miércoles, 29 de junio de 2011

Argentina y una historia repleta de contrariedades

Pasaron 24 años de aquella fiesta. El país todavía disfrutaba la coronación de la última Copa del Mundo. Corría 1987. Argentina era anfitrión de una nueva Copa América.  Agradecimiento y jolgorio para un seleccionado que se reencontraba con su gente luego de la proeza de México 86. El fútbol fue mutando a la par de los sentimientos de 40 millones de hinchas. Devinieron tiempos difíciles. El presente acecha bajo el lema de ganar o ganar, cualquiera sea el costo futuro.

Parecería imposible revivir un 11 de julio como el de 1987. Nulos requerimientos. Pura retribución para un equipo desfachatado que amaba el ataque directo, tanto como su entrenador, Carlos Bilardo, las prácticas heterodoxas. Un cuarto lugar festivo, como si la consagración del año anterior descartara cualquier tipo de exigencias. Colombia venció a la Argentina en aquel encuentro por la tercera ubicación. Chile se subió al segundo escalafón del podio y un sólido Uruguay se adueñó del máximo galardón.

Pasaron más de dos décadas y una final inmediata en el polémico Italia 90. El mejor jugador de la historia quedó en el camino entre la gloria máxima y sus despiadados inconvenientes extra futbolísticos. Atrás quedó la osadía de Bilardo, la autonomía de Basile, el estoico Pasarella, la diligencia de Bielsa, el laborioso Pekerman, un renovado Basile y el ímpetu revolucionario de Maradona. Atrás quedó la heterogeneidad de los estilos fulminados por la carencia de resultados.  Fue una única Copa América. Fue una pérdida lenta y progresiva de paciencia. Fueron cinco ilusiones mundiales, algunas más elevadas que otras; directamente proporcionales al dolor que provocaron al caer de ese precipicio llamado eliminación.

Fueron 24 años que derivan en un presente extraño. Un presente fundamentado por la contrariedad que implica el déficit resultadista y a la vez la plena necesidad de tener, como pocas veces, un proyecto genuino que tenga su cúspide en Brasil 2014. Un dolor extremo, simbolizado por una espina que lleva 20 años lastimando  el potencial de una idea a mediano plazo.

El presente exhibe a Sergio Batista como conductor del barco, que hasta ahora parece tener la brújula imantada. Sin un rumbo concreto, el entrenador es prisionero de una realidad que no se somete a los mismos patrones que hace dos décadas. Con un fin manifiesto, jugar como el Barcelona, pero sin los recursos nítidos, el conjunto argentino es anfitrión de un nuevo certamen que recibe  a los seleccionados americanos. Un Brasil impetuoso, un eficiente Uruguay y un prometedor Chile presentan las imágenes más atrayentes.

Desde el patio de su casa, un equipo deseoso arremete por sus objetivos. Alzarse con el título y cortar con una racha que lleva 20 años de sequía son los principales anhelos de un combinado que deposita todas sus convicciones  en el joven Lionel Messi  y no en un estilo de juego naturalizado desde el génesis. La Argentina vuelve a recibir una nueva Copa América. Pasaron 24 años y muchas cosas cambiaron: esta vez la fiesta sólo parece posible con la consagración albiceleste.




lunes, 27 de junio de 2011

Crónica de un precipicio anunciado

El país mastica el sabor de la inoperancia. Las especulaciones murieron en el mismo momento que la ineptitud de las gestiones cosecharon sus frutos más palpables. El fútbol, magnífico espejo de proyectos, se cobró una nueva víctima. River se fue al descenso. No es una víctima más, es una de esas que hacen frenar la locomotora del “todo pasa”. Es una de esas que forja el inicio de un nuevo ciclo.

A pesar de faltarle a la creatividad, hablar de este presente del fútbol es reflejar una cadena de errores que llevan al descenso de uno de los clubes más prestigiosos del país. Hablar de este presente es rememorar viejos líderes hundidos en el suplicio de la incapacidad, a los que algunos prefieren llamar estafa. Hablar de este presente es pensar en subestimación, es creer que la inmunidad pasa por el dicho popular de ser uno de los equipos grandes del país: “la AFA no lo va a permitir”; cuánta torpeza en tan pocas palabras. Hablar de este presente es no morir con las botas puestas, es ceder el protagonismo dentro del rectángulo por sospechar que de esa manera se logra el éxodo de la zona roja, es infringir a la percepción.

