir la realidad puede ser mucho más útil que fantasear con algo que no esté a nuestro alcance. Boca, deteriorado hace más de dos años por esa exigencia  que amenaza con destruirlo todo, salió a combatir la realidad. Se exigió en el juego y quedaron resultados.

Falcioni pidió tiempo. Difícil en un equipo grande acompañar esa petición con la carencia de resultados. A pesar de que algún que otro dirigente reclamó un “plan b” o, en su defecto, la cabeza del entrenador,  hubo una acertada postura de paciencia. El DT se asentó. Homogeneizó un grupo que hacía mucho tiempo no se consolidaba y le devolvió al equipo algo que ya parecía irrecuperable: una identidad.

El grupo, con refuerzos de jerarquía, logró incorporar ese sentido de pertenencia que distingue a un equipo de un combinado de prestigio. Asimiló el estilo que se ausentó en el primer semestre del año y revalorizó su localía. Nada tiene que ver con la valía del estadio o el peso de la camiseta; la revalorizó en el juego.

Falcioni logró mutar el grupo y, sobre todas las cosas, pudo recuperar una manera de jugar que siempre identificó a los Xeneizes. Promovió una defensa que parece compacta, acertó en el equilibrio necesario entre los volantes de contención y los ofensivos y encontró una manera de profundizar y romper líneas de presión, en lo posible, sin recurrir al ataque directo (pelotazo).  Boca ya no se asemeja a ese desorden que suele caracterizar al fútbol argentino. La defensa y el ataque ya no funcionan de manera autónoma. Vale la pena repetirlo: el equipo encontró esa identidad que tantas veces se le reclamó.

Por más que el funcionamiento como grupo sea enormemente más necesario que cualquier otra cuestión, nunca está de más remarcar los aciertos de las individualidades. Eso también es función de un líder y, más aún, de un entrenador: sacar el máximo de cada uno de sus dirigidos. El conjunto boquense está teniendo sinergia  como equipo y, además, sus partes están funcionando en gran forma de manera independiente.

  Alguna vez un gran entrenador aseguró: “no ganar y ganar no es lo mismo, pero ningún éxito inmuniza”.  Seguramente que Falcioni no está inmune en su cargo, pero, mientras mantenga esta línea de juego, posiblemente los resultados vengan solos. Y, como estamos acostumbrados en el fútbol argentino, si hay resultados hay inmunidad. Y si hay inmunidad hay posibilidad de combatir la triste realidad. Con trabajo. 

jueves, 25 de agosto de 2011

Independiente cayó abatido pero con algo en los pies


“¡Ganemos, sea como sea ganemos!”. Las paredes del túnel previos a ese rectángulo de cal, refugio de celebridades, hacen eco de una terminología casi sistemática. Por inercia,  el referente requiere una y otra vez algo que parece convincente, pero que, analizándolo, carece de fundamentos. Se trata de salir a vencer. “Esto es una final”, asegura, dejando en claro que acá se juega de otra manera o, por lo menos, procurando exhibir la presencia de un condimento extra. ¿Acaso jugar una final excluye a un equipo de continuar con lo que se venía realizando hasta acá? ¿En algún lugar de la estratósfera alguien sabrá qué abarca ese “sea como sea”?

Anoche, Independiente disputó la final de la Recopa frente al Inter de Porto Alegre, en Brasil. El fútbol, a veces injusto, ostenta su máxima expresión emotiva en una final. Sin embargo, aunque parezca imposible, se puede jugar un encuentro con alto grado emocional y no renunciar a la identidad del equipo. Independiente perdió otra copa, la segunda en un mismo mes. Pero no renunció a su esencia. Fue fiel a su manera de ser. Jugó a lo mismo que en algún momento lo consagró campeón sudamericano. Y, tal vez por suerte o por mera decisión del destino, salió subcampeón porque unos centímetros de diferencia entre la zurda potente de Maxi Velázquez y el poste concluyeron la cuestión. No pudo ser.