“El éxito es deformante, engaña, relaja, nos vuelva peor”. Cuánta exactitud comprimida en una sola afirmación. Así debieron haberlo percibido los responsables de este River, que dos meses atrás se encontraba de imprevisto con la primera posición del torneo local.  Con los objetivos confusos y una gloria pasajera que aturdió a más de uno, el equipo conducido por Juan José López  prolongó su camino carente de identidad y casi sin darse cuenta aniquiló su destino promoviendo un modelo de juego superficial y cambiante. 

Entonces así, faltándole a una manera de ser que siempre enmarcó su esencia, la fulgurante banda roja cruzada se encontró en promoción. Sorpresa para los escépticos. Sobre todo luego de que entró a jugar el primer encuentro sin siquiera rasgos motivacionales, que generalmente un partido de esta característica suele propinar. Un 2 a 0 rotundo y esperado para los conocedores de la segunda categoría nacional. Un segundo cotejo inyectado por la auténtica posibilidad del descenso. Ni la efervescencia que Daniel Pasarella intentó transmitir, ni la profundidad en el mensaje tardío de Sergio Vigil, animaron a un plantel anodino y escaso de convicciones.

Lágrimas, incredulidad y descenso. Incidentes que simbolizan la degradación cultural de una parte importante del país. Reclamo: culpa y castigo para los dirigentes responsables. Represión insignificante para un plantel sufrido. Unos segundos de silencio impulsados por un replanteo multitudinario. Y luego, caer en la realidad.  Toparse de frente con una pared construida durante 110 años. Pensar en lo que viene. Cómo afrontar una categoría hostil que no sabe de prestigios e impone sus propios modales.

Allí, otra vez la vapuleada razón vuelve a entrar en acción. ¿Sigue el presidente o se va? ¿Con qué tipo de jugadores se afronta esta categoría? ¿Con qué entrenador? ¿Se acondiciona el equipo a lo que propone la divisional o se implanta una identidad patente?

Pasó un día del descenso de River. El mundo de la pelota está en pausa. En mayor o menor medida, todos se conmocionaron con el sorpresivo final.  Lo positivo: la locomotora puso un freno de manos. El fútbol comienza un nuevo ciclo con una marca favorable: ahora todos conocen el amargo sabor de la inoperancia. 




viernes, 24 de junio de 2011

Lionel Messi, en búsqueda de la plena felicidad

¿Qué más puede desear Lionel Messi? El diario Marca de España propone el interrogante. En el día de su cumpleaños, el mejor jugador del mundo se topa con un presente plagado de contradicciones. Entre el mejor equipo de todos los tiempos y un seleccionado anodino y vacuo hay sólo unos días de diferencia. Mientras el país entrega todas sus esperanzas en esa zurda imprevista y llena de sorpresas, ¿qué puede anhelar el joven en su cumpleaños 24? Actitudes coherentes,  un estilo patente para sus equipos y que la camiseta exceda su nombre. Si el delantero argentino tuviera que hundir su dedo índice en la torta futbolera y los famosos tres deseos acecharan en su mente, seguramente no estaría demasiado lejos.

Tal vez el año pasado a esta altura, los tres deseos pasaban por salir campeón del mundo con la selección argentina, y consagrarse en lo personal y en lo grupal.  El trágico capítulo final de Sudáfrica dejó en evidencia a un equipo que supo disimular la falta de identidad y orden táctico con ciertas genialidades individuales, hasta que una aplanadora alemana truncó el sueño utópico.

El duelo fue largo y costoso. El regreso a España apaciguó el dolor con éxitos interiores. La íntima satisfacción de formar parte de un equipo de ensueños, de no acarrear con todas las responsabilidades y de coincidir además con una manera de pensar y de actuar más que arraigada. Además, las victorias también se reflejaron en números: la liga, la copa, el oficio de goleador y nuevamente el mejor jugador del mundo. Otro año de ensueños con su Barcelona, ése que lo contuvo cuando todavía era un anónimo gambeteador intrascendente.

Pasó el tiempo, la tristeza de la eliminación de Sudáfrica derivó en cambios y una nueva etapa aparentaba una mutación de raíz. Tener un estilo patente, una coherencia definida y exceder a su nombre. Hoy, a pocos días del inicio de la Copa América, Messi vuelve a pedir tres deseos. Ya no pide por su Barcelona, sólo le resta ser feliz con la selección.



miércoles, 22 de junio de 2011

El fútbol, más allá de una camiseta

Miro la tabla del torneo argentino, veo a River jugando la promoción. ¡Es genial! Arremete mi subconsciente. Excedo al fanatismo. Agradezco haber sido criado en una cultura que  desborde los colores y domine la lógica. Auguro la promoción, espero lo peor para el equipo de Núñez. Repito: me encuentro más allá del fanatismo. Creo fervientemente que con el descenso de un prestigioso club a nivel mundial, nuestro fútbol dará un gran salto de calidad. Se terminarán los parches en las ruedas y se verá de una vez por todas el resultado de tantas incoherencias. Con la historia como aliado y los apasionados en el papel de escépticos, agotaré los fundamentos.

El fútbol argentino tuvo, a través del tiempo, tantas evoluciones como involuciones posibles. La más notoria, con el mundo de los negocios como principal intérprete, la que vincula a las gestiones dirigenciales. El poder, el dinero, las conveniencias personales y la casi nula inversión en capacitaciones de nuevos líderes marca a las claras la cronología de una crisis que el propio fútbol utiliza de espejo.

Las divisiones inferiores prolongan la ineptitud. Clubes y entrenadores que ponderan consagrarse campeones, antes de emprender un modelo de juego homogéneo en toda la institución. Entonces, cada DT entrena como cree conveniente. El camino integral hacia primera división queda en un segundo plano; llegar a la cumbre con algunos sistemas internalizados, una manera de jugar arraigada desde el génesis y cuantiosos fundamentos que procreen ése estilo parece utópico para decenas de clubes que se desempeñan en la élite argentina.

Por otra parte, el fútbol nacional sufre el perjuicio de sus propias leyes. Queda en jaque ante los captadores de talentos europeos que cautivan fácilmente a los jóvenes y sus familias. Trabajo, infraestructura, dinero y primer mundo son razones suficientes para opacar el presente futbolístico de nuestro país, urgido por necesidades y carente de recursos para adolescentes desamparados. La ley de la patria potestad, que ampara a los padres gobernar sobre el pase de sus hijos hasta la mayoría de edad, facilita el éxodo.

Frente a tantas contrariedades, hay instituciones modelos que sustituyeron mediocridad por disciplina. No es casualidad que clubes con buenas gestiones, donde se interpuso el organismo por encima de cualquier nombre, estén gozando de buenos resultados dentro del campo de juego. Estudiantes, Vélez, Godoy Cruz y Lanús son claros ejemplos. Invirtiendo tiempo  y dinero en cuestiones muy importantes pero no urgentes ingresaron al acotado grupo que atesora a quienes le apostaron a los cimientos de la base.

Vuelvo a mirar la tabla. Veo a River jugando la promoción y soy consciente del deterioro provocado por todos estos factores. ¡Es espantoso! Espero que el fútbol pueda darse cuenta a tiempo del camino por el que vamos. Espero que River se quede en primera.

martes, 14 de junio de 2011

Un ganador clonado


El fútbol concedió otro maniático. Así se puede considerar a André Villas Boas. Un entrenador    obsesivo, descarado, astuto y hasta mentiroso. Con 33 años, en su primera temporada completa como entrenador en el Porto, ganó los cuatro títulos que disputó. Un fanático de lo táctico quien, a los 16, ya era ayudante de Boby Robson en el Porto; todo producto de su extrema osadía y su infinito amor por el juego. 