Entre morir con las botas puestas y vivir, muchos prefieren vivir. ¿A qué precio? Parece prácticamente imposible nivelar un argumento en la balanza de los resultados. Seguramente, gran parte de los fanáticos del fútbol prefiera los resultados. “Estoy tranquilo”, aseguró Antonio Mohamed tras la derrota de anoche. De eso se trata. Se puede ganar a cualquier precio, se puede vencer renunciando a los ideales. El problema será cuando la pelota pegue en el palo y salga afuera. Allí la conciencia exigirá una explicación, porque se abandonó lo que se venía pretendiendo.

Es probable que anoche las paredes del túnel del Estadio Gigante da Beira Río hayan resonado, por enésima vez, ante la popular frase pre partido: “ganemos sea como sea”. Fue sólo por inercia. Porque en la cancha, Independiente no ejerció el “sea como sea”. Fue coherente con su esencia. Fue genuino, la pelota se fue por pocos centímetros, no levantó la Copa pero terminó tranquilo. Porque cuando  de morir se trata, lo único satisfactorio es hacerlo con las botas puestas.

martes, 23 de agosto de 2011

Real Madrid-Barcelona, hablemos de lo que a nadie le interesa

Por favor, cambiemos de tema. Mientras el mundo irradia esa manera de ser obscena que caracteriza a José Mourinho, la pelota sigue girando, cada vez más bella y radiante, producto de un sinfín de recursos propuestos por esta nueva revolución del fútbol. Fue otro Barcelona-Real Madrid, otra apología a lo que todos los soñadores del fútbol desean en cualquier momento, pero ninguno transforma en realidad. Ellos sí. Ellos, como nadie, afloran esa compleja combinación de recursos que acaricia la perfección. Sin embargo, no alcanza. Nada puede vencer a esa devoción por lo inmoral,  por el gesto procaz de Messi o las canalladas de Mourinho. Excedamos: hablemos de fútbol.

Históricamente, el clásico más importante de España fue sinónimo de emoción y vertiginosidad. En los últimos años, el Barça expandió su proyecto a una cultura futbolística mundial y, sin darse cuenta, a la manera de observar este choque de potencias en el resto de la humanidad. Últimamente, y más aún con la llegada de Mourinho al banco madrileño, el análisis era muy claro: el Barcelona intentando construir, como siempre, desde la posesión y el Real Madrid adaptándose a ese estilo, intentando romper los circuitos de circulación y, sobre todas las cosas, apostando a la dinámica y el contragolpe.

La Supercopa de España dejó un sinfín de nuevas certezas. Entre ellas, que un alto porcentaje del mundo del fútbol prefiere la riña extra futbolística, antes que el choque de identidades dentro del campo de juego. Por otra parte, y mucho más ostentoso  para los amantes del juego, tanto la final de ida como la de vuelta marcaron una excéntrica realidad: la hegemonía del Barcelona ya no es la misma, el Real Madrid se puso a tono con la historia y garantiza en la cancha una temporada con la supremacía mucho más disputada.

¿Qué cambió en tres meses para que clásico español tenga esta mutación sustancial, siempre en tren de mejora? El equipo madrileño trabajó sobre una nueva identidad. Con la misma vertiginosidad, pero con mayores pretensiones por la tenencia de la pelota, es el primer equipo que pone en jaque al Barça, ejerciendo presión total. Eso se consigue con un consistente trabajo de pretemporada, que procure profundizar en el método de entrenamiento,  congruentemente con la esencia que se pretende inculcar en el equipo. Entonces, con mucha intensidad en toda la cancha al momento de marcar, con una vehemente movilidad que aumente las posibilidades de pase para la continuidad de la posesión y con la misma verticalidad de siempre a la hora de profundizar, el Real cosechó los frutos de la laboriosidad; los ostentó en el juego, pero no en el resultado.