El diario Récord, de México, relató una anécdota que lo enmarca como un verdadero audaz: "'Míster, ¿Por qué no juega Domingos Paciencia?', se atrevió a preguntarle un joven de apenas 16 años a (el entrenador del Porto, Bobby) Robson. A Luis André Pina Cabral Villas-Boas le atormentaba ver como el delantero del FC Porto, su gran ídolo, había perdido su puesto y estaba convencido de que Paciencia aún tenía muchas cosas que aportar al equipo en el cual Mourinho ya era asistente. Sin dudarlo, y aprovechando que vivía en el mismo edificio que el técnico inglés, el chico escribió una carta en la que desmenuzaba cómo sacar más rendimiento a Paciencia y la dejó en el buzón de Robson. El entrenador quedó tan fascinado por lo que leyó que llamó a André para ofrecerle un puesto como ayudante en prácticas. Fue el comienzo de una carrera plagada de locuras".

Cinco años más tarde, con el amor por la tarea a flor de piel y con el sello de ayudante de Robson y José Mourinho en su currículum, Villas Boas, mintiendo su edad, se hizo cargo del seleccionado de Islas Vírgenes Británicas. A pesar de no tener canas para peinar, su valiosa experiencia le regaló al equipo caribeño su mejor posición histórica en el ránking FIFA. Todo gracias a un joven atrevido.

Fiel discípulo de su mentor Robson y promovedor de un osado 4-3-3, el actual DT del Porto de 
Portugal no para de recibir elogios. El segundo torneo más importante de Europa (Europa League), la Supercopa, la Copa de Portugal y la Liga (con una campaña fenomenal: 27 victorias y tres empates) posicionaron a Villas Boas en el primer plano mundial. 

En la final de la Europa League, como una causalidad del destino, se encontró ante la contradictoria situación de tener como entrenador del banco de enfrente a su ídolo de la infancia Domingos Paciencia. Le exhibió su devoción, luego le ganó y finalmente le dio un abrazó que personificó el agradecimiento. 

Eficiente, ambicioso, metódico y joven. Equidistante a Mourinho: entrenador de títulos.
Ambos, líderes superlativos y sobre todo eficaces. El fútbol concedió otro maniático, otro
adicto a ganar.



lunes, 13 de junio de 2011

Contrastes de un universo aparte

Fue un fin de semana atípico para el mundo del fútbol. Mientras el universo de los promedios, la nostálgica despedida de un mito viviente  y el desenlace de un torneo perfecto en Liniers enmarcaban una jornada especial, mi cabeza, mi subconsciente, vinculaba dos extrañas realidades. Por un lado, un arcaico símbolo de lo imposible: ningún equipo argentino logró consagrarse en un mismo semestre en el torneo local y la Copa Libertadores; por otro, una realidad de ensueños: un goleador que logró traspasar cualquier frontera de lo inalcanzable. Dos episodios antagónicos que realzan el valor del juego, de la vida y obviamente del fútbol.

El poder de la mente, dicen, es más fuerte que cualquiera. Así me pasó en los últimos días. Como buen fanático del fútbol y sobre todo del buen juego, me encariñé con un Vélez que revalidó ese tumor maligno que parecía estar afectando al viejo y prestigioso estilo argentino. Sólo me bastó un par de actuaciones para pensar en que el conjunto de Liniers podía ser el primero; sí, el único que pudiera consagrarse en el local y en la Libertadores de manera adyacente. Ni aquel Ñewell's de Bielsa al que un penal lo dejó sin la proeza, ni el inexpugnable Boca de Bianchi, ni este Vélez, modelo institucional, pudieron romper con la tradición. Doce pasos, un pelado lunático y la moneda de la suerte que esta vez cayó del otro lado del río. Suficientes motivos para continuar con el infinito impedimento.

Del otro lado, como un oposición que el destino cada tanto se encarga de implantar, estaba la despedida de Martín Palermo. Promovedor de utopías, homicida de imposibles, el goleador boquense le dijo adiós a La Bombonera en medio de un marco conmovedor.