El Barcelona sigue exponiendo con superávit de motivos su rótulo de mejor de la historia. Esta vez, como nunca, enfrentó a un equipo que le propinó algunas de sus propias medicinas. Sin embargo, como una de las millares de virtudes que ostenta este equipo, apareció la eficacia.  Y con ese insaciable hambre de gloria, el Barça sigue cosechando títulos.

Está claro, la final de la Supercopa española ratificó algunas certezas y refutó unas cuantas otras. El Barcelona de Guardiola levantó otra copa, ya no es noticia. Hubo un equipo que le jugó de igual a igual y, por momentos, mejor; eso sí es noticia. Y, por último, el dedo de Mourinho en el ojo de Vilanova admite muchas más repercusiones que el propio análisis del mejor clásico del mundo. A esta altura, no se sabe si eso sigue siendo una novedad.




miércoles, 17 de agosto de 2011

River, en tren de revancha


Un día, allá por la edad media, cuando el “football” ni siquiera significaba la fusión de dos vocablos ingleses, hubo alguien, en alguna parte de la esfera terráquea, que pronunció una frase insulsa sin darse cuenta del vigor de sus palabras. Pasó el tiempo, se convirtió en un dicho popular adueñado por el deporte más famoso del mundo. En cada derrota, en cada amargura padecida dentro del rectángulo de cal. Siempre las mismas palabras, una y otra vez: “No importa, el fútbol siempre te da revancha”.  Acá, en Bangladesh y en España, en el resultado o en el juego, el fútbol siempre te da revancha.

River vivió en el último semestre la que posiblemente sea la etapa más martirizadora de su existencia. Tristeza, desaciertos y renuncia a su esencia. Malos resultados, castigo y descenso. No existía la revancha. Era un capítulo negro que no permitía consuelo.

Ayer, ante un marco conmovedor, el conjunto millonario se presentó en la segunda categoría del fútbol argentino. La perspectiva era distinta. Atrás quedó la violencia, el desenfreno y el fracaso. Atrás quedó ese equipo con el que pocos se sentían identificados y ese explícito temor por fracasar. Con Matías Almeyda como nuevo entrenador y con un grupo de audaces dispuestos a oficiar de salvadores, River tuvo revancha, sobre todo en el juego.

El conjunto de Núñez fulminó con realidades ese mito que asevera distancia entre la manera de jugar de una categoría y de otra. River ganó el partido con recursos de un equipo de primera. Lo ganó en las transiciones: marcó una notable diferencia al momento de contragolpear y, a la vez, cuando tuvo que neutralizar situaciones rivales. Lo ganó con prestigio: Dominguez, Juan Manuel Díaz, Cavenaghi y Sánchez marcaron la diferencia con inteligencia, pero sobre todo con aptitud. Lo ganó con identidad: Almeyda siempre manifestó que lo principal es conseguir una identidad y dio un importante primer paso en su búsqueda; se notó un 4-4-2 con pretensiones ofensivas y, sobre todas las cosas, con las ideas claras.

La escuadra millonaria venció a Chacarita por 1 a 0. Por escenario, por camisetas, por historia, por protagonistas, no hubo referencias visuales de la B Nacional. Sí hubo un aroma a nueva atmósfera. Hubo una sensación de revancha que el fútbol, y sobre todo el juego, siempre está dispuesto a propinar.



lunes, 15 de agosto de 2011

Real Madrid, Barcelona y una batalla por ser feliz

Según la Real Academia Española, la felicidad es un estado de ánimo que se complace en la posesión de un bien.
El fútbol demostró en los últimos años un monopolio de felicidad que, como nunca antes, se percibía fascinante. No, no se trata de la exclusividad de las estrellas en un solo equipo del mundo; tampoco del poder arrollador de Julio Grondona y sus secuaces. Se trata de la pelota. Una mañosa soberana que, simplemente, permanece en el lugar donde mejor la tratan. El Barcelona de Pep Guardiola se adueñó durante casi cuatro años del único monopolio satisfactorio a los ojos. Ayer, un domingo cualquiera en el viejo continente, el Real Madrid vapuleó el imperialismo.