Como dos polos opuestos que en el algún punto del espacio se cruzan, la cronología del fútbol argentino interpuso su historia con la de Palermo. Lo imposible frente a lo que parece imposible. La leyenda contra el tabú. El mito ante la triste realidad de lo que nunca pudo ser. Fue un fin de semana atípico para mí. La vida me demostró que lo imposible y lo posible residen en un mismo mundo. El mundo de la pelota.

viernes, 10 de junio de 2011

Bielsa y una catarata de ideales vinculados al periodismo


Las pirañas del mercado comunicacional están constantemente al acecho, ansiando que una nueva figura caiga en las redes del imperialismo. Mientras tanto, millares de medios se bambolean entre las necesidades del comercio y un estoico amor por la tarea. Allí está Marcelo Bielsa, esquivando las zancadillas del poder, revalidando el ya descuidado espíritu amateur. Los multimedios poderosos padecen la nula exclusividad, mientras que millares de otras vías, menos comercializadas pero no por eso menos cautivadoras, agradecen el respeto.
Cuando el fútbol era fútbol por su propia esencia y no por una contaminada moneda en el medio, Bielsa entendió que cada medio de comunicación -masificado o no- tenía el derecho a disfrutar de sus entrevistas y así fue, hasta que su superlativa reputación acabó con esa singularidad y concluyó con la ley pareja para todos: conferencias de prensa sin vetos ni duración acotada.



"¿Por qué le voy a dar una entrevista a un tipo poderoso y se la voy a negar a un pequeño reportero de provincias? ¿Por qué voy a acudir a una emisora líder cada vez que me llame y en cambio jamás a una pequeña radio del interior? ¿Cuál es el criterio para hacer una cosa así? ¿Mi propio interés? Eso es ventajismo". Las palabras del prestigioso entrenador representan una concepción idealista y veraz. Cuando muchos se resignan ante las dificultades de sus principios y acaban por desecharlos, unos pocos asumen la faena y se introducen en esa fina línea que separa a los fieles de los locos. Bielsa ocupa ese acotado grupo; la coherencia entre lo que piensa y lo que hace lo diferencia del resto.


Fiel a un estilo con el que se siente identificado, Jósep Guardiola, entrenador del FC Barcelona, decidió implantar en su camino los consejos del ex seleccionador argentino. Ni bien se hizo cargo de la primera división del equipo catalán, supo aventajar a tiempo a una cultura mundial de preferencia a lo supremo. Al igual que su par argentino, acabó con las entrevistas individuales y se dedicó plenamente a las conferencias, de ilimitado período de tiempo.

Criminal de mediocres, demente por el trabajo y prisionero de una cultura vacua. Bielsa también dejó su huella en el periodismo. No es un loco. Apenas un rosarino que apoya sus ideales.

miércoles, 8 de junio de 2011

Mohamed, el único capaz de ponderar el corazón

Hubo un día en el que el fanatismo rebasó al propio fútbol. La pelota picó una y otra vez, los segundos en el corazón del área se hicieron eternos y un pase intrascendente concluyó la cuestión. Boca y Huracán se enfrentaron en la Bombonera, mientras un desfachatado delantero, plagado de contradicciones, se dirimía entre un gol trascendental y un amor sin fronteras. El sentimiento pudo más y Antonio Mohamed descubrió aquel 27 de octubre de 1991 las fronteras que estaba dispuesto a exceder por adoración a su equipo. Hoy, el destino se la vuelve a dejar picando, del otro lado está su querido Huracán, con el suplicio del descenso golpeando la puerta.

A veces, el destino compone imprevistos que ni el mejor argumentista pensaría en ejecutar.  Así sucede con el Turco Mohamed quien, a dos décadas de aquel legendario episodio, vuelve a llenarse de dicotomías que ni el propio fútbol podrá solucionar. “Me gustaría irme del país por dos horas”, aseguró el entrenador de Independiente, quien en la última fecha enfrentará al Globo de sus amores, determinando la ubicación final del conjunto de Parque Patricios: descenso directo o promoción, ésa es la cuestión.

“Quién me va a hablar a mí de lealtad por Huracán, si nunca te quedó picando en la Bombonera y la tocaste para atrás”, así justificaba Mohamed su trunca definición jugando para Boca. La pelota bollaba, un arquero rendido que miraba absorto y un turco desorientado por la neblina de sus sentimientos daba un pase irrelevante, hacia Diego Latorre, que terminaba en despeje. Un 1 a 1 final disimuló la picardía.