Por esos imprevistos del destino o porque la historia amenaza con repetirse cada tantos años, la última vez que el Barcelona había perdido la posesión del balón había sido justamente contra el Real Madrid, allá por mayo del 2008, cuando Frank Rijkaard comandaba a los blaugranas. Hoy, con más de 150 fines de semana de disfrute, Barcelona vuelve a perderla, amedrentado por un candidato que, por primera vez en mucho tiempo, le presentó mejores condiciones.

Esa apología a la diversión que contempla el Barcelona, a tocar la pelota cuántas veces sea necesario mientras la felicidad rebase al marcador, careció ayer en el Santiago Bernabeu. Nada tuvo que ver ese 2 a 2 final, consecuencia de virtudes de los mejores jugadores del mundo y de un planteo idealista de José Mourinho. Sí tuvo plena incidencia en el juego ese cambio ideológico que propuso el entrenador del Madrid. Presión, movilidad, transiciones perfectas, controles orientados, ni el mayor soñador hubiera pensado en semejante combinación de recursos. Tal vez, la única carencia estuvo en la definición. Cuando un equipo tiene veinte situaciones claras de gol y convierte dos,  puede que deba ajustar algo en ése aspecto.

Es evidente, ayer no fue un domingo cualquiera en la capital española.
 El Barcelona fue víctima de su propio estilo. Por primera vez en muchos años, pareció no haberse divertido. El Real Madrid vivió precisamente lo contrario: por primera vez en un largo tiempo, fue feliz compartiendo el rectángulo con los de azul y rojo.  Al fin y al cabo, todo se resume en eso: seducir, cautivar y complacer a la pelota; con el esencial objetivo de ser feliz.



martes, 9 de agosto de 2011

El fútbol argentino, ¿igual que siempre?

Críticos del fútbol, no sigan. La primera fecha del torneo local dejó saldo negativo, es evidente. No es necesario ése hábito a juzgar el deterioro que parece haberse estacionado como crónico.  Sin embargo, más allá de eso, sus análisis sufren un pecado de principiante: la generalización.  “En el fútbol argentino sigue todo igual”, pronuncian una y otra vez, acoplándose a ése tren de analistas que parece infinito. Error. En el fútbol argentino sigue casi todo igual.

Por mera casualidad del destino o porque la pelota, cada tanto, vuelve a confiar en el amor, Rafaela se adueñó del fútbol en esta primera fecha. Suena poco convincente para un torneo que recién arranca y ya sufre las secuelas de los perjuicios constantes. Sin embargo, el equipo santafesino excedió al juego de una categoría que lo alberga por primera vez en varios años y continuó por la misma senda ideológica que lo etiquetó como el último campeón de la B Nacional.

Frecuente para los seguidores, Atlético Rafaela siguió demostrando el mismo fútbol que en la segunda categoría y fulminó la tradición que asevera que no se puede jugar de la misma manera en una divisional y en la otra. Sorpresa para unos pocos, los de blanco fueron superiores en zona sur y vencieron, sobre todo en el juego, a un Banfield descolorido, que con dos hombres de más aumentó su declive.

Entonces, no está todo igual: del norte de la capital santafesina, vienen unos desconocidos con aires de cambio. Por eso, críticos del fútbol, fíjense, tal vez sea mejor empezar a nombrarlos ahora, que todavía siguen siendo anónimos y distintos.


viernes, 5 de agosto de 2011

Cuando jugar se vuelve un trabajo

“Divertite”.  Resuena la palabra casi periódicamente en la cabeza del niño. Un padre, personaje fantaseador si los hay, repite la terminología una y otra vez, con la obligación que su cargo de antecesor le designa. El niño sale a ese pequeño rectángulo de cal. Al igual que cualquier ser humano, allí se olvida de todo, inclusive de la petición de su papá.  Ése pequeño espacio aloja más de una decena de sueños inocentes que sólo buscan patear la pelota lo más lejos posible. Dicen que toda historia feliz tiene su desdicha. En este caso, una moneda, la única capaz de infectar ese lugar donde, por un rato, la felicidad le gana por paliza a los problemas.

Hoy, el fútbol fue partícipe de otras de esas locuras que cada tanto invitan a dormir la pelota y pensar un rato. Un niño de 7 años fue contratado por el Real Madrid por una suma sustancial de dinero. Él y toda su familia ya están en España, dispuestos a una nueva vida, en donde la criatura domine el timón. Del equipo Merengue informan que Leonel Angel Coira -el niño argentino contratado-  no tendrá ningún tipo de presión, la única misión es la diversión. Suena contradictorio.

A veces el destino te pone a prueba y parece difícil refutarlo. Deben existir pocos amantes del fútbol que se nieguen a un contrato de sus pequeños hijos al Real Madrid u otras potencias mundiales. Así aconteció con Jorge Messi, quien hace unos cuantos años debió tomar esa difícil decisión que le dio un giro radical a su vida. Sin embargo, como en todos lados, existe la otra cara de la moneda; en este caso, los que sacrificaron tantas cosas y se diluyeron en el intento.

Porque sí o porque el fútbol a veces amenaza con volverse una recopilación de negocios, vale la pena aclarar que la postal de los potreros sigue predominando en la Argentina. Lo preocupante reside en las intenciones de los niños: parece que el oficio de jugar al fútbol pierde por goleada con el de ser una estrella.  

El negocio se cobra una nueva víctima proveniente del potrero. Puede que dentro de una década todos estén disfrutando de nuevo crack argentino en España. Más importante aún será que Leonel pueda cumplir con el encargo de su padre: “divertite”.

jueves, 4 de agosto de 2011

Tres meses de locos que nada cambian

Me fui de vacaciones a una isla desértica por tres meses. Decidí desconectarme de todo, incluido del deporte más popular del mundo, no escuché, leí ni miré nada que tenga que ver con el fútbol. Hoy volví al país. En Ezeiza ya noté algo extraño. Me freno en un quiosco; “Vamos a volver” decía la tapa de un diario y la cara de Matías Almeyda ilustraba el textual. Sufro por dentro, en un segundo caigo en la realidad de los últimos meses. Leo otro apartado: “Julio, ¿no habrá llegado la hora?”. Eso sí que es una sorpresa para mí, los periodistas cuestionando abiertamente y sin temor al máximo exponente de la Asociación del Fútbol Argentino. Pregunto, me informo, me cuentan de un torneo fusionando la B Nacional y la A, un cambio rotundo programado en un par de horas y una revolución que dio marcha atrás al asunto. En fin, me cuentan que Grondona quedó mal parado. ¿Qué pasó en los últimos tres meses? ¿Qué cambió en el fútbol argentino?

Pasa un día y las noticias me acechan como una catarata de sorpresas. El primer análisis se lo lleva el torneo local que empieza mañana. Va a ser raro un Apertura sin superclásico. Si es difícil entender algunas cuestiones habiendo sido testigos, más difícil aún es intentar comprenderlas sin haber presenciado los hechos, casi una misión imposible. Lo cierto es que River, Gimnasia, Rosario Central y Huracán ya son parte de la segunda categoría y, por más que el nivel de la B Nacional siempre haya sido distinguido, la valía de equipos de renombre realza la competencia.

Pregunto sobre esa rara fusión de la que me hablaron. ¿La primera y la B, juntas? “Todo político, como siempre”, me contestan indignados. Analizo con la extraña ventaja de observarlo desde afuera; tres meses desconectado propagan ese beneficio. Llego a una conclusión que me pone contento: el principal propulsor de la pelota no es la economía, sino la gente. Quedó demostrado, los hinchas rigen al fútbol y no todo pasa para Don Julio Grondona; su pedestal se tambalea entre malas decisiones.