En dos semanas, el Huracán de Roberto Pompei, atormentado por el precipicio del descenso, podría encaminarse directamente a la B Nacional, si es derrotado por Independiente. Dos décadas atrás, Mohamed, desde adentro, mitigó el dolor; hoy, desde afuera, parece más difícil: lograr que el fanatismo supere al propio fútbol aparenta ser posible una sola vez en la vida. Veremos.  

  

lunes, 6 de junio de 2011

Cultura de un estilo cortoplacista

La Real Academia Española define a un proyecto como un plan o esquema que se realiza para precisar cualquier trabajo antes de darle forma definitiva. La explicación no deja margen a la duda. Puntualizar axiomas básicos que, a pesar de la variación de detalles con el pasar del tiempo,  serán quienes rijan durante el lapso del proceso. Allí, donde el boceto es tan fundamental como los cimientos de un edificio,  es la etapa por la que atraviesa el seleccionado argentino. Más allá de la eventualidad de los resultados, el esquema básico parece dirigirse por el camino equivocado.

Mientras la hipnosis barcelonista todavía presenta secuelas, el fútbol vivió el último fin de semana una fecha FIFA con selecciones de desiguales anhelos. Entre la presión de los clubes y la ambición de los seleccionadores, decenas de equipos  protagonizaron la jornada, con procederes tan identificables como manifiestos.

Entre esa brecha superlativa que distancia a los que prueban individualidades de los que ensayan modelos de juego, se encuentra la Argentina de Sergio Batista. Muy cuestionada, martirizada por el slogan “selección para todos” que acapara a jugadores de segundo nivel, el conjunto nacional brilló por su ausencia. No solamente la de los jugadores de jerarquía, también la de una identidad que fundamente una manera de jugar y de triunfar.

Extasiado por el anonimato de ciertos jugadores, muchos hinchas del fútbol nacional excedieron al estilo de juego. Transiciones tardías, truncados carriles de circulación, inoportunos repliegues e ineficiente métodos ofensivos enmarcaron a un combinado que evidenciaba un estéril trabajo en el campo.

A menos de un mes de la Copa América, la Argentina todavía no presenta ni un modelo de juego ni un racimo de nombres evidente que marquen una cohesión con lo que anhela su entrenador. Se precisa cautela, sobre todo cuando la bienaventuranza  de algunos buenos resultados disimulen, como en el último mundial, la fluidez de un modelo patente.

Nuevamente, por enésima vez, observar a un equipo albiceleste en estas condiciones rememora las palabras que marcaron el inicio de la era Batista: “voy a intentar jugar como el Barcelona”. De intentar a lograrlo hay un lógico primer paso: emprender un proyecto coherente.


María Elena Walsh y un presente perfumado por antagonismos

“Vamos a ver cómo es el reino del revés”, propone María Elena Walsh en su afamada canción. A escasas dos fechas del final del torneo local, el fútbol argentino atraviesa un discontinuo presente, donde la irregularidad es protagonista y la disputa por el título una extraña casualidad. Vamos a ver cómo es.

En el reino del revés, un entregado Caruso Lombardi vaticinó un infalible descenso y propuso jugar con juveniles en sus últimas presentaciones. Mientras tanto, un globo casi sin aire, a dos fechas del abismo, juega sin gente, gana y se eleva.

En el mundo del revés, un título tan desértico como apasionante postula a la consagración a un puñado de candidatos sin identidad. Entre ellos, un sumiso Boca sobrevuela a 4 puntos del líder y un contradictorio Olimpo mira la punta por el espejo retrovisor. Vamos a ver cómo es.

 Un diablo vestido de rojo percibe el doble filo de un tridente peligroso. Entre el precipicio del descenso y la cumbre de la coronación parece haber nada más que un paso. En el reino del  revés queda más que demostrado.

A dos encuentros del veredicto final, River se angustia ante una bomba de tiempo que sólo Olimpo puede desactivar, sacrificando su propia subsistencia.

Entre tantas contradicciones, el Vélez de Gareca presenta un modelo de juego sólido promovido por una magnífica gestión y fundamentado por la abundancia de recursos. Eliminado injustamente de la Copa Libertadores, domina el torneo local con sólo un objetivo en mente: mantenerse siempre alejado del reino propuesto por María Elena Walsh.