Lo de la selección ni lo consulto. Veía venir hace varios meses este oscuro final. Los entrenamientos y los discursos de Batista preveían un final así. La rápida elección de Alejandro Sabella tampoco es ninguna sorpresa. Tres meses en off me ayudaron a darme cuenta que acá todo es así: inmediato, erróneo y recurrente.

El fútbol argentino tiene la peculiar capacidad de transformar extravagancias en situaciones normales. Las malas decisiones siguen abriéndose paso. El fútbol sigue en ese ciclo dañino que amenaza con ser eterno. Ya nada sorprende, inclusive habiendo estado desenchufado del mundo durante tres meses de locos.

lunes, 1 de agosto de 2011

Argentina y sus errores, a más de una semana del fin de la Copa América

Con la mente un poco más fría, pero con el mismo dolor que el minuto posterior a la eliminación, observar a lo lejos  las consecuencias de la Copa América puede clarificar algunas realidades, que hace una semana atrás pasaron desapercibidas. El fútbol, inigualable productor de revanchas, dejó tantas amarguras como enseñanzas patentes. Para no incurrir en los errores, vale la pena evidenciarlos.

Es lógico, recaer nuevamente en la palabra proyecto parece tedioso y carente de creatividad. Entonces, procurando no insistir, podría innovar el mensaje. Las categorías juveniles son, en todo proceso, un eslabón fundamental que marca a las claras la esencia de un programa. Intentar formar un equipo sin la cohesión entre primera división e inferiores es tan difícil como pedirle el máximo de su rendimiento a un motor que tiene sólo seis cilindros en funcionamiento. Mientras la selección mayor se dirimía entre un estilo que no aparecía y los tan necesarios resultados, un combinado nacional sub 17 mostraba el peor de los reflejos  en el mundial de la categoría. La Copa América plasmó ese déficit con números.

La crítica hacia el cuerpo técnico ya parece desgastada y prácticamente infructuosa. Sin embargo, examinar las acciones dirigenciales, sí denota un propósito productivo. Rápidamente, a pocos días de la eliminación del torneo, la desafectación de Sergio Batista se convirtió en un lógico primer paso. Luego, con el apuro característico e innecesario argentino, los dirigentes optaron por Alejandro Sabella. Más allá de los gustos, la decisión no se discute. Lo que sí es motivo de debate, es esa necesidad por la inmediatez, por evitar escuchar a varios entrenadores y sus proyectos y decidir presurosamente por la valía de un currículum. Éste detalle también se cobra en resultados.

A la larga, cuando los objetivos carecen de claridad, el destino te termina pasando factura. Para Batista, nunca estuvo nítido si dentro de las aspiraciones del seleccionado nacional estaba ganar la Copa América o formar una base de cara al Mundial. Por otra parte, el bamboleo entre lo que quería la gente y lo que pretendía el entrenador dejó en manifiesto a un conjunto con alto déficit de convicciones.
Por último, por más doloroso que suene, tomar el ejemplo de Uruguay es sinónimo de adelantos.  No se trata de jugar como Uruguay ni procurar calcar su método de entrenamiento,  la lección pasa por otro lado: inmenso espíritu colectivo, invaluable grado de identidad y una unión grupal suprema. Todo esto sumado a resultados provechosos en categorías juveniles (segundo en el Mundial Sub 17 y la clasificación a los Juegos Olímpicos),  merece observarse con respeto y copiar algunos detalles fundamentales.

Entonces, a más de una semana de la finalización de la Copa, todo parece más racional. Argentina fue un merecido eliminado, Uruguay fue un justo campeón y  el fútbol continúa dejando enseñanzas. La pelota pocas veces favorece injusticias. La localía y la camiseta brillante ya no son fundamentos para los goles. Pasa el tiempo y todo sigue indicando que el trabajo metódico es la única solución.